Nunca se sabe dónde aparecerá una buena historia. Como la que guardaban unos cuadros de pintura abstracta, que recuerdan a Jackson Pollock, colgados en la llibrería-café La Llocura de Mieres. Los firma Giancarlo de Rosa, un romano de nacimiento con alma mierense (casado con una vecina de la villa) que tuvo un papel protagonista en la primera película de Bernardo Bertolucci (ganador de nueve Premios Oscar con "El último emperador" y director de la polémica obra "El último tango en París"). Así que muchos admiraron esos cuadros, sin saber que cada trazo escondía el pulso de un hombre con una existencia rápida, de genio.

-Non tengo niente importante que dire.

Giancarlo de Rosa responde, al otro lado de la línea telefónica, que no tiene nada importante que decir. Como si su vida no fuera para contarla. Se expresa con una mezcla de castellano e italiano única, que nunca perdió pese a su larga estancia en España. Regresó hace poco a Roma, delicado de salud, tras más de una década en Mieres. Quizás sea un buen punto de partida para el relato, por mucho que él le quite importancia, aquella tarde que su amigo Bernardo (Bertolucci) le propuso participar en una película: "Él è un genio, él tenía sueños grandes".

De aquel sueño grande nació "La commare secca" ("La cosecha estéril", 1962). Fue la primera película de Bertolucci: una historia con guión de Pier Paolo Pasolini que arranca con el asesinato de una prostituta y que se narra a través de los interrogatorios de varios sospechosos. De Rosa protagoniza a Nino, uno de los chavales que se dedica a robar a parejas de enamorados en el bosque. Fue la presentación de Bertolucci a un público que lo recibió con los brazos abiertos. Así nació una estrella del cine y se fortaleció una amistad que mantuvieron, por muchos kilómetros que los separaran, amén de largas conferencias.

Giancarlo y la cámara se llevaron bien, pero él quería encaminar su carrera artística hacia la pintura. Exposiciones, inauguraciones, fiestas que se alargaban más de la cuenta. Hasta que llegó el amor, y lo volvió todo redondo. Ocurrió en una sala del hotel Sheraton de Casablanca (Marruecos). Fue donde Giancarlo conoció a la mierense Alicia González Nogal: "Yo tenía dos empresas y estaba viviendo allí. Una amiga mía de Marbella me llamó porque estaba organizando una exposición de Giancarlo, y yo le dije que las mejores salas estaban en el Sheraton", explica ella. Él era "guapo a rabiar", pero ella no fue fácil de conquistar. Dice que, al principio, De Rosa le pareció "muy complicado, siempre de fiesta en fiesta y hablando con periodistas". Empezaron a conocerse y, tras un año de novios a distancia, formalizaron la relación. Llevan treinta y cuatro años casados.

"Nos vamos a Londres, no hagas la maleta porque no tenemos tiempo". Giancarlo siempre sorprendía a su mujer con viajes, con giros argumentales que no estaban escritos. Su carrera fue ajetreada, le gustaba vivir rápido y guiarse por el genio creativo. "Ganó mucho dinero, pero también invirtió mucho en su sueño", dice Alicia. Altos alquileres para estudios, costosas fiestas para inauguraciones. "Había días que se levantaba a las dos de la mañana para trabajar", recuerda ella. Tuvo en su cartera de clientes al diseñador Valentino, su mejor coleccionista fue un importante empresario del sector de seguridad. Organizó una exposición a propuesta de la princesa Lalla Salma de Marruecos. Aún hoy, la galería Margutta (Roma) le pide nuevas obras para exponer.

La salud le ha obligado a detener la marcha, ahora vive tranquilo en Roma. Alicia González dice que se lo pensaría dos veces para repetir su vida: "Fue cansado, no era fácil seguirle el ritmo". Pero enseguida recuerda lo que hizo que todo mereciera la pena, lo que la enamoró de Giancarlo: "Su corazón, su humanidad". Una entrega total hacia los demás, que quizás heredó de su madre. Mamá biológica de nueve pequeños, adoptó a cinco niños judíos huérfanos. De Rosa tiene ahora cuarenta y dos sobrinos.

Una conversación de veinte minutos sirve para que Giancarlo muestre esa faceta suya que aviva los corazones: "¿Le gustaron mis cuadros?, coja el que más le guste y prendilo (llévelo) a casa". Le preguntan si enamoró a muchas chicas: "De soltero me gustaban las mujeres, siempre con respeto. Luego llegó el vero amore, Alicia".