Es día 1 de enero, y toca ver los primeros nacimientos del año. Los primeros bebés están en Arriondas, Avilés, Oviedo... ninguno en las Cuencas. Ni en el Álvarez Buylla de Mieres, ni en Riaño hubo partos en las primeras horas del año. Es una anécdota que sirve para ejemplificar la progresiva sangría demográfica que padecen las Cuencas. Muchísimo más fuerte que en el resto de Asturias. En lo que va de siglo, el Principado ha perdido 48.323 habitantes. El 72,7%, casi tres de cada cuatro, eran de las comarcas mineras. La población en los diez concejos de las Cuencas ha disminuido en 35.130 habitantes desde el año 2000. Como si hoy cayese una bomba sobre Mieres y prácticamente todo el concejo desapareciese.

Los datos de la revisión del padrón municipal hechos públicos por el Instituto Nacional de Estadística, con la población a día 1 de enero de 2018, son demoledores. Otro "titular": Langreo cae por debajo de los 40.000 habitantes, cuenta exactamente con 39.984. Una población similar a la que tenía a finales de los años veinte. En 1930, Langreo ya tenía 40.224 habitantes, y en 1965, rozó los 70.000. Sobre el declive demográfico mierense se lleva ya años hablando. Este año vuelve a perder población de forma acentuada, 534 vecinos, y tiene 38.428. Lejos de los 49.506 de principios de siglo, y de los más de 70.000 de 1960. Si Langreo tiene ahora la población de hace 90 años, en Mieres hay que retroceder más de un siglo, hasta antes de 1920 (en ese año el concejo ya tenía 40.560 habitantes).

Por concejos

Los datos en los grandes municipios de las Cuencas son demoledores. También lo son en los concejos "medianos". En proporción a su población, Aller es el territorio que más vecinos ha perdido en lo que va de siglo: casi uno de cada tres, el 29,8%. En el año 2000, Aller contaba con 15.398 habitantes, que a 1 de enero de 2018 eran 10.808, un total de 4.590 menos. En el valle del Nalón, San Martín del Rey Aurelio es el gran concejo que más acusa la pérdida del tejido industrial y minero, que sustentaba buena parte de la actividad empresarial de las Cuencas. Iniciaba el siglo XXI con 20.794 vecinos, que ahora son 16.283, un 21,7% menos. En el valle del Nalón, la caída más acentuada es la de Caso, del 21,96%, de 1.990 habitantes a 1.553.

En Lena, el declive poblacional es del 20,25%, y en Riosa, del 25%. Tienen ahora 11.086 y 1.933 vecinos. Morcín aguanta algo mejor, pero su descenso también es muy superior a la media de Asturias (situada en el 4,49 por ciento). De 3.066 habitantes ha pasado a 2.631 (el 14,2% menos). En el Nalón, dos concejos retienen más población que el resto de la comarca. Se trata de Laviana, con un descenso del 11,6 por ciento (de 14.804 habitantes a 13.087), y Sobrescobio, que tiene exactamente los mismos vecinos que a principios de siglo: 818. Eso sí, la tendencia en todos los casos es negativa. El municipio lavianés la sangría es constante en todo el periodo, y en el concejo coyán se ganó población hasta el máximo de 2010 (898 vecinos), y desde ahí ha descendido paulatinamente.

Aceleración

El declive demográfico de las Cuencas es, en comparación con la bajada que se ha producido en Asturias, mucho más acusado. La proporción de la pérdida de habitantes es casi cinco veces mayor, de una media del 21,75 por ciento en las Cuencas, por un 4,49 en la región. Este descenso está evidentemente unido a la destrucción de puestos de trabajo en la comarca, con el cierre de todos los pozos mineros a excepción de Nicolasa y las tareas de clausura de Carrio y Nicolasa -a principios de siglo había 7.500 trabajadores en el sector extractivo, ahora 997- y la falta de efectividad de algunas de las inversiones de la reconversión, que no lograron generar todo el empleo deseado.

Otro de los "debes" en la comarca, es tal y como apuntó hace pocos días el geógrafo de la Universidad de Oviedo y exalcalde de Langreo, Aladino Fernández, la escasez de áreas residenciales atractivas. Puso como ejemplo el éxito de Langreo Centro, que sí logró asentar población durante un tiempo en el concejo, algo que no consiguió La Mayacina en Mieres, que se desarrolló coincidiendo con el estallido de la burbuja inmobiliaria en España.

Ahora, explicó el experto, el asentamiento de población debería pasar, más que por hacer nuevos polígonos -hay muchos de nuevo cuño, vacíos en buena parte-, por ofrecer más zonas residenciales "de calidad", así como por ofrecer servicios y un medio ambiente que invite a vivir en las Cuencas. Fernández invitó además a eliminar prejuicios como el de pensar que una "ciudad dormitorio" sea algo necesariamente negativo, ya que allí donde vive la gente, siempre se genera tejido económico.