El primer libro de Víctor Lenore (Soria, 1972), “Indies, hipsters y gafapastas”, levantó ampollas y desmontó muchos mitos del “moderneo”. Le salieron “haters”, eso sí, hasta debajo de las piedras. Y ahora llega con un nuevo ensayo que promete polémica: “Espectros de la movida, por qué odiar los años 80”. Ríe cuando le preguntan si es que no le han lanzado ya bastante ira con el primero: “Si algo tiene de bueno mi profesión (periodista cultural), con lo poco que nos pagan, es que tenemos medios para decir lo que queremos decir”. Esta tarde, a las 19:30 horas, presentará a nivel nacional este segundo libro. Y lo hará en La Llocura Llibrería-Café, en Mieres, en un acto organizado por la concejalía de Cultura.

-¿Listo para enfrentarse a más “haters”?

-Tuve de sobra con el primer libro, la verdad (ríe). Pero sabemos que el debate público se ha deteriorado mucho. Yo no soy un modelo de conducta, pero las conversaciones cada vez son más violentas y, lo que es peor, más absurdas. Mi motivación total es decir lo que quiero decir. Decir lo que pienso es una fórmula de escape y de comprender el mundo que me rodea.

-Pero usted era un hipster...

-El más hipster y el más gafapasta de España, no lo niego

-¿Qué le hizo cambiar y criticar un movimiento que primero había apoyado con firmeza?

-No hubo un momento de iluminación epifánica. Fue una lluvia fina que me fue calando. Pero sí es verdad que cuando salió el disco de Manu Chao, que a mi me encantaba, vi un movimiento de gente “cool” y “guay” que vertía críticas racistas. Decían “ahí está el del gorrito peruano” y cosas así. Lo decía gente que yo conozco, gente que hablaba conmigo. Me preguntaba, ¿qué coño pinto yo aquí? Me di cuenta de que a mucha gente le causa rechazo escuchar la misma música que su asistenta o que el mensajero ecuatoriano que le trae los paquetes al trabajo. Y me dije que algo fallaba. Pero tengo que matizar que los hipsters no son un bloque homogéneo, hay de todo.

-¿Escribir el primer libro, y ahora este segundo trabajo, tuvo algo de terapia?

-Es una terapia. En esos círculos “guays” y “molones” es difícil decir “eso que estás diciendo es clasista”. Hablamos de racismo y machismo, que desde luego son problemas muy serios, pero el clasismo es otro problema serio del que no hablamos. En el libro “Chavs”, de Owen Jones, él cuenta que estaba en una cena con sus amigos y estaban haciendo comentarios clasistas todo el rato. Él se sentía incómodo y pensó que, si fueran comentarios racistas, muchos ya habrían abandonado la mesa.

-¿Está el clasismo mejor visto?

-El clasismo está mucho más autorizado. Así que todas esas cosas que no dices porque no es el momento, porque está fuera de tono y no puedes dar un mitin a las cinco de la mañana en un bar, es lo que hay en mis libros.

-¿Hemos idealizado la Movida y los años 80?

-La idealizamos mucho. Porque sí es cierto que fue una pequeña revolución, pero una revolución un poco curiosa. Realmente fue como recibir de golpe todas las revoluciones que no pudimos recibir por el Franquismo. Pero lo cierto es que excluyó totalmente a la política, si miras los trabajos de la Movida no había ningún mensaje político. Hubo muchos cambios estéticos, pero ninguno político ni social.

-Pero su libro sí habla de política.

-Sí, claro. Aunque un libro que no habla de política ya tiene una posición política fortísima. Y quiero subrayar que no es un libro sobre el pasado, es un libro sobre el presente y sobre el futuro. Sobre cómo tenemos una idea de la modernidad que tiene que ver con el consumismo y no con hacer caminos que nos hagan la vida de verdad más placentera.

-Habla de Alaska y Mario Vaquerizo, ¿son estos personajes más políticos de lo que nos quieren hacer ver?

-Son totalmente políticos. Cuando veo a Mario Vaquerizo, me acuerdo de un rapero francés que decía “el sistema ama a la gente que no tiene nada que decir”. Es política todo lo que hacen, también en su reality show en MTV. Porque los programadores de contenido quieren tenernos 24 horas mirando algo que no dice nada. No pasa nada por ser frívolo, por tener momentos de frivolidad. El problema llega cuando la frivolidad está tan pegada a la vida. Para él (para Mario Vaquerizo), la frivolidad es una forma de militancia política. Y así era en la Movida. Una crítica cultural que es muy de izquierdas, y era muy amiga de “Los Pegamoides” en aquellos años, asegura que no se atrevía a decir que era de izquierdas. Porque entonces te consideraban “un plomo” si hablabas de política.

-¿Vio alguna vez su reality show?

-Alguna vez, sí. Recuerdo un episodio que me sorprendió mucho. Ellos enseñaban un desván que tienen para guardar los paquetes de Amazon que aún no han abierto. Tal como está la vivienda, los desahucios en Madrid, y tienes un desván tan solo para esos paquetes… Me hace gracia que Mario Vaquerizo diga que no tiene dogmas, pero en su libro ofrece un decálogo de normas y una de ellas es “serás consumista”. Coño, dogma más prosistema no existe.

-Por último, un spoiler. ¿Hay muchos motivos para odiar los ochenta?

-Muchísimos. El principal, la pérdida de la conciencia política que tan bien representa el PSOE. Nos vendió una idea de modernidad en la que nosotros somos una especie de tribu a la que le pones un tótem que brilla y ya puedes hacer lo que quieras con nosotros. Llámalo tótem, Museo Reina Sofía o el cardado de Alaska.