A Raúl, con 5 años recién cumplidos, le cuesta seguir las normas. Marta, que cursará segundo de Primaria, no está quieta en clase ni un solo momento. David, que empezará al colegio en septiembre, se niega a quitarse el pañal. ¿Rebeldía o trastorno del espectro autista (TEA)? ¿Inquietud propia de la edad o trastorno de déficit de atención (TDA)? ¿Desobediente o con un problema médico? Hacer un diagnóstico acertado lleva tiempo, y los doctores de las Cuencas van contra el reloj.

El servicio de salud mental infanto-juvenil de las áreas sanitarias del Nalón y el Caudal (nombradas áreas VIII y VII, respectivamente) atiende actualmente a 440 niños y adolescentes menores de 15 años. Son tres de cada cien vecinos en esta franja de edad (un total de 12.480, según el Instituto Nacional de Estadística). Esta cifra supone un 28 por ciento más de los pacientes que atendían los profesionales antes de la crisis, y va en aumento: cada año, se reciben una media superior a 200 nuevas consultas. Los responsables del servicio aseguran que están en una situación "precaria", sólo con una psicóloga y un psiquiatra, y avisan de que "la falta de personal y materiales" acarreará problemas en la sociedad. Los más graves: un "sobrediagnóstico" y una alta tasa de menores medicados en las Cuencas.

Más pacientes que nunca, pero con el mismo personal que hace tres décadas. César Luis Sanz de la Garza, psiquiatra infanto-juvenil en las Cuencas, explica que el servicio empezó a funcionar en 1989. "Entonces, formaban la plantilla una auxiliar de psiquiatría, un psiquiatra, una psicóloga y una trabajadora social", señala. Exactamente los mismos puestos que ahora. Pero, al otro lado de la mesa de la consulta, la silla está mucho más ocupada: en 2001, con 15.983 menores de 15 años en las Cuencas, el número de pacientes era un 28 por ciento menor al actual.

Papás y mamás sin trabajo, cambios de residencia, apretarse el cinturón hasta en clase? La crisis económica ha disparado las consultas de salud mental entre los más jóvenes de la casa. "Hubo un pico en 2015, cuando llegamos a los 350 pacientes de psiquiatría, lo que supuso un incremento del 42 por ciento de la atención desde el inicio del servicio. Desde entonces, ha seguido incrementándose poco a poco", afirma Sanz de la Garza.

En consulta también perciben un aumento de los "hiperniños", también denominados "hijos del estrés": pequeños "hiperestimulados", ocupados continuamente en actividades académicas o lúdicas siempre programadas y con un objetivo. Tienen poco tiempo para desarrollar su ocio sin estructurar y les cuesta mucho decidir.

Estos aspectos, junto a otros como los cambios en el estilo de vida, han derivado en la situación actual. La psicóloga de salud mental infanto-juvenil en las Cuencas tiene en seguimiento a 210 pacientes. El psiquiatra, 230 casos. Las primeras consultas en psicología, durante 2017, fueron 144. En psiquiatría, se registraron 130 casos nuevos. Esperan un volumen similar al cierre de este año. "Estamos colapsados. Se necesita, al menos, un profesional más para que la atención sea la adecuada", apunta el doctor. El área sanitaria ha presupuestado ya la contratación de un nuevo profesional en psicología, pero hace seis meses que están esperando.

Esta "precariedad" en el servicio de salud mental infanto-juvenil en las áreas sanitarias de las Cuencas tendrá consecuencias. Cada vez más etiquetas, niños con diagnósticos dictados con poco tiempo para una evaluación a fondo. Más recetas para fármacos, que ofrecen una solución más rápida pero que podrían convertir a esos niños en adultos con síntomas cronificados. Poca tirita para heridas que, casi siempre, necesitan sutura: "El problema es que, si nosotros no damos una solución a los problemas de sus hijos, las familias la buscarán en otra parte", señala el Sanz de la Garza.

Para una terapia psicológica, a través del servicio, faltan huecos en la agenda. La psicóloga tiene una demora media de 56 días para una primera consulta. Son 52 días para una revisión: "Las consultas son una vez al mes cuando, en la mayoría de los casos, son necesarias dos al mes como mínimo. También son necesarias sesiones grupales y una atención individualizada para cada paciente", apunta el doctor. En psiquiatría infanto-juvenil, la lista de espera tampoco es baladí: 66 días de demora para una primera consulta, frente a 69 días para una revisión. Ni siquiera tienen suficientes recursos para la atención, escasean hasta los colores para pintar. Son los propios profesionales los que aportan juegos y otros materiales.