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El aniversario de una protesta histórica en la minería

40 años del encierro y secuestro de Figaredo

Ricardo González, de CC OO, rememora los once días en el interior del pozo, la retención durante nueve horas del director de la empresa en el castillete y la multitudinaria salida

Ricardo González, en las inmediaciones del pozo Figaredo, cerrado en 2007. SILVEIRA

Llevaba los ojos tapados para que la luz del sol no le cegara. Escuchó el tintineo de la cadena de la jaula al abrirse. Y un silencio que le taladraba los oídos, hasta que estalló un aplauso fuerte. Unos vítores de miles de personas que lo coreaban, a él y a sus compañeros, y manos que le agarraban. Él seguía sin ver nada. Ocurrió en mayo de 1978 y Ricardo González, entonces un joven de 28 años "asustado" y con los ojos vendados, fue uno de los protagonistas del encierro en el pozo Figaredo. Medida de presión en uno de los conflictos más largos y bravos del sector: los mineros llegaron a cortar la Vuelta Ciclista a España y, en un arrebato, tres representantes sindicales "secuestraron" durante nueve horas al ingeniero de la mina. Se cumplen cuarenta años de aquella reivindicación histórica, que culminó con al integración de Minas de Figaredo en el Instituto Nacional de Minería (INI) y, por tanto, en Hunosa.

Cuatro décadas parecen sólo unos días cuando la memoria está viva. Tan viva como los recuerdos que narra Ricardo González, actualmente secretario de organización de Izquierda Unida y exmiembro del comité de empresa de Minas de Figaredo por Comisiones Obreras, mientras pasea por el entorno del pozo (cerrado definitivamente en 2007). "No sé si el de Minas de Figaredo fue el conflicto más gordo, pero seguro que fue el más largo", asegura. Más de tres años de huelgas intermitentes, neumáticos ardiendo en las carreteras y una solidaridad unánime de las Cuencas con los 1.800 trabajadores de la explotación.

"Si parábamos nosotros, paraban todos", afirma Ricardo González, con la emoción en la garganta. Es entonces cuando dirige la vista a la carretera, justo delante de la puerta del pozo: "Mira, ahí muchas veces cortamos". Cerraban el paso al valle de Turón, entonces motor económico del concejo con tres explotaciones funcionando. Había malas noticias en las oficinas: el pozo, entonces en manos de la familia Figaredo, perdía valor cada año. Los empleados temían un cierre y reclamaban su inclusión en el INI para mejorar la producción y garantizar los puestos de trabajo.

Como la negociación en la mesa no funcionaba, decidieron tomar las carreteras. "Al principio era todo 'a saltu mata', luego ya nos empezamos a organizar". Asaltaron la nacional, entre Mieres y Oviedo. Los alumnos del instituto de Turón se unían de buena gana, al grito de "dónde está, no se ve, la pancarta de UCD". Y el corte más sonado durante años: sin permisos, los mineros cerraron el paso a la Vuelta Ciclista a España. La protesta llamó entonces la atención de los medios de comunicación nacionales.

La lucha estaba en la calle y en las casas. Muchos de los trabajadores eran jóvenes, con niños, empezando una vida. Estaban hasta cinco o seis meses sin cobrar una paga íntegra, por las huelgas y la difícil situación de la empresa. Recibían ayudas y, según Ricardo González, "en Hunosa se volcaron con nosotros". Los trabajadores de la empresa pública donaron dinero a sus compañeros de la privada. Los sueldos eran mucho mejores para ellos. Un picador de Minas de Figaredo ganaba como un vagonero de un pozo de Hunosa. En cifras, con dos nóminas de picadores en la mano: 20.000 pesetas en Hunosa, 7.000 pesetas en Minas de Figaredo.

La protesta se recrudeció en el año 1978. En febrero, un grupo de trabajadores (entre ellos Ricardo González) se encerraron durante once días en el pozo. Las mujeres de Turón cocinaban para ellos en la plaza, comida caliente que bajaba en la jaula. El día de su salida se recordará para siempre en el valle: "Yo no sé cuánta gente habría allí. Yo estaba asustado, nos sacaron con los ojos vendados porque decían que era malísima la claridad después de tantos días ahí encerrados", explica González. Los llevaron al hospitalillo, y luego sintieron el calor de la multitud agolpada y esperándolos en la plaza del pozo.

Pero no hubo arreglo y llegó el día que hizo a este conflicto histórico: el 1 de noviembre de 1978. El ingeniero director de Minas de Figaredo, José María Figaredo Sela, se reunió con representantes sindicales para tratar la situación. Avisó de que el futuro de la explotación era muy negro. A la salida del encuentro, tres mineros -Laudelino Andrade, Florentino Vidal y Avelino García (entonces destacado dirigente de CC OO)- intentaron bajar al director a la mina. Alguien cortó la electricidad para que la jaula no funcionara, así que como "plan B" lo subieron al castillete.

"Secuestrado durante nueve horas el director de Minas de Figaredo", tituló al día siguiente LA NUEVA ESPAÑA. Fue una noticia determinante, el principio del fin de una lucha obrera que había llenado páginas y páginas de este diario. Sólo un mes más tarde, en diciembre, se firmó el acuerdo que permitió a la empresa integrarse en el INI. En 1998, el pozo de Figaredo pasó a depender de Hunosa.

Bonito final para una batalla de la guerra que ahora parece perdida.

-Ricardo, ¿Cree que se ha hecho todo lo posible por la minería?

-Definitivamente, no. Aquella unión sindical y de los trabajadores se perdió, si hubiéramos seguido igual, quizás no estaríamos ahora como estamos.

Una unión que hacía parar el mundo cuando los mineros eran casi todos los vecinos. Y una solidaridad que no perdían ni en el peor de los momentos. Dicen que estando en el castillete, los tres mineros y el director de la mina, alguien gritó desde abajo: "Voy a tiraros tres mantas, que se está poniendo frío". Uno de los "secuestradores" del ingeniero miró a su "rehén", con resignación, y replicó a su compañero: "Tíranos cuatro, anda".

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