-¿Cuántos papás trabajan en la mina?

Sólo tres manos en alto. "Si lo preguntas hace unos años, hubieran levantado la mano todos", dice una madre. "Es porque no queda ya carbón", asegura, muy serio, uno de los alumnos de cuarto.

Un antes y un después que aún se percibe más en Santa Lucía. Era allí donde estaba el hospital de la Hullera Vasco Leonesa. También el instituto de los Hermanos Maristas y el colegio de las Carmelitas. Todo se vende. Una familia de la localidad adquirió hace poco un lote de cuatro chalés y unas antiguas oficinas por 164.000 euros.

"Se vende el pueblo de Santa Lucía", tituló un medio nacional. Y el artículo no sentó nada bien a algunos vecinos: "Aquí no nos vendemos. Si acaso, nos vendieron", clama un hombre que vive en el entorno del antiguo hospital. Por la plaza empedrada, adornada con un grafiti de un minero, pasean Maruja y Pilar Sarabia. "Nos gusta vivir aquí, lo único malo es que somos mayores y tenemos que movernos para todo". Para hacer la compra, van a Pola de Gordón. "Lo de la mina está de pena", resumen. Pero en ese punto defienden a sus vecinos: "Los trabajadores hicieron muchas huelgas, aquí hubo de todo. Hicieron lo que pudieron. Del gobierno, nada, no decimos nada. Vamos a dejarlo".

Es tierra de mujeres fuertes. Como Gloria Sahelices, la única trabajadora entre 200 hombres en el clausurado pozo Ibarra de Ciñera. Ella se dedicaba a la limpieza. "A las ocho tenía que estar allí todos los días. Primero iba andando hasta la mina y luego en la fusca (autobús)", explica. Consiguió el empleo a los dieciocho años y se jubiló en 1996, justo cuando cesó la actividad del pozo. Nunca volvió a la explotación, ni siquiera de visita: "Si lo veo ahora, que me dicen que está todo cayendo, muero de pena". "Ya podían haber hecho como en Asturias, que se puede ver algo". Dice que se considera minera, y que todos los hombres de su familia (padre, abuelos, tíos, hermanos y sobrinos) han trabajado en la mina: "Los jefes para mi fueron maravillosos. Y los compañeros eran geniales, yo me daba a respetar y ellos también", afirma.

Puede ser por esa vida de trabajo o por ese carácter tranquilo, pero Sahelices es la más optimista de todos los vecinos: "La mina acabará, pero hay relevo. Algo harán los chavales". Y lo dice mirando a Ángela Moro, presidenta de la Junta Vecinal de Ciñera. Poco después de llegar al cargo, decidió que adornarían los pasos de peatones para dar una nueva imagen al pueblo. "Desordenando la felicidad, me encontré con la vida", dice uno de los mensajes. Bien mirado, esta puede ser la historia de un pueblo que nunca se rinde.