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Una joven langreana pide la patria potestad de su hija, que va a ser dada en adopción

Elisa Carreira perdió la custodia al cumplir una pena de tres años y afirma que ninguno de los documentos para recuperar a la menor fue tramitado

Elisa Carreira, en La Felguera. SILVEIRA

Hay vidas tan duras que es casi imposible ponerlas negro sobre blanco. Como la de Elisa Carreira, vecina de La Felguera que libra una batalla grande con un objetivo inmenso: volver a abrazar a su hija de 7 años. Un error, un mal paso, la llevó a cumplir condena en el centro penitenciario de Asturias durante tres años. En ese tiempo, presentó recursos y estuvo siempre pendiente para reencontrarse con su hija. Ahora, ya fuera de la cárcel y con una vida normalizada, ha descubierto que nadie tramitó la documentación. La pequeña está a punto de ser adoptada por una familia. "Si nadie me ayuda, le cambiarán el apellido y nunca volveré a saber nada de mi hija. Siento que me arrancan una parte de mí".

La niña era casi un bebé, dos años, cuando la vida de Elisa Carreira se torció. Le quitaron la custodia de la pequeña alegando que tenía antecedentes penales y era madre soltera. También apuntaron a que la pequeña podía estar maltratada, pero los informes del pediatra (que conserva Elisa Carreira y ha mostrado a este diario) desmintieron tal acusación. La niña fue trasladada a un centro de menores.

"Al principio tenía derecho a visitas, me dejaban estar con ella una hora a la semana, en la que estaba en el recinto del centro", explica. Elisa Carreira es una mujer contenida, pero se ve en su rostro el cansancio de tanto pelear. El registro del centro refleja que ella acudió a todas las visitas cuando se le permitía. Cada abrazo, cada gesto de su niña, le daba ánimos para seguir adelante. Pero llegó el momento de cumplir condena y perdieron el contacto. "El equipo del centro penitenciario de Villabona y los servicios sociales al cargo en ese momento no me facilitaron la posibilidad de mantener relación". Ni visitas, ni llamadas telefónicas. Nada.

Y llegó un día en el que todo se nubló. "Sin estudio previo, sin oportunidad de defenderme ante sus alegaciones, me envían un documento en el que se me dice que se inicia un procedimiento de preadopción porque no ven propicio que la niña vuelva conmigo, con su madre", explica con la voz temblando de tristeza. Se sintió amarrada, pero hizo todo lo que pudo: "He enviado escritos, recursos, solicitudes de abogados. Durante mucho tiempo, toda esa documentación no ha llegado a su destino", asegura. La prueba, dice, es que los autos apuntan a que "no se ha presentado nada. A pesar de que, incluso, cursé instancias solicitando hablar con la jueza de vigilancia penitenciaria para pedir ayuda y ver a mi hija".

Siente que han silenciado el grito de una madre que sólo quería saber de su pequeña. En este tiempo, pudo verla una vez. El día que pudo salir del centro penitenciario para acudir al funeral de su otra hija, que murió de una enfermedad. "A mi otra hija tampoco me dejaron ir a verla nunca, pese a su estado de salud. Una prueba más de la falta de humanidad de esos que se dicen profesionales y que tienen la capacidad de decidir en la vida de otras personas, pero que sólo están preocupados por el dinero", dice.

Atrás queda aquella vida que la llevó a la cárcel. Sí es cierto que estuvo "enganchada" a la heroína, reconoce, pero ahora todos sus análisis están limpios. Dice que en el centro penitenciario encontró trabas para su mejora, pero ella puso todo de su parte. Fue reconocida como la primera de producción en los trabajos que desempeñaba fuera de su módulo para una empresa textil, cursó un ciclo de auxiliar de peluquería que culminó con altas calificaciones.

Ya libre, encontró un grupo de personas "que me han apoyado muchísimo". No tardó en conseguir un empleo en hostelería. Ahora ha puesto en marcha un negocio que le garantiza los recursos necesarios para ella y para su hija. "Creo que estoy demostrando todo lo que he cambiado, mi situación es ahora intachable". Lo único que pide es "una segunda oportunidad". Un poco de alivio tras una vida de golpes.

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