En plena explosión de protestas contra la libertad provisional para "la Manada", en pleno y necesario auge del empoderamiento de la mujer, aparece en escena el langreano Jesús Rodríguez Sendarrubias. Un hombre que tiene un objetivo: poner rostro a los clientes de la prostitución -un 20% de los españoles aseguran haber sido clientes, según un informe de la Delegación del Gobierno-, normalizar este servicio y conseguir su legalización. Lo hace con nombre, apellidos y foto a color. Militante de Podemos, tiene el mote de "putero de izquierdas". No le ofende. Reconoce que no es feminista y que "esa etiqueta" no define a la izquierda. Cada afirmación suya, parece la pieza de un discurso bien ensayado: "Apoyaría una candidatura encabezada por una trabajadora del sexo, tiene que haber putas en las instituciones".

Falta poco más de un mes para que Sendarrubias, trabajador en un centro telefónico de atención al cliente, cumpla 32 años. Atrás queda aquel día, a los quince, cuando un amigo le dijo que fueran a un prostíbulo. Aquella noche, temblaba de nervios. Ahora, defiende seguro que su declaración pública es "un acto de sinceridad para abrir un espacio de reflexión necesario". "En una sociedad moderna y avanzada, tenemos que quitarnos la venda de los ojos y asumir que la prostitución es un fenómeno cotidiano y social". Y, añade, "quienes estamos comprometidos con el progreso social y con la izquierda, debemos visibilizar la realidad sin trampantojos".

- ¿Nunca se pregunta por qué esas mujeres ofrecen servicios sexuales?

-¿Me pregunta de forma velada por la trata?

- Le pregunto por la trata, y no de forma velada.

"De la trata no sé nada, salvo que consiste en un delito cuyos responsables deben ser perseguidos por la justicia y castigados con todo el peso de la ley", replica, para añadir que él habla de "prostitución libre y voluntaria". Y su tono se vuelve aún más tajante: "Decir, como dicen algunos sectores abolicionistas o feministas radicales, que el 90 por ciento de las mujeres que ejercen la prostitución en España lo hacen coaccionadas u obligadas por un tercero es falso de toda falsedad". Esta afirmación "supone un insulto para las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado".

Jesús Rodríguez hace referencia al informe de Evaluación del Grupo de Expertos sobre la Lucha Contra la Trata de Seres Humanos (GRETA), encargado por el Parlamento Europeo: "Los resultados indican que apenas el dos por ciento de las trabajadoras del sexo son víctimas de trata". Aún así, reconoce que es un problema grave: "Apuesto por una prostitución legal, que reconozca y respete los derechos de las trabajadoras sexuales y ayude a combatirla".

Un primer paso para lograrlo, asegura, es "olvidarse de las etiquetas que han creado los sectores feministas radicales". A la prostituta, afirma, "la han etiquetado como una mujer victimizada, perdida o con la capacidad de decisión anulada". A los consumidores de sus servicios, "se nos tilda de bestias, machistas, o personas sin escrúpulos".

Una imagen, defiende, que no es su realidad. Jesús Rodríguez Sendarrubias tiene dos hijos, está divorciado. "No quiero tener pareja. Tengo compañeras sexuales, no tengo problemas para relacionarme con las mujeres, de vez en cuando contrato un servicio sexual porque es una opción más para desarrollar mi sexualidad".

Otra vez las etiquetas cuando le preguntan si su postura no "choca" entre sus compañeros de Podemos. "No me considero feminista, soy de izquierdas con convicciones de izquierdas. Las etiquetas no sirven para matizar mis posiciones, me opongo a que la izquierda asuma un feminismo de corte radical, abolicionista y andrófobo".

Dicen que el amor ha desatado grandes guerras. Casi al final de la conversación, Sendarrubias reconoce que comprendió la realidad de la prostitución durante su matrimonio con una trabajadora sexual. Duró cinco años y tuvieron un hijo.

- ¿Y fue difícil?

-Le garantizo que se puede perfectamente ser compañero sentimental de una mujer prostituta. Sólo hay que amar, comprender y constituirse en un firme aliado de sus derechos laborales, sindicales y civiles.