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De Lo Nuestro | Historias Heterodoxas

Una anécdota del puente de Treto

La relación de Fábrica de Mieres y Ernesto Guilhou con el paso que conecta las dos orillas de la ría de Asón, de 161 metros, en Cantabria

Una anécdota del puente de Treto

Les dije hace unas semanas que volveríamos más veces a contar cosas del diario inédito de Alejandro "Arias" porque está plagado de anécdotas y datos curiosos que no han salido nunca a la luz. Después de agradecer de nuevo a su nieto Alejandro Villa que me haya dado la oportunidad de dar a conocer este interesantísimo testimonio, hoy les traigo otro pequeño capítulo que tuvo por escenario el puente de Treto, en cuya construcción, a finales del siglo XIX, tuvo mucho que ver Fábrica de Mieres, que en aquel momento gozaba de un gran prestigio en este tipo de obras. Pero antes es preciso acercarnos un poco a la historia del propio puente para entender mejor esta anécdota.

El paso que conecta las dos orillas de la ría del Asón entre las localidades de Colindres y Adal-Treto siempre fue un punto estratégico para transitar por la costa cántabra y durante siglos solo se pudo hacer en diferentes tipos de embarcaciones. Existen documentos del siglo XV que ya citan el lugar como fundamental para los peregrinos que recorrían este camino costero hacia Santiago de Compostela si querían evitarse un enorme rodeo, pero seguramente este medio de transporte fluvial ya venía utilizándose desde época romana.

A lo largo de tanto tiempo, el control de esta actividad, que proporcionaba unos buenos rendimientos, fue aprovechado alternativamente por la Iglesia y la nobleza de la zona hasta que la desamortización de Mendizábal la puso en manos del Estado. Entonces se hicieron obras de mejora en los atraques y se modernizaron las embarcaciones, que crecieron en eficacia y también en tamaño porque el número de viajeros y la cantidad de mercancías aumentaba de año en año.

De esta forma, en 1864 se puso en el río una enorme barcaza que movían tres bancadas de remeros y contaba con una gran plataforma capaz de llevar cuatro coches con sus caballerías. Pero aún así, pronto se evidenció que tampoco bastaba para el movimiento comercial que estaba experimentando la zona por lo que se pensaron otras soluciones como la construcción de un puente flotante, que nunca llegó a realizarse.

Por fin en 1882 se presentaron varios proyectos para la construcción de un puente estable. El más apropiado resultó ser el del ingeniero Eduardo Miera, quien propuso una construcción de hierro con un diseño inspirado en las obras de Gustave Eiffel que contaba con un tramo central giratorio para poder alternar el paso de vehículos y embarcaciones.

Todos estaban de acuerdo en que esta parecía ser la solución definitiva, pero tenía el problema de su alto coste, por lo que fue rechazada en dos ocasiones antes de acabar aprobándose en 1893, aunque como sucede siempre con estas grandes obras, también hubo quien lo consideró un perjuicio para sus intereses comerciales.

En este caso fueron las comarcas interiores del Asón que rechazaron desde un principio el puente porque temían con razón que bloqueara el tránsito mercantil por la ría relegando a sus pueblos. De manera que se suscitó un apasionado debate entre los defensores del puente llamados "Tretistas" y estos opositores, conocidos como "La Contra".

Después, a las dificultades económicas y el enfrentamiento entre pueblos se sumaron otros inconvenientes técnicos que acabaron llevando el encargo de la obra hasta Fábrica de Mieres, donde se introdujeron algunos cambios para modernizar los planos iniciales adecuándolos a la Real Orden el 16 de julio de 1878, que regulaba la construcción de puentes metálicos.

Entre unas cosas y otras, el inicio de las obras se demoró hasta 1897 y Treto se convirtió en un foco de atracción para trabajadores de todo tipo, desde peones sin cualificar hasta especialistas que vieron abierta la posibilidad de contratos de larga duración, y junto a ellos los desplazados por la propia Fábrica desde Mieres, entre los que se encontraba Alejandro "Arias", quien vivió aquel tiempo de cambio en el que una parte de la estructura del puente convivía con la antigua gabarra que estaba a punto de pasar a la historia. Entonces acaeció lo que ahora les transcribo tal y como él lo escribió en su diario:

"Un día pasaba en la barcaza un largo y elegante coche tirado por cuatro lujosos caballos. En el coche iban un caballero y una señora. Según dicho caballero nos explicaría más tarde, le llamó la atención la obra y preguntó a los barqueros qué iban a hacer allí, contestándole uno de ellos que aquello era para quitarles el pan a ellos. "Hombre, ¿Y cómo así?". "Es que aquí van a hacer un puente para suprimir las barcas". "¿Saben ustedes quién hace estos trabajos?". "Dicen que es un francés muy rico que es dueño de una gran fábrica en Asturias, que llaman Fábrica de Mieres". "¿Quiere hacerme el favor de volver a tierra?".

Al ver que la barca retrocedía me fijé en ella y vi que echaban pie a tierra el caballero y la señora, y según se aproximaban a la obra pude reconocer a don Ernesto Guilhou y a su señora, y viendo que el portero no les permitía la entrada me apresuré a comunicárselo al señor Ardura, que corrió a su encuentro ordenando abrir la portilla.

Después de referir lo que le habían dicho los barqueros y enterarse superficialmente del estado de la obra dijo que venía de París pues se le había antojado a Enriqueta ir de París a Mieres por carretera. Nos dejó diez duros para que tomáramos unos refrescos a su salud. También a los barqueros les dejó cinco duros para que tomasen un vaso de vino a la salud del francés rico que era, ni más ni menos, que el propio dueño de Fábrica de Mieres".

Alejandro estaba allí desde el inicio de la obra, trabajando en las cepas y estribos del puente y conocía bien a los Guilhou porque los había visto muchas veces asistiendo como espectador a sus ceremonias familiares, por eso se dio cuenta desde lejos de que quienes eran los rumbosos personajes que se estaban desplazando desde Francia hasta Mieres en coche de caballos.

El puente de Treto, cuya longitud es de 161 metros, acabó haciéndose finalmente con dos arcos en celosía metálica roblonada y una avanzada estructura giratoria con sistema de ruedas dentadas que llamó la atención de los viajeros hasta hace relativamente poco tiempo.

Entonces fue una obra magna, cuya autoría se compartió entre mierenses y belgas, ya que el hierro empleado en la construcción llegó desde Amberes y las piezas se montaron por separado: en Mieres se hicieron sus tramos parabólicos y en Lieja los que correspondían al tramo giratorio. Pero además los detalles se fueron completando con acero, plomo y bronce.

Su presupuesto se fijó en 355.336 pesetas, alto para la época y que al cambio actual es menos de lo que cuesta un contenedor de basura, y por fin el paso se abrió en mayo de 1905 con un simbólico encuentro de los habitantes de los pueblos de ambas orillas que lo cruzaron a la vez para juntarse en su centro.

Siguiendo el diario, encontramos otra información curiosa: el puente de Treto tiene los pies de barro, puesto que para soportar el tramo giratorio hubo que profundizar la cepa circular nada menos que 21 metros, pero como en vez de roca solo se encontraba arcilla y arena, se llegó al punto de que los obreros ya no resistían la presión del aire comprimido y salían echando sangre por la nariz y los oídos, de manera que el ingeniero jefe de la provincia ordenó dejar igualmente el hormigón a aquella profundidad sin esperar más.

Otro detalle que ahora hago público es que también fue el propio Alejandro "Arias" quien solicitó y tuvo el honor de girar el tramo por primera vez. Para los estudiosos de esta estructura, según sus apuntes, el primer barco pasó para Limpias con carga general para los almacenes de los señores Bringas y se llamaba "El joven Pelegrín".

El dato sirve a la vez para conocer que aunque la obra tardó ocho años en concluirse, el armazón ya estaba en pie mucho antes, puesto que los obreros desplazados por Fábrica de Mieres, encabezados por el ingeniero de puentes don Celso Escobedo y el maestro don Salvador Ardura, solo permanecieron en Cantabria quince meses antes de retornar a Asturias.

Luego, pueden suponer que el progreso también acabó convirtiéndolo en obsoleto y en la actualidad su nieto, el gran Puente de Colindres, que cuenta con doble carril y forma parte de la A-8, lo ha sustituido para siempre, aunque seguramente dentro de unas décadas su flamante estructura también pasará a la historia, arrinconado por nuevos sistemas de transporte que ahora solo podemos imaginar. Ley de vida.

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