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Vecinos contra la desidia

Habitantes del barrio San José, en Lada, reclaman desde hace años sin éxito a su casero, Vipasa, el arreglo de viviendas con averías y humedades que llegan a afectar a su salud

Oliva Fernández muestra los medicamentos que toman ella y su hijo, dependiente. J. R. SILVEIRA

Dice el artículo 47 de la Constitución que "Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho". En el caso de un grupo de vecinos del barrio San José de Lada, ni disfrutan de una vivienda digna, ni los poderes públicos velan por sus intereses: habitan en pisos propiedad de Vipasa (Viviendas del Principado de Asturias) y la frase que más repiten es que "no nos hacen caso". Humedades y hongos en las paredes que provocan enfermedades a los inquilinos. Averías constantes, malos olores, aleros que se desprenden, chimeneas que están cayendo. Su casero es el Principado, pero "no hacen nada. Llevamos así años".

A Oliva Fernández Laso le han llegado a decir desde el organismo público de vivienda que "limpiase bien las paredes".

- ¿Y qué contestó?

-Que no soy ninguna sucia, limpio y friego constantemente. La casa está lo mejor posible, pero no hay manera, en un día todo vuelve a salir.

De hecho, ha llevado a cabo cuatro reformas por su cuenta, pero no hay manera. La enfermedad está en la estructura de las viviendas. Son muchas en todo el barrio, en el que en los últimos meses se han rehabilitado catorce pisos, que estaban vacíos, y que ahora van a ser adjudicados. "De los que ya vivimos aquí no se acuerdan", y eso que "lo hemos reclamado en varias ocasiones".

El caso de Fernández Laso es especialmente difícil. Viuda, tiene a su cargo un hijo que sufrió un accidente que le causó un fuerte traumatismo en la cabeza, y a consecuencia de este, un hematoma subdural. La salud de ambos es muy delicada, y empeora debido a la humedad de su casa. La ventila constantemente, tiene deshumificadores, pero da igual. La humedad y los hongos vuelven a invadir las estancias. Las paredes se caen, el agua sale a veces a borbotones, la ventana amenaza con venirse abajo. "Estoy todo el día cuidándola, pero es imposible. Tienen que ayudarnos y nos dicen que sí, pero llevamos de esta forma años". Oliva Fernández llega a dormir en invierno con la ventana abierta, porque si está cerrada, con sus enfermedades respiratorias, en buena parte consecuencia de la humedad, se ahogaría.

Algo similar ocurre en el hogar de Benjamín Canga. "Todos los años me pongo una mascarilla y limpio las paredes con lejía pura". Su esfuerzo es visible unos días, pero la enfermedad de la casa vuelve a brotar. "Dormimos envueltos en una humedad tremenda", una situación "insostenible para la salud" de la familia.

Otra vivienda. Desde la ventana, Marta Beltrán señala al alero del tejado de su bloque. "Está a punto de caerse. Avisamos, pero no se hace nada". A su lado, otra vecina rememora cómo la trasladaron desde el ya desaparecido barrio de Meriñán, también en Lada, pero más cerca de la central térmica. Allí "era mucho mejor. Al menos estaba todo arreglado".

-Yo creo que deben tirar los escritos en los que reclamamos a la basura.

Quien así habla es de nuevo Oliva Fernández, que ejerce de cicerone por el barrio. Llama a casa de otra vecina. "Son muchos los afectados, y en todos los bloques", afirma.

En el piso de Cecilia Galeano también hay humedades que desconchan las paredes, su despensa parece que va a caerse encima de quien se adentra en ella, y durante años soportó fuertes olores a causa de los defectos del saneamiento. Se arreglaron, pero provocaron nuevos problemas. El canalón desagua en su pared, y el patio interior parece un campo de minas, el suelo está completamente desconchado. Su reclamación es clara: "Hay que arreglar, lo primero, el tejado". Galeano lleva 53 de sus 60 años viviendo en el barrio San José. Señala hacia arriba. Una chimenea se está cayendo. Un poco más allá, otra, no tan inclinada. Una más ha perdido su revestimiento. "Todo el pabellón mandó un burofax. Pero no hacen caso".

En el barrio hay más historias como las suyas. Una mujer mayor, sin fuerza para levantar los brazos, tiene las persianas destrozadas, pese a que prometieron cambiárselas. "Hay muchos ejemplos", añade Oliva Fernández, que concluye: "Ojalá esto valga para que nos hagan caso".

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