Ésta bien puede ser la historia de un pueblo que encendió la mecha hasta que le quitaron toda la dinamita. De una comarca, la de Gordón (León), que creció al calor de la minería. Y que se está apagando. Un dato: el actual colegio de Ciñera abrió sus puertas en 1986, con más de 700 alumnos matriculados. Ahora superan por poco los treinta. Y otro: en Santa Lucía había un colegio y un instituto. Desde 2013, los dos inmuebles están cerrados y a la venta. Hay persianas bajadas, casas cerradas y parques vacíos. Pero sólo hay que pararse a escuchar para sentir una fuerza minera que sigue con pulso.

Un latido que estaba acelerado en 2012. Fue allí donde estalló la última gran movilización minera. Hubo cortes de carretera y neumáticos ardiendo. Y bares que abrían sus puertas desde bien temprano y se convertían en "cuartel" para los periodistas que cubrieron las protestas. Y pueblos en plena batalla contra los antidisturbios. Imborrable una imagen en Ciñera: en una esquina del pueblo, decenas de personas se concentraban al paso de los agentes. Veteranos y jóvenes, todos, les hicieron la peineta a una vez.

Al otro lado de esa calle, llama la atención la fachada de una casa. Sobre fondo azul, una descarga de dibujos. "La pintó mi hijo, es artista, vive en Barcelona", explica Javier Canga, dueño de la vivienda. Y ese rostro afable cambia el gesto cuando le preguntan por el futuro de la minería: "Aquí es un no parar de pasar camiones para la térmica de La Robla, todos del puerto de Gijón. Pero si hay carbón aquí, hostia". "Yo si tengo el arcón lleno no voy a comprar más comida", clama. Una rabia, dice, que no es por él. "Yo fui minero toda mi vida. Lo que me fastidia es que no hayan dejado nada para los jóvenes, siento mucha pena por los chavales", asegura.

La mayoría ya no viven allí o ya no trabajan en la mina. A la una de la tarde, la puerta del colegio se llena de familias que van a recoger a los pequeños. Veinte niños posan para la fotografía.