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De lo nuestro | Historias heterodoxas

El resbalón del capitán Mayet

El médico Gumersindo del Valle fue testigo de la muerte del aeronauta francés en Madrid mientras realizaba uno de sus espectáculos

El resbalón del capitán Mayet

Gumersindo del Valle Huerta, nacido en Frieres, en 1845, fue un personaje que gozó de cierta notoriedad en las últimas décadas del siglo XIX. Tras una larguísima etapa de olvido, su figura se recuperó en 2017 gracias a la biografía que publicaron los profesores Rafael y Miguel Ángel Llavona Uribelarrea, y también a la edición de sus "Apuntes filosóficos", custodiados en el Museo de América de Madrid, que volvieron a la luz de la mano de otra asturiana, la periodista e historiadora del Arte, Alicia Vallina, directora técnica del Museo Naval de San Fernando, en Cádiz.

Su vida no fue larga, pero sí muy intensa, aunque no hizo otra cosa que trabajar, por lo que merece nuestro mayor reconocimiento. Hijo de labradores, quedó huérfano de madre e ingresó en 1863 en la Escuela de Capataces de Minas que en aquel momento había trasladado sus instalaciones desde Mieres a Langreo. Allí, sin haber cumplido aún los 20 años, concluyó los estudios con tan buenas calificaciones que permaneció un año como profesor sustituto antes de seguir estudiando en la Universidad de Oviedo hasta que el marqués de Camposagrado lo cogió bajo su protección pagándole los estudios de Ingeniería en Madrid.

Pero ya se sabe que el hombre propone pero no dispone. El marqués falleció a los pocos meses y el pobre Gumersindo se quedó en la capital solo y sin otra alternativa que la de cumplir su servicio militar: más de seis años, en los que el destino le dio la oportunidad de acercarse al mundo de la Medicina cuando fue a parar al Hospital Militar de Valladolid.

A partir de ese momento dejó atrás su vinculación con la minería y comenzó un currículo que hizo subir todos los escalones de la Sanidad. Comenzó siendo practicante, luego doctor en Medicina e Inspector de Sanidad, y también destacó como director de baños y aguas minero-medicinales en Borines y Caldas de Malavella.

En 1890, decidió trasladarse al balneario de Sibul en Filipinas y en la colonia ocupó la cátedra de Fisiología en la Universidad de Manila y se dedicó a la política local siendo concejal, teniente alcalde y alcalde de Manila, donde contrajo una enfermedad que lo llevó a la muerte el 9 de febrero de 1900, cuando ya de regreso en España administraba el Hospital el Carmen de Madrid. Entonces solo tenía 55 años de edad, pero ya había logrado el reconocimiento general y estaba en posesión de varias condecoraciones.

Verán que es muy difícil resumir todo esto en una página, y yo no lo voy a hacer. Solo me voy a detener en un instante de su vida, cuando la casualidad lo convirtió en testigo de un suceso que en su momento llegó todos los periódicos por la peculiaridad de su protagonista: el capitán Félix Mayet, quien perdió la vida en un accidente mientras realizaba un espectáculo muy cerca del domicilio del doctor.

Mayet fue un aeronauta que realizó ascensiones en Francia, Italia y España con su globo llamado Relámpago, formando a varios discípulos que siguieron su huella en una época en la que, a falta de futbol, cine e internet, existían otros espectáculos más imaginativos. Los aventureros que se ganaban la vida realizando exhibiciones con sus globos aerostáticos estuvieron entre los de más riesgo. Hubo varios con éxito, pero el más aplaudido fue el capitán Mayet, quien completaba sus ascensiones realizando ejercicios en un trapecio fijo a gran altura sobre los espectadores y además pasó a la historia de la fotografía por haber realizado varias vistas aéreas de Madrid con una máquina que llevaba consigo.

En la década de 1880, Gumersindo del Valle se había establecido en la capital donde según sus biógrafos Rafael y Miguel Ángel Llavona tuvo abierta una consulta de enfermedades crónicas, sífilis y piel en la Plaza del Ángel, hasta que el primer día del año 1882 fue nombrado en comisión Comisario Interventor del Hospital de Nuestra Señora del Carmen. De esa manera obtuvo una estabilidad económica que le permitió casarse seis meses más tarde con María García López, al mismo tiempo que aumentaba su consideración entre sus paisanos gracias a su activa colaboración con la Sociedad de Beneficencia del Centro de Asturianos. La pareja residió en la calle Huertas número 6.

Por su parte, el capitán Mayet se encontraba entonces en su mejor momento. Varios periódicos publicaron tras su muerte los escasos datos que se conocían sobre él, repitiendo errores como su nacimiento en Tolosa, su edad equivocada o la existencia de un hermano, que en realidad nunca tuvo.

Irónicamente fue un diario llamado El Globo el único que se preocupó por la exactitud: había nacido el 7 de noviembre de 1850 en una familia acomodada de Arles-sur-Rhône; estaba casado con una italiana; antes de dedicarse a las exhibiciones aéreas había actuado como acróbata en varios circos de Europa y ya había salido con fortuna de muchos accidentes.

En una ocasión estuvo una hora luchando por su vida entre las aguas de la costa barcelonesa hasta que una lancha logró salvarlo tras haber caído al mar cuando un huracán derribó su aparato en medio de una exhibición. Otra vez, en Génova fue a parar sobre una vía férrea librándose milagrosamente de ser arrastrado por un tren que se dirigía hacia aquel punto, porque el maquinista logró frenar el convoy a pocos metros. También había caído ya sobre varios tejados; en una de las torres más altas de la ciudad de Roma, y hasta en medio de una plantación de chumberas de donde salió con su cuerpo acribillado por las espinas.

El domingo 28 de enero de 1883 se habían iniciado en Madrid los festejos de Carnaval, con un día magnífico y apacible. Por la mañana un desfile militar recorrió las calles ante la familia real y una multitud de ciudadanos, y a media tarde muchos acudieron hasta los jardines del Buen Retiro para contemplar la ascensión de Mayet acompañado en aquella ocasión por el maestro de obras Ángel Yuste, en su globo, un Montgolfier que hacía el número siete de los que había comprado en toda su carrera.

Todo marchaba según lo previsto: el aventurero vestido de marinero ejecutó con maestría varias evoluciones gimnásticas desde la altura, mientras su invitado saludaba al público con su sombrero, pero en la maniobra de descenso el globo se posó en el tejado del nº 3 de la calle de la Magdalena y allí quedó enganchado en una chimenea.

Entonces Mayet quiso empujar el aparato hasta la calle tirando de la cuerda con fuertes tracciones y no se sabe si fue porque resbaló con el canalón del tejado o porque tropezó con la cubierta del mirador del tercer piso de la casa, lo cierto es que sufrió un fuerte golpe en el costado, con tal dolor que perdió el conocimiento, se desprendió de la maroma y cayó al vacío para estrellarse contra el suelo.

En la prensa leemos que allí quedó inmóvil, con la cabeza rota y el rostro desfigurado, arrojando sangre por las orejas y la boca hasta que acudieron varios médicos y entre ellos Gumersindo del Valle, quien se encontraba en una casa inmediata y se acercó a toda prisa. Desde allí fue trasladado a la Casa de Socorro, adonde llegó también su esposa, que se enteró del accidente cuando estaba paseando por la calle de Alcalá con un amigo.

Nadie pudo ayudar a Félix Mayet y el acróbata del aire dejó de existir a las seis menos diez de aquella tarde. Hasta allí llegó el sacerdote responsable de la parroquia de San Sebastián para administrarle la extremaunción y poco después su cadáver fue trasladado hasta el depósito del Cementerio General para esperar hasta el momento del entierro que se celebró al día siguiente.

La vida tiene estas cosas: el doctor de Frieres, con una existencia llena de logros y momentos interesantes, figura en las hemerotecas por haber estado en el lugar preciso y en el momento adecuado. Fue el único que identificó la prensa entre todos los médicos que atendieron al capitán Mayet, porque él también era un hombre conocido. Nunca se habían visto antes y sin embargo sus nombres quedaron unidos para siempre por la casualidad de un momento en las páginas de sucesos que algunos historiadores seguimos consultando.

En alguna ocasión se ha confundido a Gumersindo del Valle Huerta con su hijo Gumersindo del Valle García, también médico y más conocido en la Montaña Central por haber sido el primer presidente de la sociedad cultural, deportiva y recreativa "La Montera" fundada en Sama en 1912 y considerada por su dilatada historia como uno de los puntales del asociacionismo asturiano. En otra ocasión lo traeremos a esta página.

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