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Román, el amo de la piscina

Un niño de 2 años con síndrome de Down aprende a nadar en Aller y es el más querido por los monitores: "Tiene un nivel muy alto"

El pequeño, en la piscina de Felechosa.

El aprendizaje obliga en muchas ocasiones a nadar contracorriente. Los sacrificios que requiere la superación personal son aún mayores cuando se sufre algún tipo de limitación. Es entonces cuando emerge la fuerza interior de las personas, incluso de los bebés. Román Tuñón es un pequeño niño allerano de dos años de edad. Con cinco meses le diagnosticaron tardíamente síndrome de Down. Superado el impacto inicial, la familia del pequeño ha logrado encontrar el camino para darle la mayor normalidad posible a su vida. Hace unos meses tomaron la decisión de apuntar a Román a los cursillos de natación que oferta en Montepío de la Minería a través de la residencia geriátrica de Felechosa. El monitor está sorprendido del progreso del jovial niño. Se ha hecho el amo de la piscina.

La Federación Española de Síndrome de Down denunció recientemente que una comunidad de propietarios de Boadilla del Monte, provincia de Madrid, había prohibido a una vecina de 16 años con síndrome de Down utilizar la piscina y el ascensor sin un acompañante mayor de edad, mientras que sí se le permite al resto de adolescentes de su misma edad. En el gélido corazón de esta medida late, entre otras cosas, un triste desconocimiento. "Hay gente que piensa que los personas con síndrome de Down están muy limitadas en el agua, pero aunque puedan tener alguna limitación tienen potencial suficiente para desenvolverse con naturalidad y sin ningún tipo problema", explica Cristian Sánchez , el monitor que están enseñando a Román a dar sus primeras brazadas en la piscina del spa del geriátrico de Felechosa.

La familia del pequeño está encantada con sus progresos. Román Tuñón disfruta en el agua aún cuando se le exige más que a los niños de su edad: "Normalmente hasta los tres años los cursillos están orientados como una actividad lúdica, pero personalmente defiendo que hay que intentar que se suelten un poco a nadar", señala Sánchez. Lo normal es que a estas tempranas edades los niños se limiten a flotar y a jugar. De Román lo único que se esperaba era que se divirtiera y se integrara como uno más en el cursillo. El pequeño está sorprendiendo a todos. Provisto de sus manguitos parece un minúsculo pero vivo patito cada vez que se mete en la pileta. Se desplaza con soltura y sin miedo. "Ha sido una grata sorpresa. No es que lo haga bien teniendo en cuenta sus especiales circunstancias, es que va muy avanzado para cualquier niño de su edad", remarca satisfecho su monitor: "Tiene un nivel muy alto y el próximo paso será empezar a quitarle los manguitos".

El desconocimiento y los prejuicios conducen muchas veces a la injusticia. Román Tuñón ha necesitado apenas dos años de vida para dar una lección sobre la grandeza de la normalidad. Los límites dependen de cada persona. De momento, él es insumergible.

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