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"Aspiramos a mantener el recuerdo de las Cuencas más allá de lo que parece es su fin"

"El libro está formado por 37 relatos; de ellos, diez hablan de historias que sucedieron en realidad, como el accidente del pozo Nicolasa"

Aitana Castaño muestra su libro en una presentación. J. R. SILVEIRA

Hay cosas en la vida que, simplemente, tienen que pasar. Y una de ellas es el libro "Los niños de humo". La periodista Aitana Castaño y el dibujante Alfonso Zapico se conocían de hacía mucho tiempo, desde que coincidieron en LA NUEVA ESPAÑA de las Cuencas. Ella como redactora y él como ilustrador, colaborador habitual de estas páginas. Congeniaron profesionalmente y el resto, como suele decirse, es historia. Acaban de publicar el libro de relatos ilustrados "Los niños de humo" (Editorial Pez de Plata). Dice Aitana Castaño (Langreo, 1980), periodista "de caleya" y enamorada de "sus" Cuencas, que desde que apareció el libro no han recibido "más que cariño y calor" de los lectores. Será cosa del carbón.

- ¿Cómo surgió el proyecto de "Los niños de humo"?

-Alfonso y yo nos conocemos desde hace muchos años. El camino laboral de cada uno se cruzó por completo en "La Cuenca del Nalón". Allí comenzamos de manera muy puntual hablando sobre la tira cómica que Alfonso dibuja para sus páginas. Y de ahí pasamos a una serie que se llama "La Cuenca de la A a la Z" en el que pongo el texto y Alfonso Zapico la ilustración, con una manera muy peculiar de ver las Cuencas desde los ojos de dos niños que, no mucha gente lo sabe, pero somos nosotros con los nombres de nuestros hermanos pequeños: María y Pablo. Así que llegar a "Los niños de humo" era algo casi inevitable. Cuando surgió la oportunidad de que él ilustrara mis relatos, Alfonso no lo dudó. Su aportación a este libro es vital. Los dibujos de Zapico son los que hacen de "Los niños de humo" un libro único.

- Hablemos ahora de las letras, de estos 37 relatos cortos que forman el libro. Sin hacer "spoiler", ¿Alguno que le resultara más especial escribir?

-Difícil elegir, todos me emocionaron cuando los escribí. Pero reconozco que le tengo especial cariño a uno de los relatos que se titula "Xicu" y que cuenta la historia de uno de los hombres deportados a Castilla tras las huelgas mineras de los años 60. La historia de esos hombres, de todas sus familias, me parece digna de una novela.

- ¿Y la más difícil?

-No sé si fue el más difícil, pero es uno de los que aún hoy me emociona. Se titula "Teléfonos" y es con el que arranca el libro. Recuerdo perfectamente el banco de la biblioteca de Madrid en el que lo escribí. Fue después de leer un reportaje que Manuel Rivas había escrito sobre el cierre de las minas asturianas y que decía "en casa del minero no debería haber teléfonos". Y ya no digo más, para no contar todo el relato.

- ¿Cuánto de realidad hay en cada historia?

-El libro está formado por 37 relatos de los cuales diez son relatos reales, que hablan de historias que sucedieron en realidad, como el accidente de Nicolasa. Los otros 27 son relatos de ficción pura y dura, aunque a mi me gusta decir, porque es la realidad, que todos están anclados en la realidad. Todos nacieron de algo que escuché, algo que me contaron, algo que sentí cuando estuve en algún sitio de estas Cuencas, que por mi trabajo de periodista de caleya, he recorrido mucho.

- ¿Cree que este libro puede ser un buen recuerdo para un sector a punto de agotarse?

-Espero que este libro le haga a muchos habitantes de las Cuencas caldear sus recuerdos, sus buenos recuerdos, y no olvidarse de unas Cuencas que vivieron, y sufrieron y seguramente amen. También espero que "Los niños de humo" sirva para que los que nunca vivieron o no conocen las Cuencas creen con estas historias esos recuerdos mineros. Aspiramos, en general, a ayudar a mantener el recuerdo de las cuencas mineras más allá de lo que, tal parece, es su fin.

- ¿Qué siente en un momento tan crucial para la minería?

-Parto de la base de que soy una optimista recalcitrante. De hecho, el libro no tiene dedicatoria, solo dos palabras "sursum corda", que significa "arriba los corazones", una frase que me lleva predicando desde hace años mi amiga María, por cierto ella es una de las promotoras de este libro. Así que imagínate. Con el devenir de las cuencas mineras tengo que reconocer que a veces me falla hasta ese optimismo recalcitrante. Creo que somos una tierra maravillosa y que fuimos un territorio de aluvión que lo explica todo. La gente vino aquí a trabajar. En la segunda mitad del siglo XX, recalaron en estos valles miles de personas de otros lugares de Asturias, de Andalucía, Extremadura, Galicia, Portugal o Castilla y vinieron porque aquí había trabajo. Crearon un mundo particular.

- ¿Un mundo particular?

-A mi me gusta llamarlo "universo" y consiguieron que sus hijos tuvieran una tierra y un orgullo. Pero no consiguieron que también se mantuvieran los puestos de trabajo, así que ahí llega el problema. Los hijos de los que vinieron ahora se tienen que ir. ¿Qué hay que buscar alternativas al empleo perdido? Por supuesto. ¿Qué es difícil? Pues más. Yo miro el Pozu María Luisa en el que trabajaban más de mil personas, la gran mayoría bajo tierra, y pienso que es imposible instalar sobre esa misma tierra, en este valle angosto, una factoría donde quepan mil personas. Y otras mil en Sotón, y otras mil en Fondón? Habrá que buscar esas alternativas en crear al menos un empleo sólido en la zona, del sector que sea, pero bueno, estable. Y habrá también que convertir estas comarcas en lugares para vivir, con buenos servicios públicos, calidad medioambiental, oferta cultural y de ocio.

- ¿Cuál es su recuerdo más emocionante relacionado con las Cuencas?

-Mi vida está demasiado ligada a esta zona como para tener un solo recuerdo emocionante. Pero te diré algunos momentos que, en el devenir de las cuencas como tal, me tocaron de cerca. Las visitas con mi "güelu" a los Talleres de Santa Ana donde había trabajado, las huelgas mineras de los 90 cuando iba al instituto, el primer accidente con minero fallecido que me tocó cubrir y que fue en el Pozu Sotón, la primera vez que bajé a la mina en el Pozu María Luisa y las huelgas del verano de 2012, cuando todos sentimos al menos por un momento que aquello era, como bien dice Marcos Merino en su documental "Remine", la historia del último movimiento obrero.

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