Puede que nunca haya tenido un ídolo, pero está a punto de ser fan del langreano Marcos Cuesta Gallego. Dieciocho años de caminar lento pero siempre hacia adelante, ojos que parecen no perder detalle para que la vida no pase sin más. A los 4 años le diagnosticaron un retraso psicomotor que le afecta al movimiento y al habla. Tiene un 38 por ciento de discapacidad reconocida. Un porcentaje, un número escrito en un papel, que no le robará ni un sueño. Terminó en mayo sus estudios de Bachillerato y aprobó la EBAU en la convocatoria de este mes. Quiere cursar el grado de Historia. Escuchará más clases, pero la mejor lección de esfuerzo la dará siempre él.

Marcos está sentado en un banco del Parque Viejo de La Felguera. Junto a él hay una mochila.

- ¿Pero aún vas a clase?

-Sí, de inglés. Quiero acabar el mes.

Tesón puro, nunca deja nada a medias. Al rato llegan al parque su padre y su hermana, José Antonio y Esther Cuesta. Su madre, Sandra Gallego, está en el trabajo. Les parece que fue ayer cuando Marcos aprendió a leer: "Le encantaba, aún ahora le gustan mucho los libros, no suele dejar ninguno sin terminar", sonríe su padre. Marcos confiesa que de niño se negaba a apagar la luz para seguir leyendo aquellas historias de un perro detective. También le gustaban las tardes de deberes en Primaria: terminó en la escuela sin dificultad.

Luego empezó la ESO en el Instituto Santa Bárbara. "La verdad es que el Bachillerato me ha costado un poco más", reconoce Marcos, jugando con un asa de su mochila. Está un poco cohibido, pero se nota que la conversación le entretiene porque habla de su pasión: los estudios. "Escogí el Bachillerato de Humanidades". Su asignatura estrella, no cuesta imaginarlo, era Historia. No tenía ninguna clase "atragantada", aunque en segundo cambió la optativa de Griego por Historia del Arte.

De lunes a domingo, dedicaba tres horas a los estudios. "Llegaba de clase, comía y me relajaba un poco antes de ponerme a estudiar", afirma. Día tras día. Y tuvo que compaginar el curso con sus sesiones de logopedia y fisioterapia, servicios a los que accede a través de la Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (Cocemfe). También con sus clases de kárate, un deporte que le apasiona.

Su padre interviene: "La verdad es que su madre y yo estábamos un poco preocupados por él. Le decíamos que se relajara y que si le quedaba alguna asignatura, tendría más oportunidades". Pero él no bajó el ritmo y tampoco quiso que nadie le ayudara. Decidió que sólo el esfuerzo hablaría por él. En las visitas al Instituto Santa Bárbara, sus padres percibieron siempre cariño y admiración hacia el joven: "Nos decían que querían muchos Marcos en clase, que es un ejemplo de trabajo", asegura su padre, todo orgullo.

No es para menos. Por fin llegó la EBAU, días de muchos nervios. La tensión le dejó una marca: Marcos aún tiene un brote de psoriasis entre los dedos de la mano derecha. Cuando recuerda el día que vio su nota, el aprobado más merecido de esta convocatoria de la prueba de acceso a la Universidad, sí se emociona: "Me puse muy contento, me acordé de todas las prisas por llegar a casa después de clase, de todos los días que pasé estudiando después de clase... me puse contento de verdad", señala.

Ahora le espera un verano de descanso y de disfrutar. De salir a dar una vuelta con Moisés, el compañero que le dio más consejos durante el Bachillerato y un amigo muy importante para él. Helados, algún viaje por Asturias y prepararse para la Universidad. También de terminar la trilogía "Divergente", que es "buena" pero que nunca ocupará el lugar de "libro preferido" que otorga a todas las entregas de "Harry Potter". La recompensa que pide por sus notas: "Celebrarlo juntos toda la familia". Imposible no ser fan.