Es difícil encontrar otra familia tan vinculada a este concejo como los Vázquez de Prada. Sabemos que, en el año 1627, andaba por aquí el licenciado don Lope Vázquez, con el beneficio eclesiástico de la parroquia de Santa María de Valdecuna, quien hizo testamento de la totalidad de sus posesiones raíces y muebles en beneficio de su sobrino de Lena don Gregorio Vázquez de Prada y lo trajo a vivir con él, y según Alberto Montero Prieto hacia 1649 ya se hizo la casona-palacio de El Valletu ampliando una vivienda anterior.

Para conocer su historia les recomiendo los escritos de Alberto, verdadero cronista del valle de Cuna, pero hoy no vamos a referirnos a la rama mierense de este linaje, aunque quiero aprovechar para agradecer las facilidades y el buen trato que siempre han dado a los historiadores que se acercan hasta allí para consultar cualquier dato.

En cambio, voy a remontarme hasta el reinado de los Reyes Católicos para recordar un hecho bárbaro que refleja el celo con el que los privilegiados defendían su estamento evitando mezclar su sangre con la de los humildes.

Los Vázquez de Prada descienden de la Casa de Quirós. El historiador Rodrigo Vázquez de Prada y Grande, como puede verse miembro de esta familia, explica que una rama de los Quirós pasó a llamarse Vázquez de Prada, siguiendo la costumbre de incorporar al apellido el topónimo del lugar en el que estaban asentados cuando Lope González de Quirós donó a su primo Alonso Vázquez de Quirós la casa-fuerte de Prada, en territorio de Proaza.

Una escritura otorgada en Pola de Lena, que se conserva en los archivos de la Catedral de Oviedo, nos dice que esto ocurrió el 29 de Octubre de 1391. Lope González de Quirós era un noble de alcurnia; su primo don Alonso, el primer Vázquez de Prada, también era de casa grande, y lo mismo sus cuatro hijos: Diego, Alonso, Andrés y Luz Elena. Por eso se desató el drama entre los hermanos cuando la chica se casó con el notario de Tuñón, que era plebeyo y sus hermanos no aceptaron aquel matrimonio. Entonces, encabezados por Diego, acorralaron a la pareja en una cueva en la que se habían refugiado junto a otras nueve personas y allí los hicieron morir abrasados por las llamas.

A pesar de que estas animaladas no eran muy extrañas en esa época, la que cometió don Diego tuvo una trascendencia especial por sus características y el elevado número de víctimas, de modo que su recuerdo pasó de generación en generación y los cronistas se ocuparon de apuntar lo sucedido en la cueva del Notario, o del Amor, que de ambas formas se la conoce desde entonces.

En 1695, lo contó el padre Carvallo en un capítulo de su obra "Antigüedades y Cosas Memorables del Principado de Asturias" y luego la recogieron otros eruditos del siglo XIX, como Alejandro Pidal y Mon, en el clásico libro "Asturias", editado por Octavio Bellmunt y Fermín Canella a finales del siglo XIX, y el mismo Canella, en un artículo publicado en la "Revista de Asturias".

El padre Carvallo quiso explicar la falta de piedad Diego Vázquez de Prada en un enfrentamiento anterior con el notario de Tuñón, por eso lo persiguió hasta una gruta donde se refugió con los suyos y allí "hizo juntar mucha leña en la boca de la cueva para abrasarles dentro y, habiendo salido su hermana a la puerta, le pidió con muchas lágrimas que no usase de tal crueldad con ella, su marido, y los demás".

La respuesta fue "que se saliese ella y dejase a su marido, que le habría de abrasar con los otros, y si querían salir les recibiría con las puntas de las lanzas. La valerosa asturiana dijo que no quería vivir para ver a su marido morir tan ferozmente. Esto fue causa para embravecer mucho más a Diego de Prada, y así, pegando fuego a la leña y añadiendo otra, no cesó hasta que todos fueron ahogados y abrasados. Ayudáronle en esta ferocidad Alonso Vázquez y Andrés Vázquez, sus hermanos".

Carvallo añadió otros datos, como el nombre original de que la cueva, "del Zaramal", o lo que ocurrió con los criminales, que fueron desterrados de Proaza por orden del rey Católico: Alonso se casó en Valladolid, Andrés se estableció en Valdeorras y Diego permaneció alejado en Álava hasta alcanzó el perdón real y pudo regresar para morir en su solar en 1491

Más adornada fue la versión de Alejandro Pidal, el cacique de la Asturias decimonónica, casado también con una Bernaldo de Quirós y, como recordarán, consuegro de Ernesto Guilhou, ya que su hijo Pedro, marqués de Villaviciosa, se unió en 1892 a Jacqueline, nieta del fundador de Fábrica de Mieres.

No tengo espacio para transcribir el texto entero, pero voy a suprimir las frases que pone en boca de los personajes, guardando los párrafos más interesantes para que ustedes puedan seguir el hilo y a la vez se hagan una idea del estilo barroco de don Alejandro. Así, después de hacer una introducción sobre la época en que se desarrollaron los hechos, describió la partida nocturna de los asesinos:

"Como las dos de la madrugada serían, cuando a la cárdena luz con que los relámpagos iluminaban el valle y la montaña, que cercan el lugar de Prada, veíase descender desde el castillo feudal que coronaba la cima del monte hasta el comienzo de la vega, una unida cabalgata, compuesta de homes de armas, y a cuya cabeza marchaba el valeroso D. Diego Vázquez de Quirós, Señor de horca y cuchillo; cabe él y en poderosos corceles caminaban sus hermanos D. Alonso y D. Andrés, vástagos todos de la misma casa y familia".

Luego el de Pidal se imaginó la conversación que pudieron mantener mientras cabalgaban, y a renglón seguido, la situación de las víctimas que aún desconocían lo que iba a pasar:

"Al pie del fuego que ya estalla en mil lucientes y brillantísimas chispas, duermen tranquilos nueve paisanos provistos de ballestas de caza y bien afiladas jaras. Y allá, en el fondo de la cabaña, apuran juntos las primicias del amor, el notario Tuñón y su mujer Elena Vázquez, recién casados contra la voluntad de su familia, y huidos de su casa para la celebración del matrimonio".

Hasta que da inicio el drama y los amantes logran escapar para refugiarse en la cueva:

"Era tiempo: un humo denso y blanquecino comenzaba a penetrar por entre las rendijas de la puerta, y a los gritos de los paisanos respondió la algazara de los homes de armas de D. Diego, que contemplaba el progreso seguro del voraz incendio. Al amparo de la oscuridad profunda que todavía en rededor reinaba, pudieron, sin ser vistos, ganar la montaña y empezar a trepar por sitios inaccesibles a la caballería, ansiosos de ganar una cueva que en los flancos de la montaña se abría".

Y allí, de nuevo el fuego:

"Cercanos a su tortuosa entrada se hallaban cuando la blanca columna de humo que de la choza se alzaba, trocóse de repente en deslumbradora columna de fuego que derramó vivísima claridad en todo el valle y destacó el temeroso grupo de entre las sombras que velaban la escarpada roca. Fortificados los unos y aprestados los otros para el ataque, comenzaron a ofenderse con armas arrojadizas y piedras, con gran daño de los sitiadores y poco de los sitiados que tras de la peña se guarecían. Pero, ganada que fue por los homes de don Diego la altura de la Peña, comenzaron a cortar árboles y rodados hasta la entrada de la cueva, con ánimo manifiesto de renovar su intento de abrasarlos. Visto lo cual por los de adentro, comenzaron a hacer gran llanto y a confesar en alta voz sus pecados y a pedir a Dios por sus pecadoras ánimas".

Luego narró el fallido intento de la joven esposa, quien salió a la boca de la cueva para pedir clemencia, y por fin el desenlace:

"Murieron todos abrasados por mano de don Diego y su hermano, que temerosos de los Católicos Reyes, huyeron de Asturias y contornos, pues su castillo fue arrasado, y solo se conserva la cueva en que fenecieron sus víctimas, cueva conocida hoy en día con el terrible nombre de La Cueva del Notario".

Debemos saber que la entrada de la cueva fue alterada en la década de 1990 por unos trabajos para hacer una carretera y también que en 2006 se hizo en ella un infructuoso sondeo arqueológico, porque en la misma zona está otra cueva, la del Conde, con un importante yacimiento paleolítico. Sin embargo la verdadera riqueza del lugar está en lo que nos enseña su historia sobre la miseria de la condición humana.