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De lo nuestro | Historias heterodoxas

Las Dominicas en tiempos violentos

La situación de las monjas de diferentes congregaciones religiosas en las Cuencas durante la violenta década de los años treinta

Las Dominicas en tiempos violentos

Al hablar de la violencia contra la Iglesia católica en Asturias durante la sangrienta década de 1930 hay un hecho incontestable: en la insurrección de octubre se contaron 33 religiosos muertos, todos varones, mientras que el respeto a las religiosas fue absoluto. Hoy vamos a aportar algunas informaciones en torno a esta cuestión para ayudar a comprender por qué sucedió así

Con alguna excepción, como la de la de Hijas de La Caridad, que llegaron a El Entrego el 24 de octubre de 1902 y al poblado de Bustiello el 16 de Noviembre de 1906, las encargadas de la mayoría de los colegios de niñas en la Montaña Central fueron Las Hermanas Dominicas de la Anunciata, llamadas a Sama de Langreo en 1897 y que muy pronto se asentaron en Ablaña, Mieres, Ciaño, el propio Bustiello, Caborana, Ujo, Sotrondio, brevemente en Pola de Laviana y bastante más tarde en Turón.

Las Hermanas de La Caridad administraron en El Entrego un colegio construido con ayuda de los marqueses de Camposagrado y, como iremos viendo más adelante, su experiencia fue común a la que vivieron la mayor parte de las monjas de la otra comunidad: en 1934 no fueron molestadas y al estallar la guerra civil abandonaron su vivienda para alojarse en domicilios particulares, mientras sus instalaciones se habilitaron como hospital de sangre.

En cuanto a las Hermanas de La Anunciata, la de Langreo fue su tercera fundación fuera de Cataluña, su buena labor facilitó la extensión de la orden por Asturias, apoyadas por las grandes empresas, mientras los sindicatos y las organizaciones de izquierda que defendían la enseñanza laica impulsaron desde sus órganos de prensa algunas campañas pidiendo a las familias obreras que se abstuviesen de mandar sus hijas a estos colegios.

También fueron las religiosas de Langreo las primeras en pasar por un momento de apuro. Fue el 22 de septiembre de 1911, en el transcurso de una huelga minera que derivó en graves incidentes, cuando tuvieron que abandonar el colegio para refugiarse en los domicilios de las familias católicas de la localidad; luego hubo un punto de inflexión que las integró definitivamente en la sociedad del Nalón, en febrero de 1915, al responsabilizarse del hospital de la Sociedad Duro Felguera, que primero había sido hospital de heridos y después Sanatorio Adaro.

Al estallar la insurrección de 1934 en Asturias, las hermanas del hospital ya tenían suficiente ascendente sobre los mineros como para proponer al Comité revolucionario que llevasen junto a ellas a sus compañeras del colegio, lo que favoreció a las dos partes, ya que por una parte el elevado número de heridos hacía necesario un refuerzo sanitario, y por la otra esta medida afianzó la seguridad de todas ante el temor de que la comunidad fuese asaltada. De esta forma no corrieron ningún riesgo, y lo mismo sucedió en 1936.

Mientras tanto, en La Felguera durante la guerra civil las hermanas fueron acogidas en las casas de los vecinos afines a la Iglesia e incluso desde el 25 de abril de 1937 se permitió que celebrasen sus ceremonias religiosas en un pequeño piso donde, según la información recogida por la propia comunidad "tenían el consuelo de tener al Santísimo y recibir casi a diario la Sagrada Comunión". Finalmente, tras la llegada de las tropas sublevadas todas pudieron volvieron a reunirse.

Por otra parte, en la cuenca del Caudal las Dominicas habían inaugurado en 1915 en Ablaña una casa-colegio en una propiedad de la familia Guilhou cercana a su fábrica, y tenían allí su residencia, hasta que el 5 de octubre de 1934 fueron obligadas a guardar sus hábitos y a dispersarse. Unas pudieron quedarse en el hospital de la empresa y otras, como había sucedido en La Felguera, se repartieron en las casas de algunos vecinos donde no fueron molestadas, pero las clases quedaron suspendidas hasta enero de 1935.

Sin embargo, tras el alzamiento franquista las hermanas sí continuaron en el colegio, que fue registrado en numerosas ocasiones aunque nunca con violencia; de esta forma el momento más tenso se produjo el 31 de agosto cuando dos religiosas fueron detenidas durante cuatro horas. Más de un año después, en septiembre de 1937, una explosión de bombas en el almacén que se había habilitado como polvorín en la fábrica afectó al colegio dejándolo inhabitable por lo que las ocho monjas que en aquel momento componían la comunidad fueron trasladadas hasta otra casa de la empresa en la que pasaron los últimos días de la guerra sin problemas.

A la vez, en el centro de Mieres también se había inaugurado un colegio para niñas bajo la advocación de Santo Domingo de Guzmán, que inicialmente estuvo en un pequeño edificio y al resultar insuficiente para atender al número de alumnas se estableció desde 1915 en la calle más importante de la villa donde continúa siendo un referente de la población. Su comunidad tampoco fue molestada en la insurrección de octubre, y en los meses que siguieron las clases no se alteraron, sin que en ningún momento se prescindiese de la asignatura de religión ni se quitasen los crucifijos de las aulas.

Ya en 1936 en sus instalaciones se habilitó una cocina-comedor para el personal militarizado y también una cárcel de mujeres, luego su recinto fue transformado en cuartel de la guardia civil hasta que en el año 1938 recuperó sus funciones como centro de enseñanza.

Ya en el límite entre los concejos de Aller y Mieres las Hermanas Dominicas de la Anunciata habían sido llamadas al poblado de Bustiello en julio de 1900 y desde allí se repartieron entre Caborana y Ujo.

La escuela de Caborana se abrió en noviembre de 1917 para transformarse en un gran colegio en 1922, aunque desde 1933 pasó a depender de la Mutua Mierense y las siete monjas de su comunidad tuvieron que vestirse de seglar. Según la propia orden "en la revuelta de octubre de 1934 el pueblo de Caborana dio una brillante nota de cultura y consideración a las Hermanas". Durante la guerra la parte baja y el primer piso del colegio sirvieron como hospital de sangre y el sótano fue destinado a cárcel, mientras las hermanas eran retenidas en la zona habilitada para la vida de la Orden; ya el 4 de octubre las trasladaron a una planta del cuartel de la Guardia Civil en la que permanecieron bajo vigilancia hasta la entrada de las tropas nacionales.

Lo sucedido en Ujo fue muy parecido a lo ocurrido en Caborana, allí se había abierto también en 1922 otro gran colegio protegido por la Sociedad Hullera Española, pero en 1933 la Ley sobre Congregaciones Religiosas obligó a rescindir el contrato y la comunidad se vio obligada a guardar su vestimenta habitual, aunque apenas varió su programa y en la capilla siguió celebrándose el culto católico.

Igualmente, en octubre de 1934 las instalaciones de las monjas se habilitaron como hospital de sangre y cuando la insurrección fue derrotada el colegio se convirtió en cuartel provisional y las Hermanas se encargaron de cocinar y servir diariamente comida para unos 170 niños hasta que las clases se normalizaron en enero de 1935.

En el momento del alzamiento militar solo se encontraban en Ujo seis religiosas que también se refugiaron en domicilios particulares para volver a ocupar su residencia comunitaria el día 20 de diciembre de 1937 y reanudar las clases el 18 de enero de 1938.

Tampoco tuvo problemas en el concejo de Aller la comunidad de Boo, si bien el 5 de octubre de 1934 los mineros revolucionarios realizaron un registro, al parecer buscando armas, y al no encontrar nada no volvieron a molestar a las monjas. En julio de 1936 estas fueron alojadas en el Palacio de los Arias-Prieto -uno de los mejores edificios nobiliarios del sur de Asturias- y allí estuvieron en paz hasta que todo acabó.

Como es sabido, uno de los episodios más desgraciados de la revolución de Octubre fue el fusilamiento de los frailes de Turón. Lógicamente es imposible conocer lo que hubiese pasado si en aquel momento ya existiese en el pueblo una comunidad de monjas, pero las hermanas Dominicas se establecieron allí en la posguerra, después de que el 3 de marzo de 1939 se acordase con el visto bueno de la Junta Municipal de Educación Primaria la fundación del colegio "Isabel La Católica" y no fue hasta el día 7 de octubre de 1947 cuando se incorporaron al hospitalillo que tenía abierto Hulleras del Turón en La Felguera, que estaba atendido por enfermeras seglares. De modo que esta duda quedará siempre sin resolver.

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