La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

"Había gente que quería dejar la protesta; en esa época había mucha fame"

De viaje en parís.

El día señalado, salieron de casa a las cinco de la mañana. Volvieron a picar puerta por puerta, "para que ninguna se rajara". Ninguna falló: "Me acuerdo de una de aquí de Lada que, como no tenía 'tochos', agarró la pata de una banqueta". Fueron a la entrada del pozo Fondón, cortaron todos los accesos a la plaza de la mina.

A lo lejos, vieron aparecer a un grupo de trabajadores, a la cabeza iba el vigilante: "Tenéis que dar la vuelta, porque no vais a pasar", les dijeron, tirándoles el maíz. "Dieron la vuelta encantaos, no se hicieron de rogar nada, no querían entrar y no iban a enfrentarse a nosotras", recuerda ella, con una sonrisa.

Fue una batalla ganada para una larga guerra, que acabó en junio de 1962. Tras meses de una posición férrea de los mineros, de la que se hicieron eco medios europeos como "Le Monde", "New York Times" o "Il Corriere della Sera". Pocos contaron que aquellas mujeres habían permanecido tajantes: llevando la casa, contando cada peseta, negociando con los comercios para que fiaran.

"No sé si no lo contaron por machismo, la sociedad era tan distinta... Pero voy a decirte una cosa, en las casas, por lo menos en las que yo conocía, no había machismo. El mi marido tenía que dar la cena a los guajes si yo estaba con este tema o con otros, teníamos que ser un equipo para salir adelante. Iguales, él y yo".

Aquella lucha no desgastó a Anita Sirgo. Conocida batalladora por los derechos de los trabajadores y la libertad, ella y Tina Pérez fueron torturadas por la Guardia Civil durante el franquismo. Su amiga, Tina, falleció por una enfermedad que pudo agravarse en una de las palizas. La recuerda con tanto cariño, que le tiembla la mano cuando muestra una foto de su compañera convaleciente.

Se hace el silencio y, desde el salón, se escucha el ruido amortiguado de la térmica de Lada: "¿Qué me va a parecer que esto se acabe? Pues que nos acomodamos, que no hicimos todo lo posible", dice, sin esconder algo de hartazgo. Acompaña hasta la puerta a las visitas, da unos abrazos que parecen aliviar las penas. Una última pregunta, que parece casi inevitable.

-¿Y qué pasó con aquel zapato, Anita?

-Que a mí no me lo probaron, y a las que detuvieron aquella temporada no les valía. Es que yo gasto un 42.

Compartir el artículo

stats