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De lo nuestro | Historias heterodoxas

Los recuerdos de Alejandro "Arias"

El mierense, que trabajó en Fábrica de Mieres desde los 15 años, relata en sus memorias varios episodios relacionados con la familia Guilhou

Los recuerdos de Alejandro "Arias"

Alejandro "Arias" fue realmente Alejandro Allande Álvarez. El Arias lo llevaba su padre de segundo, pero todo el mundo lo conocía así, y seguramente la cosa venía de más atrás, porque ya saben que en Asturias los apodos pasan de generación en generación. Tuvo una larga vida: llegó al mundo el 1 de junio de 1872 y murió en septiembre de 1961, con 89 años. De ellos dedicó 64 al trabajo, ya que entró en la mina con 14 y cerró su currículo en Duro Felguera el día que cumplió los 80, con el reconocimiento de sus compañeros y un reloj de oro en el bolsillo que le regaló la empresa. Allí tuvo también su destino más estable como Jefe del Taller de Subproductos donde se transformaban grandes cantidades de carbón en alquitranes, benzoles y similares.

Si ustedes han echado cuentas verán que en la resta de años me faltan dos. No hay error. La explicación viene de un hecho luctuoso: en 1938 mataron a Gaspar, uno de sus hijos que se había echado al monte, y la represalia se extendió a su familia, de manera que las autoridades militares lo castigaron expulsándolo de la fábrica y no pudo volver hasta 1940, cuando sus jefes forzaron la reincorporación con el argumento de que sin él "el taller no funcionaba bien".

Por resumir su peripecia personal, diremos que Alejandro se casó con Tomasa Alcorta Iturrioz, una vasca de Ochandiano y con ella tuvo once hijos de los que ocho llegaron a la edad adulta. Todos los varones fueron cenetistas y militaron en el partido comunista durante la guerra, lo mismo que sus yernos, aunque él, más tradicional, simpatizó con el partido reformista y sentía devoción por Melquíades Álvarez, de quien afirmaba que era primo suyo. Los avatares de su existencia merecerían un buen libro, pero hoy debemos limitarnos a resumir un pequeño cuaderno manuscrito, de apenas 16 folios, en el que empezó a guardar sus memorias, que nunca llegó a completar.

Conozco este documento personal gracias a su nieto, Alejandro Villa Allande, actual presidente del Ateneo Republicano de Asturias y amigo, y creo que debo hacer públicos algunos de los detalles que aparecen en él, porque nos aportan datos que hasta ahora desconocíamos sobre el último cuarto del siglo XIX en la Montaña Central.

Alejandro "Arias" nació en Ablaña y sus padres lo mandaron a la escuela en la década de 1870, primero a Loredo y luego a Baiña. Dejó escrito que en Loredo el maestro se llamaba don Emilio Estrada, mientras que del de Baiña solo pudo guardar el nombre, don Bartolomé; en el manuscrito podemos leer que el paso entre las dos parroquias por el río Caudal lo hacía entonces un barquero que cobraba por este servicio una "perrina" de ida y otra de vuelta. Luego, como les sucedió a muchos niños de entonces, la llegada de la adolescencia coincidió con su incorporación a la mina, en este caso "Blancura" del término de Budilloso.

Allí comenzó ayudando al facultativo Manuel Menéndez, de Requejo, a medir los avances, a cambio de recibir cada día las clases de matemáticas que este impartía en La Pereda de seis a siete en la casa del concejal Cristóbal Suárez "Cristobalón", siendo alcalde Don Manuel Gutiérrez, y en esa explotación vivió también el accidente que sufrió José Álvarez "Pepín el Tordu", que describió perfectamente a pesar del tiempo transcurrido, porque gracias a su ayuda se resolvió felizmente y el picador logró salvar la vida.

A los 15 años, "Arias" entró en Fábrica de Mieres, como pinche en el canal que bordeaba la finca de la Casa Gerencia para llevar el agua hasta las instalaciones; después pasó ser ordenanza del ingeniero Alfonso Santos Arana, un madrileño soltero, que vivía con su madre cerca del palacio de Camposagrado y por su prestigio había sido reclamado por don Jerónimo Ibrán para la Fábrica superando el sueldo que cobraba en la Sociedad Hullera Española. Nada menos que 90 duros mensuales. Uno de esos datos que antes les anunciaba es el saber que la pensión de viudedad de la madre del ingeniero, doña Carmen Arana, se cobraba en la casona de Viade, en el valle de Cuna, donde se encargaba del pago el juez de Mieres Restituto García Tuñón.

Las notas de Alejandro Allande también aportan unas cuantas novedades sobre el entierro del fundador de Fábrica de Mieres Numa Guilhou, fallecido en El Padrún en 1890.

En otras ocasiones he escrito sobre este acontecimiento local, pero ahora podemos añadir que el cadáver fue embalsamado en presencia de Alfredo Santos y del propio Jerónimo Ibrán, y que luego fue llevado hasta el taller de laminación de "Quintana" en un faetón tirado por cuatro caballos empenachados propiedad de los Orgas de Oviedo, la única casa que entonces se dedicaba a estos servicios.

A la vez, estos recuerdos confirman que el cuerpo se metió en tres cajas -plomo, cinc y caoba- y fue expuesto durante tres días, y al final con el paño negro que adornaba la capilla la familia hizo trajes que repartió a los pobres de la parroquia. Pero lo curioso es conocer que la nieta del patrono, Jacqueline Guilhou acudió al entierro con un llamativo vestido rojo traído desde París, lo que en esa época parece una evidente falta de respeto.

El detalle tiene más importancia del que puede parecer si lo vinculamos con este fragmento del Acta del Consejo de Administración de Fábrica de Mieres celebrado el 4 de noviembre de 1887, menos de un año antes de la muerte de don Numa:

"La Sociedad tenía o tiene pendiente una cuenta que arrojaba un saldo de que era deudor importante 797.884 pesetas 20 céntimos por los conceptos que se detallan y que constan al folio 180 del libro 'de Cuentas Corrientes' que lleva la Sociedad, con cuyo saldo se había manifestado conforme el señor Guilhou. Que a pesar de los respetos y consideraciones a que era acreedor por parte de la Sociedad, los deberes de los respectivos cargos confiados a los reunidos les colocan en la dura a la par que imprescindible necesidad de tener que recurrir a los Tribunales Ordinarios de Justicia para garantir y asegurar el cobro de la expresada suma que con tal objeto había ya recurrido ante el juzgado de 1ª Instancia de Lena el Señor Director Don Jerónimo Ibrán".

Es indudable que el final de Numa Guilhou no fue tan tranquilo como creíamos hasta el momento. Los problemas financieros lo llevaron a ser relevado de la presidencia el 2 de abril del año siguiente, para ser reelegido el 30 del mismo mes de abril de aquel 1890. Ahora, estos apuntes dejan abierta la puerta a que sus relaciones familiares también se hubiesen deteriorado.

Alejandro Allande Álvarez fue testigo de otros acontecimientos vinculados con los Guilhou. Jacqueline, que se había quedado a residir en la Gerencia con sus padres y su hermana Marta, se casó con don Pedro Pidal a los dos años del entierro de su abuelo, y de nuevo encontramos en el cuaderno otras anotaciones que nos acercan al detalle de aquella ceremonia que se celebró en la capilla de la Fábrica, con centenares de invitados vestidos de rigurosa etiqueta.

Los de Paris y Madrid, llegaron hasta Ablaña en dos o tres trenes de lujo y todos los hombres llevaron frac y sombrero de copa alta formando un desfile nunca visto en Mieres; al mismo tiempo, la empresa aumentó aquel día un real en cada jornal y, ya por la noche, el novio dio orden de dejar el paso libre a la gran pomarada que rodeaba la Gerencia, que una multitud de jóvenes y no tan jóvenes se encargó de dejar pelada en un santiamén.

Ahora vean este párrafo que nos da una idea sobre la personalidad de la novia: "recuerdo que por la noche, en el jardín, la novia, luciendo un hermoso vestido blanco, una cola que se podría comparar en longitud a la del cometa Halley, y la corona nupcial, se confundía con el público entusiasmado de tan preciosa compañía; pues bien, estaba comiendo avellanas y le introducía cáscaras de las mismas en el roncón de la gaita a 'Ortigalón' el gaitero, proporcionando con ello una especie de intoxicación al roncón, que repetidas veces hubo de desarmarlo y volcarlo el gaitero, que no acertaba a explicarse aquel constipado que deslucía sus escogidas piezas de música del país".

Les he dicho más arriba que los recuerdos de Alejandro "Arias" ocupan 16 folios, pero son tan densos que ya no tengo espacio para más y apenas llevo resumidos un tercio de esos apuntes. Comprenderán que deje pendiente una segunda parte, así que me comprometo a seguir con ellos dentro de unas semanas.

De cualquier forma, no estaría de más que este cuaderno se publicase íntegramente. Supongo que ya se habrán dado cuenta de su interés.

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