Hay que contenerse mucho para no darle un abrazo a Jesús Fernández mientras relata su vida. Son 102 años de humanidad pura. La de un hombre que luchó en la Batalla del Ebro, la más sanguinaria de la Guerra Civil, y dice sin rodeos que jamás disparó "a dar a nadie". Más de medio siglo con su mujer, Enriqueta, que "fue la mejor alhaja del mundo". Las lágrimas asoman cuando recuerda que ella murió hace tres años.

Pero ayer era día de sonrisas. El centro social de personas mayores le rindió un homenaje, por ser su socio más veterano. Una comida con cientos de invitados y a la que no faltó la Consejera de Derechos y Servicios Sociales, Pilar Varela. Fernández la recibió con un abrazo y le contó alguna anécdota de sus días en el frente: "Luego le digo más", le prometió a la responsable del Principado.

Tiene una memoria que flaquea poco. "Nací en 1916 en Urbiés, en Turón", dice, con orgullo de su valle. Antes de la guerra, afrontó varias denuncias: "Decían que había hecho propaganda, pero era mentira, yo nunca hice propaganda ni para unos ni para otros", explica. Le llamaron a filas siendo aún muy joven, y tuvo que atender. Se fue a Zaragoza y estuvo en la Batalla del Ebro.

Se queda callado un momento, y coge el bastón como si fuera una ametralladora: "Lo de la Guerra ye horrible, yo nunca disparé a nadie a dar. No sé si alguien me dispararía a mí a posta, pero yo nunca", recuerda, muy serio. Cayó herido y fue trasladado. "Me llevaron a un puesto para la jura de banderas. Aquel puesto estaba muy codiciado, porque teníamos un garitín allí y era más descansado".

Pasó la guerra y volvió a casa. Andando, desde Teruel hasta Urbiés: "Cuando eres joven no te cansa nada", ríe Jesús. Ni 122 kilómetros a pie le borraron esa bondad que se le pinta en la cara. Quizás fue eso lo que enamoró a Enriqueta, una "nena" muy joven que conoció a Jesús Fernández cuando volvió. "Para casarnos tuvimos que hacer una trampa pequeña. Ella era menor, por poco, pero le pusieron en los papeles que tenía veintitrés años". Él ya tenía treinta: "Ya era hora de que me casara".

Trabajó duro, siempre en la mina. Fue lampistero de primera en el pozo Rebaldana. Con Enriqueta tuvo seis hijos: Jesús, Dorita, Ramón, Antonio, Salomé y Neo. Los dos últimos le acompañaron ayer, muy orgullosos, al homenaje. "Es uno de los socios que más viene, estamos encantados con él, es todo vitalidad", aseguró Gema Suárez, directora del centro social de personas mayores.

-Tenemos que ir ya, papa...

Jesús se levanta de la silla y se apoya en el bastón. Hay una pregunta obligatoria antes de que se siente a comer: ¿Qué es lo mejor de una vida larga? "Poder disfrutar tanto de los hijos y de los más de veinte nietos que tengo (cuenta nietos y bisnietos). Sobre todo, haber vivido tanto con la mi Enriqueta".