Aquilino Fernández -"Quilino el de Polio"- vivió su adolescencia con dureza. Tres de sus tíos fueron pioneros en la guerrilla asturiana y él mismo empezó a desempeñar labores de enlace en 1945, cuando contaba 17 años. Al cumplir los 20 pidió el ingreso en el Partido Comunista; sufrió los interrogatorios en las comisarías del franquismo y conoció las cárceles del norte de España, desde Lérida hasta Oviedo, pasando por Zaragoza, Palencia o León. Aun así, cuando se acentuó la caza del hombre en los montes de Asturias su casa se convirtió en un oasis para camaradas y represaliados que buscaron refugio en ella.

Hablando con él siempre se aprende algo: afluyen los nombres y las fechas que guarda con una memoria prodigiosa y cada conversación se convierte en una lección de historia en la que nunca falta el recuerdo de un anochecer sangriento: el del 30 de diciembre de 1951.

Quilino había recibido aquella tarde el aviso de que subiese hasta un enclave del monte conocido como La Muezca para encontrarse con unos guerrilleros y cumplió lo pactado acompañado por Cipriano, un amigo de Los Quintanales. Según lo previsto, en las portillas de hierro del prau del Ferreru los esperaban Ramón González "Ramonón", de Les Codes de La Nueva, y Antonio, un recién llegado enviado por el Partido, al que conocían como "el Maqui" porque había estado en la resistencia francesa.

Después de un rato mandaron bajar a Cipriano y se quedaron los tres charlando mientras la noche se les echaba encima, hasta que decidieron acercarse a una cabaña próxima, donde en el verano se servían bocadillos y en los meses fríos quedaban guardados los enseres y la bebida. Ramón pensó en llenar allí su bota de vino mientras Quilino y Antonio esperaban fuera, y entonces los acontecimientos se precipitaron: los dos hombres vieron unas siluetas recortarse en el borde del prado y susurraron unas palabras, pero el silencio del monte hizo que su voz se oyese con más claridad. De repente el cielo se iluminó con ráfagas de ametralladora y explosiones de bombas de mano que les obligaron a escapar de la encerrona rodando por la ladera.

Aquilino, buen conocedor del lugar, lo consiguió saltando una sebe para dirigirse después hasta el pueblo de Les Duernes, sin embargo Antonio no pudo lograrlo y perdió su vida en la emboscada. Luego su cadáver fue bajado en un macho hasta Santa Rosa donde estuvo expuesto delante de la iglesia antes de ser enterrado en el cementerio de Vegadotos. Hasta allí se acercó la familia de Ramón para comprobar si el muerto era él, desconociendo todavía que había logrado huir alejándose de la cabaña en la dirección opuesta al tiroteo.

Este testimonio de Aquilino Fernández ha sido recogido en varios trabajos, entre ellos el libro de Nicanor Rozada "¿Por qué sangró la montaña?", y también por Luis Felipe Capellín en un corto-documental de diez minutos titulado "Antonio el Maqui", pero fue Gerardo Iglesias quien lo completó con más detalles en "Por qué estorba la memoria", una exhaustiva publicación donde se repasa la historia de la guerrilla en Asturias desde la pérdida del Frente Norte hasta 1952, cuando cayó precisamente Ramón González, en La Camocha de Gijón, convirtiéndose así en el último guerrillero muerto en Asturias.

Quilino nunca pudo olvidar este episodio en el que estuvo a punto de dejar la vida, pero después de despejar todas sus dudas y aclarar las circunstancias que rodearon aquella tarde, aún le quedaba algo pendiente que se empeñó en solucionar. Él fue el último en hablar con Antonio el Maqui, un hombre que había muerto defendiendo la Libertad en Asturias y del que no se conocía nada más. Su corazón le decía que debía recuperar su verdadera identidad para la historia.

Quienes andamos en estas cosas sabemos lo difícil que resulta llevar hasta el final una investigación cuando no hay datos en los que apoyarse, y en este caso sólo se conocía un nombre propio, un apodo y dos evidencias: se trataba de alguien que había combatido en la resistencia francesa y había llegado hasta aquí enviado por el Partido Comunista. Aquilino pudo añadir más tarde otro dato al leer en su partida defunción que Antonio llevaba una documentación falsa a nombre de Agustín Redondo López.

El investigador Secundino Serrano en su libro "Maquis, historia de la guerrilla antifranquista" apuntó la misma identidad escribiendo que "Agustín Redondo López "Antonio el Maqui" había sido enviado por los dirigentes de Toulouse para intentar detener la dialéctica represión-contrarrepresión que se estaba produciendo en Asturias y, al mismo tiempo, planificar la marcha a Francia". A la vez se ocupó del caso Ramón García Piñeiro en su extenso trabajo "Luchadores del ocaso. Represión, guerrilla y violencia política en la Asturias de posguerra (1937-1952)", y otros como José Ramón Gómez Fouz, quien en "La brigadilla" equivocó su procedencia al anotar que "otro que también fue muerto en esa época es un santanderino al que llamaban Antonio el Maqui".

Después de intentarlo por otras vías, Quilino se decidió a consultar el asunto con su amigo Gerardo Iglesias y este no tardó en tomar la búsqueda como algo propio. Primero acudió a los archivos del PCE, pero allí no constaba que desde los órganos de dirección se hubiese enviado aquel año a nadie con ese nombre hasta las cuencas mineras, por lo que estaba claro que el nombre de Antonio era una tapadera inducida por razones de seguridad.

En cambio en un informe sobre la situación y actividad de la organización firmado por Santiago Carrillo en 1952, se cuenta como sí llegó a Asturias en el verano de 1951 un tal Rubén junto a otro compañero llamado Pascual con el objetivo de "reorganizar el partido sobre nuevas bases, dando de lado a los viejos guerrilleros". Porque debemos saber que en aquel momento había una situación de conflicto con los fugaos que actuaban en muchas ocasiones tomando sus propias decisiones sin someterse a la disciplina del exterior.

También había en el archivo un segundo documento, elaborado por el mismo Pascual, donde contaba su llegada a Pola de Lena y su decisión de trasladarse hasta La Cerezal, en Sotrondio, para encontrase con otros comunistas que conocía de atrás, evitando el contacto con la guerrilla y especialmente con Andrés el Gitano, aunque finalmente el encuentro tuvo lugar y los dos hombres, lógicamente, fueron interrogados por los del monte.

Pascual y Carrillo discreparon en su interpretación de lo ocurrido. Mientras el primero escribió que llegaron al acuerdo de que el grupo armado no iba a estorbar la actividad política e incluso los guerrilleros se comprometieron a darles las facilidades y los puntos de apoyo que pudieran, para el secretario del PCE los enviados por la dirección fueron hechos prisioneros por los guerrilleros y salieron del paso gracias a que "Quirós les ayudó y el Peque y el Rubio no siguieron al Gitano hasta donde este quería llegar en su provocación". Pero lo que ahora nos importa es saber que cuando Carrillo hablaba de Rubén, Pascual lo hacía de Antonio, lo que significaba que se referían al mismo hombre.

Gerardo Iglesias siguió aquella pista, encontrando a un luchador llamado Rubén al frente de las guerrillas de Aragón en los años 40. Seguramente Carrillo podía confirmar la relación, pero no lo hizo ni en uno ni en otro sentido, y entonces volvió el vaciado de archivos hasta que apareció una autobiografía en la que ese nombre se identificaba con Eusebio Moreno Planisolis, nacido en una familia campesina de Fonz, un pueblo de Huesca. Quedaba pendiente asegurar esta identidad con su familia y la suerte quiso que aún viviese uno de sus hermanos, Rodrigo Moreno Planisolis, quien recibió la noticia ya con 90 años, y pudo confirmar que Antonio había combatido en Aragón y desde allí pasó a Levante, donde se había perdido su pista.

Al otro lado del teléfono, Rodrigo le dijo a Quilino que una vez encontrado el rastro de su hermano ya podía morir tranquilo, y sus palabras fueron premonitorias, porque falleció al poco tiempo. Sin embargo, otros familiares residentes en Cataluña sí pudieron acercarse después hasta Vegadotos para poner unas flores en su tumba y agradecerle a Quilino su empeño.

Antonio el Maqui ya tiene biografía: participó en la batalla del Ebro en 1938 con la 3ª División del Ejército de la República, tras la guerra fue internado en el campo de Argelés-Sur-Mer, de donde intentó huir, siendo detenido de nuevo e ingresado en un batallón de trabajadores; luego combatió contra los nazis en el maquis francés y estuvo en el Regimiento de París, mandado por el legendario coronel Fabien, antes de volver a España para sumarse a la guerrilla comunista.

Ahora descansa para siempre en Vegadotos y los asturianos, gracias a Aquilino Fernández y Gerardo Iglesias, conocemos su verdadero nombre: Eusebio Moreno Planisolis.