Ötzi, "el hombre de hielo" cuya vida se data hace más de 5.000 años y cuyos restos congelados fueron descubiertos en los Alpes, estaba tatuado. Ello da una idea clara sobre el origen del tatuaje, que se remota prácticamente a la aparición del ser humano. Y de esta historia y su evolución versó la charla titulada "¿Por qué nos seguimos tatuando?", organizada por la Asociación Cultural "Camín de Mieres", que contó con la colaboración del Ayuntamiento y el Club LA NUEVA ESPAÑA de las Cuencas.

Participaron en la charla los profesionales del tatuaje Alfredo Rodríguez y Tedi Skf, quienes, a partir de la prehistoria, explicaron la evolución vivida por el fenómeno del tatuaje hasta nuestros días. Rodríguez, que regenta un establecimiento en Mieres, destacó la dificultad de fijar con exactitud la fecha de nacimiento del tatuaje. "La piel sólo se conserva en congelación o embalsamado, casi no existen vestigios". Inicialmente se cree que tenían motivos mágico-curativos, porque se han descubierto tatuajes en zonas del cuerpo con heridas. "En el antiguo Egipto se produce un salto hacia la intención estética, además de simbólica", añadió Rodríguez. Y es que la importancia de la imagen, ya sea para causar temor en los enemigos, para resaltar la belleza o disimular imperfecciones es una constante a lo largo de los tiempos.

Rodríguez marcó la expansión del tatuaje en Occidente a mediados del siglo XVIII, a partir de las expediciones de Cook en la Polinesia y el contacto con samoanos y maoríes, para los que el tintado de la piel es una especie de libro de su propia historia, que contiene referencias familiares, de jerarquía u ocupación. "Fueron los marineros que participaron en esas expediciones los que aprendieron las técnicas y comenzaron a practicarlas en los puertos", añadió el ponente.

Tedi Skf, que ejerce en La Felguera, incidió en el hecho de que "el poder siempre ha tratado de prohibir el tatuaje, por su componente diferenciador e, incluso, contestatario; a pesar de ello, se sabe que siempre ha habido cuerpos tatuados". Y es que el carácter de marginalidad del tatuaje en Occidente proviene de su mismo origen, del tipo de personas que lo introdujeron. "Hoy vivimos el momento de mayor auge del tatuaje y te encuentras con lo mejor y lo peor", advirtió Tedi Skf, preocupado por la falta de regulación de la actividad. Llamó la atención sobre la importancia del tatuador a la hora de orientar y aconsejar.

Mientras en la pantalla se mostraban los diversos estilos de tatuajes, desde el realismo al lettering, de los simbolismos maoríes a las señales de pertenencia a un grupo de la yakuza japonesa, ambos ponentes insistieron en la conveniencia de que el cliente tome una decisión meditada, pensada a largo plazo, evitando actuar por impulsos pasajeros. "Tardará tiempo que quitar un tatuaje sea tan fácil como hacerlo", advirtió Tedi Skf, "porque un tatuaje puede encasillar, condicionar, transmitir y proporcionar positividad o negatividad". "Tatuarse un nombre era signo de pertenencia, como una propiedad: por eso se tatuaba a los esclavos, como se marcaba a los animales", dijo Alfredo Rodríguez, que entiende que gran parte del simbolismo se ha diluido en la actualidad, primando un deseo de lucimiento.