Llega una sonrisa pegada a un niño. Porque es una sonrisa grande, brillante, capaz de pulir hasta el alma más hastiada. Es Ali, un niño saharaui que pasa este verano en Rioturbio (Mieres) con su familia de acogida. Y ahí detrás hay un torbellino de ojos brillantes: Abdel Matti, su "hermano en España".

Abdel Matti y Ali llegaron a Asturias con una pareja que es pura valentía. Los jóvenes Tatiana Prieto y Jesús Dos Santos, que acogen este verano por primera vez y por partida doble: "Fue casi sin pensar, de una semana para otra". Primero llegó Abdel Matti y, dos días después, acogieron a Ali. "Es una experiencia única", aseguran. Hacen falta más valientes como ellos porque, durante la crisis, el número de acogidas en la comarca del Caudal se redujo a la mitad: de treinta familias a catorce.

"La reducción en Asturias fue menos drástica, ya que las administraciones colaboran y las familias no tienen que pagar el billete", explica Carmen Soto, vicepresidenta de la Asociación Asturiana de Solidaridad con el Pueblo Saharaui y coordinadora de Vacaciones en Paz en la comarca del Caudal. La falta de familias ha tenido consecuencias difíciles para los pequeños: antes salían de los campamentos hacia España cerca de 12.000 al año, ahora rondan los 4.000. "El límite para participar es de doce años, lo que supone que algunos niños sólo salgan un año de los campamentos. Y el primer año es el más difícil", asegura Soto.

No para todos. Porque Abdel Matti, en este primer verano, se ha adaptado de maravilla. Trepa por el tobogán y ríe alto cuando baja. Ali, segundo año en acogida (aunque en el anterior estuvo con otra familia) le sigue de cerca. "Lo cierto es que Abdel Matti sólo estuvo triste un par de días. Lo normal para un niño pequeño que sale de su casa, de su país y que no entiende el idioma de su familia de acogida", señala Tatiana Prieto.

La pareja también se adaptó a la situación de maravilla. "No tenemos hijos biológicos, de momento, así que todo es un poco nuevo. Lo único que llevo un poco peor es no tener más tiempo para estar con ellos", afirma Jesús Dos Santos. Conciliar es complicado, como en cualquier familia, y los pequeños pasan tiempo con su "abuela española" Belén, y con Leti, la hermana de Tatiana Prieto. "Leti es mi novia, además", bromea Ali, que tiene doce años.

Cuando les preguntan que es lo que más les gusta de Asturias, hay unanimidad: "Estar en el mar, en el río o en la piscina", dicen los dos al unísono. Tampoco hay bronca sobre la comida favorita: los dos apuestan por el pollo. "A mí también me gustan mucho las salchichas", añade Abdel Matti. No apean la sonrisa. Las acogidas de verano tienen incontables beneficios para la calidad de vida de los pequeños. Según Carmen Soto, cada año en Asturias se resuelven tres casos importantes de salud.

Tatiana y Jesús, papás de acogida primerizos, están disfrutando cada minuto del verano. Pero piensan con pena en el día de la despedida: "No sabemos cómo definir lo que sentimos", reconocen. Una familiar de Carmen Soto describe el amor por un hijo de acogida casi a la perfección: "Es un amor duro, porque los quieres con todo el alma y luego los dejas marchar".