Las diferentes asociaciones de pescadores asentadas en la región andan estos días especialmente atareadas. Es temporada repoblación y cientos de miles de alevines de trucha se están soltando en los cauces. La Asturiana de Pesca se afana con esmero en esta tarea y, en colaboración con las sociedades de Morcín y Riosa, acaba de depositar en las aguas de la comarca del Caudal 40.000 de estos jóvenes ejemplares. Lo destacado es que todos ellos son descendientes de la treintena de ejemplares que en 2009 fueron recogidos en un pequeño arroyo que desemboca en el Aller. Sus características rompían con la semblanza hasta entonces conocida de estos animales. La bautizada como "trucha allerana" aletea ahora por todos los ríos de la región: "Desde hace años es la especie con la que repoblamos nuestros ríos y se ha adaptado perfectamente, conviviendo sin ningún problema con el resto de variedades", señala Ignacio Fernández Cerra, delegado de la Asturiana de Pesca a nivel comarca.

La última suelta de alevines de "trucha allerana" se ha abordado en ríos de montaña de Morcín y Riosa. La Asturiana de Pesca lleva ya un lustro trabajando casi en exclusiva con esta especie criada en el laboratorio de Cabañaquinta. El resultado es que esta apreciada variedad ya hace tiempo que se pesca en Villaviciosa, Gijón o Grado. Las sucesivas repoblaciones han sido un éxito y esta variedad autóctona está totalmente extendida por la región. "Se pueden encontrar en cualquier punto de Asturias. Al final se ha logrado que forme parte del ecosistema fluvial asturiano ", apuntan los pescadores.

La "trucha allerana" ha pasado en menos de una década de estar confinada en un perdido arroyo de montaña a campar a sus anchas por casi todos los ríos de la región. La Asturiana de Pesca consiguió en 2009 depositar en su laboratorio de cría de Cabañaquinta un valioso tesoro que entusiasmó a los federativos. Era una treintena de truchas recogidas en un pequeño riachuelo sin nombre. Se apreció que sus características rompían con la semblanza hasta entonces vinculada a estos animales. Se sentenció que se había encontrado una variedad de trucha "desconocida".

Esta misteriosa colonia de truchas vivió durante décadas en un ecosistema casi cerrado, en un mundo acotado sin posibilidades de mutación. Uno de los encargados del laboratorio de Cabañaquinta fue el intrépido explorador protagonista de la historia. Encontró un pequeño arroyo en pleno monte, cuya parte superior se encontraba protegida por un salto de agua conformado por una pared de roca. La espesa vegetación apenas dejaba entrever el discurrir del pequeño río, cuya presencia era más perceptible con el oído que con la vista. Tras adentrarse curso arriba, se encontró con una importante población de truchas. Debido a las características del cauce, estaban en una especie de recinto natural cerrado, sin poder salir al exterior. Pronto notó algo extraño. Los solitarios peces parecían mimetizarse perfectamente con el entorno y, cuando los examinó más detenidamente, encontró una particularidad en común. Tenían una pequeña mancha en forma de T en la cabeza que no aparece en el resto de la especie. Esa "T" es ahora marca registrado de la más apreciada trucha asturiana.