-Pues qué se yo del Tinder... que sin bailar con una moza, no puedes saber si te gusta o no.

Al habla Juan González, 81 años y casado desde hace más de medio siglo con Aurora García. Aquella moza tan guapa que conoció en la romería de San Tirso (Carraluz).

Ahora lo que bailan son los dedos de Ángela Álvarez (25 años) y Paula Roces (23 años) sobre las pantallas de sus móviles. A ver pasar a las potenciales parejas (o amigos, o lo que surja) disponibles en un radio máximo de 170 kilómetros de distancia. Así funciona Tinder, la red social por excelencia para la búsqueda de compañero o compañera: "nope" o "like", deslizando a izquierda o derecha. Si coincide "like" por ambas partes, la magia del "match": a empezar a chatear y a conocerse. "Claro que puedes encontrar el amor en Tinder, tuvimos novios que conocimos aquí y amigas que se casaron con chicos que encontraron a través de la aplicación", dicen las dos avezadas usuarias.

¿Mejor la romería o el Tinder? Cada vez son más las parejas que se conocen a través de la red: una de cada cinco relaciones en España empiezan en internet, según una encuesta de una conocida página de contactos. Pero hay zonas, como las Cuencas, en las que aún tienen más peso las fórmulas del "ligue" tradicional. Sociólogos, sexólogos, veteranos en el amor y usuarios de Tinder dan su punto de vista sobre este fenómeno.

"En Mieres, en Tinder, no hay nada que rascar", asegura, convencida, Paula Roces. Y es cierto: chica busca chico, en el centro de Mieres (con un radio de 6 kilómetros), a la "hora punta" de la aplicación (entre las 20 y las 22 horas del lunes, según un estudio de Tinder). El resultado son 89 posibles compañeros. El número se eleva, con las mismas condiciones, hasta más de 3.000 en Oviedo. "Hay que poner un radio de kilómetros alto, para poder ver también Oviedo y Gijón", recomienda Ángela Álvarez.

¿Dónde están los chicos de Mieres? Nayara Malnero, psicóloga y sexóloga asturiana, asegura que los vecinos y las vecinas de ciudades pequeñas "aún sienten cierto pudor a la hora de usar estas aplicaciones". "Hay ese miedo a que te vean y luego te conozcan por la calle", añade. Ángela Álvarez reconoce que empezó a usar la aplicación Tinder en Madrid, y lo desactivaba cuando llegaba a Mieres. Ahora ya ha perdido ese reparo, que Paula Roces asegura no haber sentido nunca.

No es todo por el pudor. El sociólogo Jacobo Blanco va un paso más allá y considera que las comarcas del Nalón y el Caudal mantienen las relaciones sociales "tradicionales". Grupos de amigos desde la escuela, poca inmigración y apenas profesionales con un perfil urbano y desarraigados de su entorno: "Los vecinos de las Cuencas tienen un entorno sólido y consolidado, en un espacio relativamente pequeño. Si la gente que buscas la puedes encontrar en la calle, Tinder y otras aplicaciones para encontrar pareja pierden mucho sentido", asegura.

Sentido hubiera tenido internet, aunque él no lo crea, para Juan González. Que anduvo kilómetros y kilómetros a pie para encontrarse, en cada baile, con Aurora. "Aquello no era broma", apunta, estirándose en la silla. Está sentado en la terraza de su casa de Llanos de Somerón (Lena), frente a su mujer: "Sabemos lo de internet, que hay gente que se conoce así, pero qué se yo?", dice ella. Él es más rotundo: "Yo puedo decir que soy un actor de América, pongo fotos de él y andando".

Ese engaño en la red tiene nombre: "Catfish". Pero no parece muy común, al menos, no para las usuarias de Tinder que participan en este reportaje. Paula lo usa "desde que salió la aplicación", Ángela lleva dos años haciendo "match". "Nunca nos encontramos con nadie que nos dijera que era una persona y fuera otra", aseguran al unísono. Pero situaciones "raras" han vivido: a Ángela, que es bisexual, un "match" chico se le presentó en el bar en el que habían quedado con su novia: "Nos has gustado a los dos", le espetó. Ella declinó la oferta de la cita, "porque ni siquiera me habían avisado". A Paula, un hombre con el que apenas había mediado palabra, le envió una foto de su miembro: "Esto no es raro, creo que es bastante habitual. Pero a mí sólo me ha pasado una vez", afirma.

Es más común el "ghosting". Una forma cruel de romper una relación, y que ha proliferado con las redes sociales: un día la pareja está bien, y al siguiente uno de ellos ha desaparecido. "Ghosting", del inglés "ghost" (fantasma), es convertirse en invisible para la otra persona. A Ángela Álvarez le ha pasado: "Todas mis relaciones de Tinder terminaron más o menos así". Y a muchos más. Según un estudio de una conocida red social, alrededor del ochenta por ciento de personas que coquetean en la red lo han vivido. Es el "ir a por tabaco" de la era digital.

Juan González acaba de conocer el término y su significado. No da crédito: "¿Qué me va a parecer? Muy mal. Voy a decirte una cosa, la palabra de un paisano antes era un juramento". Como cuando él le dijo a Aurora que estarían juntos en las duras y en las maduras. Y que le daría una vida feliz. Como cuando la abrazó cuando perdieron a su único hijo, tras tener un accidente estando ella embarazada de cinco meses. Y como la consoló cuando supo que no podrían tener descendencia.

Un amor en el cielo y en el infierno. De los que, dicen ellos, "ya quedan muy pocos".

La esperanza es lo último que se pierde, aunque las estadísticas son poco alentadoras. Un reciente estudio de GlobalWebIndex (una web de referencia para conocer audiencias y tráficos en internet) apunta a que el 42 por ciento de los usuarios tienen pareja y sólo buscan ser infieles. La tasa de los que reconocen buscar pareja es meramente anecdótica. El consejo de las avezadas usuarias es "ir sin prisa, sin expectativas. Esperando pasar un buen rato y conocer a alguien. Nada más". Enseñan su perfil de Tinder, las dos hacen sendos "match" en segundos. Muestran el resultado a cámara, se ve que tienen notificaciones para leer. Que empiece la historia.

¡Ay, el amor (o lo que surja)... en tiempos de Tinder!