La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

De lo nuestro | Historias heterodoxas

Desmontando a un fantasma

Los sucesos de El Rayán, en 1915, y el espectro que aterrorizó Langreo en 1976 ilustran los casos locales de supuestos sucesos paranormales

Desmontando a un fantasma

Vital Aza dijo en una ocasión que él solo creía en Dios y en el sulfato de quinina, y yo con los mismos argumentos científicos tampoco oculto que creo en la existencia de los fantasmas y ya lo he confesado en esta página alguna vez. Aunque mis fantasmas se ajustan más a los que visitaban a nuestros ancestros en el siglo XIX que a los que nos presentan actualmente las televisiones en los programas para entretener a celadores nocturnos e insomnes.

Los de ahora adoptan comportamientos más adolescentes: incordian a las familias jugando con la cacharrería de cocina, apagan bombillas, cierran y abren puertas, descuelgan cuadros, y hasta escriben sus nombres sobre el vaho de los espejos del baño. Los hay que incluso hablan, pero sin contar nada que nos interese, de manera que los coleccionistas de psicofonías recogen sus lamentos, sus peticiones o sus amenazas con aparatos de alta tecnología, olvidando algo tan elemental como que los espectros por su propia esencia no tienen materia física y por lo tanto tampoco pueden disponer de un aparato fonador que emita voces ni suspiros.

Los fantasmas cabales están en otro plano y por eso hay que llamarlos tranquilamente, juntando energías y manos alrededor de una mesa de velador, y con poca luz para que no se alteren cuando dejan por unos momentos su sueño eterno para contestar a las preguntas de quienes aún estamos a este lado del umbral. A falta de cuerpo su forma es como un hálito y, como no pueden hablar por sí mismos, lo hacen transmitiendo espiritualmente sus respuestas a un o una médium que lo hace por ellos.

Lógicamente, este método no soporta una comprobación científica y abre la puerta a todo tipo de estafas, por eso las apariciones del siglo XX fueron perdiendo su seriedad y las de ahora ya son de cuchufleta; pero entre todo este folclore cada mucho tiempo aparece un momento inexplicable, que justifica la fe de los crédulos.

Ahora, hablar de estas cosas te sitúa inmediatamente en la heterodoxia, porque hemos sustituido la censura eclesiástica por la corrección y la seriedad, que están muy bien, pero nos hacen más tristes. En cambio, antes los intelectuales anteponían su libertad para poder dudar a los prejuicios. Dando por hecho que muchas personas afirmaban haber observado el fenómeno y basándose en teorías anteriores que lo vinculaban a un magnetismo terrestre identificado con la voluntad de la Naturaleza, el filósofo Schopenhauer escribió un ensayo sobre las visiones de fantasmas definiéndolas como "una visión en el cerebro del visionario" producida por un sueño.

Ya lo ven: ni difuntos ni aparecidos. Para él esta interpretación implicaba que en algunos momentos de vigilia el mundo de los sueños puede abrirse paso y alterar nuestra relación con el mundo exterior haciéndonos ver cuando estamos despiertos las cosas que imaginamos cuando estamos dormidos.

Les cuento esto para que vean como en otra época estos asuntos no se descalificaban sin más, sino que se trataba de darles una explicación; porque el alemán no fue el único pensador que se ocupó de tratar este tema que ahora se esconde, como todo lo relacionado con la muerte, aunque sea tangencialmente.

En la Montaña Central, los sucesos de El Rayán, de 1915 en el concejo de Aller, con un catálogo de fenómenos inexplicables que incluyeron alguna de estas apariciones son los últimos que a mi parecer pueden considerarse dignos de estudio. Después hubo algún caso puntual con una muerte anunciada por una aparición en la mina, que yo pude confirmar en la prensa de aquellos días. Primero lo conté en este periódico y más tarde en una de esas televisiones de las que hablaba más arriba.

Entre los otros espectros, ninguno que no pueda explicarse por bromas, justificaciones para no acudir al trabajo, cuestiones económicas o simple afán de protagonismo. Incluso alguno con una intención moralizante, como la de aquel pobre infeliz que andaba por el Mieres de mi niñez, llamado "Vitalón", al que habían pagado para asustar a las parejas que daban rienda suelta a su lascivia en las inmediaciones del convento de Mieres y que acabó con una mano inútil tras la violenta reacción de uno de los pecadores.

Uno de estos casos, que no aguantan un análisis medianamente serio, se registró en el Nalón durante el mes de noviembre de 1976, y por alguna razón llegó hasta la prensa nacional, lo que permitió que en época más reciente el mediático Iker Jiménez y otros investigadores de lo paranormal lo recuperasen para sus programas. Para que lo vean tal y como se vivió cuando sucedió, les trascribo lo que contó el ABC el viernes 3 de diciembre de aquel año bajo el titular "El fantasma de Langreo aterroriza con dos nuevas apariciones":

"El fantasma que desde hace semanas intranquiliza a la población del valle de Langreo con sus apariciones nocturnas en las que conmina a rezar a la gente, ha sido denunciado a la Policía Municipal de dicho ayuntamiento langreano por don Miguel Fernández García, vigilante del macelo municipal, quien dio parte por escrito de haberlo visto anteanoche. Afirma el señor Fernández García en su denuncia que el fantasma vestía de blanco, llevaba dos linternas verdes sobre la cabeza y le mandó rezar, dándole un susto de muerte.

Repuesto del sobresalto, fue a buscar a la Guardia Civil, y cuando volvió con la Fuerza Pública al macelo en donde tuvo lugar la "aparición" el fantasma se había esfumado. El repetido fantasma fue visto también, pocas horas después, por un industrial confitero de las proximidades de La Felguera a quien también ordenó rezar".

Para ayudar a explicar el miedo de aquellos testigos, debemos decir que al susto de la última aparición, sobrecogedora de por sí, quiso sumarse la naturaleza proporcionando un escenario dantesco. Ya que en otro apartado de la prensa de aquel día también leemos que un fortísimo vendaval recorrió España causando daños en varias provincias y con una especial incidencia en Asturias, donde hubo lluvias torrenciales y rachas huracanadas de hasta 160 kilómetros por hora que arrancaron la cubierta provisional que se había colocado en la parte románica de la Catedral de Oviedo, que estaba en obras.

Un hecho que aprovechamos en este momento para criticar a las autoridades de la época, porque no reaccionaron al aviso ni lo tuvieron en cuenta para aumentar la seguridad de la Cámara Santa, y, seis meses más tarde, como los andamios aún seguían en el lugar, un caco avispado supo aprovechar la circunstancia para robar y destrozar la Cruz de los Ángeles, la Cruz de la Victoria y la Arqueta de las ágatas

Volviendo a lo nuestro, el caso se cerró cuando la Guardia Civil se tomó en serio las denuncias y decidió vigilar las orillas del río. Desde entonces nunca más se supo, aunque la gente relacionó el caso con otros anteriores que se habían dado hacía años en lugares relativamente cercanos como el pozu Cerezal o El Llugarín.

Ya en el siglo XXI, lo de las linternas en la cabeza nos parece algo cutre, y lo mismo pensaron los periodistas que resucitaron este recuerdo para llevarlo a la radio hace pocos años. Por eso enriquecieron notablemente su imagen dándole una apariencia más señorial: la figura pasó a tener mucha altura y a vestir sotana, incluso con una cruz en el pecho; Iker Jiménez dejó caer también la posibilidad de que no tocase el suelo, sabedor de que esto de la levitación convierte a cualquier aparición en mucho más interesante.

Aún así, a mí sigue sin convencerme y no hay nada en este caso que me parezca mínimamente sobrenatural, a pesar de que ya les adelanté mi predisposición para abrirme a estos asuntos. El fantasma de Langreo no solo hablaba con claridad, también ordenaba rezar, lo que lo convierte en un impaciente, incapaz de esperar a que le llegasen - aunque no sé de qué forma- las limosnas del cepillo de ánimas que ayudan a evitar el Purgatorio. Además, aunque resulta evidente que también tenía ojos, para orientarse bien por la orilla del río necesitaba llevar luces en la cabeza, como hace en nuestros días cualquier ciclista o corredor nocturno que se precie.

Lo más llamativo es que sus víctimas le hicieran caso en vez de flagelar su cuerpo penitencial con un buen garrotazo, algo que no parece lógico, ya que aunque no conozco a quienes tuvieron estos encuentros, al menos uno de ellos, por su oficio de vigilante, debía de estar acostumbrado a enfrentarse con los amigos de lo ajeno, que sin gemir ni dar alaridos, seguramente resultan más peligrosos.

En los años que siguieron a la muerte de Franco hubo fantasmas, apariciones marianas y numerosos avistamientos de ovnis, también aprobamos una constitución que nos debía igualar a todos. Bendita inocencia.

Compartir el artículo

stats