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Buscan a las familias de dos vecinos de la comarca asesinados en 1938 en Pamplona

El Instituto Navarro de la Memoria exhumó los cuerpos de Celestino Díez, natural de Carabanzo, y de Gumersindo Rodríguez, nacido en La Rebollá

Los técnicos trabajan en la fosa de Urdanitz, en Navarra.

-Aquí era.

Teodoro Esteban señaló a unas parcelas de los pastos del monte Urdanitz, cerca de Pamplona. Y ese gesto fue crucial para una investigación sobre la Guerra Civil sin precedentes.

Él es el principal testigo de uno de los enterramientos que ha descubierto el Instituto Navarro de la Memoria -junto a la Asociación Aranzadi-, en un trabajo para exhumar a las casi 600 personas que fueron asesinadas en la fuga del penal de San Cristóbal (en el monte Ezkaba, Navarra). Han recuperado ya cincuenta cuerpos, entre los que podrían estar cinco asturianos. Dos son de la comarca del Caudal: Celestino Díez Gutiérrez, de Carabanzo (Lena) y Gumersindo Rodríguez, de La Rebollá (Mieres). Se busca a sus familias para poder identificarlos con el ADN y darles, por fin, una sepultura digna.

De vuelta a Teodoro Esteban. Este navarro, hijo de republicanos que fueron asesinados, cuenta que fue pastor en las tierras del monte Urdanitz desde su adolescencia. En esa época de más sombras que luces, había una suerte de "línea roja" que nunca podía cruzar: "Le pregunté a un señor mayor, que era muy buena persona, y me dijo que era porque había una fosa".

Memoria viva de una de las "grandes fugas" de la postguerra. Ocurrió en el año 1938, en el penal de San Cristóbal (Pamplona, Navarra). César Layana, jefe de departamento en el Instituto Navarro de Memoria, afirma que "en esa cárcel había miles de personas, fueron encerradas desde la Revolución del 34, durante la Guerra Civil y en la posguerra".

Una noche del verano de 1938, escaparon 800 personas. Salieron a por ellos en lo que fue, según Layana, "una auténtica cacería". Dieron con 600 presos, a los que fusilaron y enterraron por los montes del entorno. En fosas como la que señaló Teodoro Esteban.

Detallaron en un registro quiénes eran las víctimas, aunque no concretaron su lugar de enterramiento. Es el testimonio de los vecinos el que sitúa a cada grupo en un lugar. Y los asturianos, según Layana, podrían haberse exhumado ya: "Hay que recogerlo con cuidado, ya que nos basamos únicamente en los testimonios".

Los datos

Los testimonios pueden ser fiables o no, pero lo que quedó escrito aún permanece. Y es seguro que uno de los asesinados era Celestino Díez Gutiérrez. De él saben por los registros que nació en Carabanzo (Lena) el día 20 de agosto de 1903. Era hijo de Concepción y Valentín, y estaba casado. Tenía tres hijos y era tesorero del PSOE. Fue asesinado el 6 de junio de 1938.

No consta la fecha exacta del asesinato de Gumersindo Rodríguez Núñez. Pero sí quedó escrito que nació en La Rebollá el 18 de enero de 1914. Era hijo de Poncia y Ramón, e ingresó en la cárcel con el número 747. No consta que estuviera casado ni que tuviera hijos.

"Nos interesa mucho que se difunda información sobre ellos, porque es en las distancias cortas en las que podemos saber algo", afirma Layana. De momento, la búsqueda no ha dado resultado: "Parece un auténtico misterio, ya que uno de ellos tenía familia pero nadie parece recordarlo". La información se ha compartido ya más de mil veces en "Facebook".

Luis García Humanes era otro de los asturianos, de Oviedo. Era hijo de Polonia y Manuel y estaba soltero. Alfredo Panizo García nació en Gijón, el 22 de agosto de 1900. Hijo de Bernarda y Matías, casado y con cuatro hijos. De él consta una descripción física, que puede ayudar a su identificación antropológica: nariz apiñada, tuerto y poca barba. Medía 1,70 metros. Su mujer era de La Pola de Gordón (León). Del avilesino Benito Paredes sólo consta el año de nacimiento: 1917.

Son pocos datos, pero en el Instituto Navarro de Memoria Histórica no pierden la esperanza. Hasta ahora, han identificado ya a varios presos, algunos procedentes de Galicia: "Nuestro objetivo es seguir trabajando y exhumar el máximo número posible de personas", apunta Layana. Y que no quede ni una sola víctima sin nombre.

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