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De lo nuestro | Historias heterodoxas

Desvelando a Numa Guilhou

Juan Carlos Palacio presenta una biografía sobre el empresario, que constituyó hace ahora 140 años la Sociedad Anónima Fábrica de Mieres

Desvelando a Numa Guilhou

Pedro Duro, Claudio López Bru e Inocencio Fernández Martínez fueron hombres decisivos en el proceso de industrialización en la Montaña Central, y sus biografías junto a las de Guillermo Schulz, Jerónimo Ibrán y otros personajes imprescindibles de esta aventura apasionante que cambió las estructuras de nuestra tierra, ya han sido publicadas en libros y artículos especializados; sin embargo la vida y avatares de Numa Guilhou son mucho menos conocidos porque resulta muy difícil salvar las carencias que dificultan su investigación.

Numa nació en Mazamet, un pueblo emplazado en la llamada Montaña Negra, paraje natural protegido del sureste francés, donde algunas familias se dedican a la industria textil de la lana desde hace siglos, el mismo negocio que llevaba su padre Jacques, fallecido en septiembre de 1875 y enterrado en Mieres. Junto a sus dos hermanos, Marcial y Luis -especialmente este-, se dedicó a toda clase de negocios: ferrocarriles, bancos, inversiones de todo tipo y, para fortuna nuestra, también la industria siderúrgica, a la que acabó dedicando la mayor parte de su tiempo y su dinero.

Por motivos que no sabemos, el capitalista francés se interesó especialmente por la Montaña Central asturiana donde ya habían fracasado algunos establecimientos de cierto relieve y otros se encontraban en severas dificultades financieras, de manera que al menos desde el año 1857 y durante dos décadas fue adquiriendo sociedades, minas de carbón, mercurio y hierro, derechos en el ferrocarril de Langreo, fraguas, talleres, acerías y una gran variedad de material industrial, inmuebles e infraestructuras construidas para servir a estas instalaciones.

El proceso fue largo y finalmente tomó forma el 23 de marzo de 1879 cuando se constituyó la Sociedad Anónima Fábrica de Mieres ante el notario José García Bobia. Se trata de una fecha histórica de la que se cumplen ahora 140 años, pero la efeméride podría pasar desapercibida si no fuese por un acto cuyo protagonista es un ciudadano de a pie: Juan Carlos García Palacio, quien se ha dedicado intensamente en los últimos meses a preparar -por fin- una biografía de Numa Guilhou y quiere presentarla a los mierenses este miércoles con una charla en la Casa de Cultura.

Seguir la historia de Fábrica de Mieres es complejo, tanto por la dispersión de sus archivos, como por los avatares de su dilatada existencia que llega hasta su disolución en junio de 2010, y a pesar de que ha sido objeto de varias publicaciones tiene todavía numerosas lagunas; por ello cualquier dato que se vaya añadiendo sobre la propia actividad o las vivencias de los hombres que estuvieron vinculados a ella, sean sus propietarios, sus técnicos o sus trabajadores, se recibe con agrado e interés.

A esta realidad, que conocemos bien quienes en algún momento hemos tratado de buscar datos concretos relacionados con su andadura, se añade otra dificultad añadida cuando nos acercamos a la vida de Numa Guilhou, porque en su caso, a la falta de noticias se suman los errores, repetidos una y otra vez en las breves reseñas que recogen su vida y que se hacen notar ya en algunas genealogías desde la fecha de su nacimiento en 1814, confundida a menudo con la de su hijo Ernesto, quien vino al mundo en 1844.

Podríamos afirmar que esto se debe simplemente a la simple desidia de quienes no se han preocupado por contrastar sus informaciones, y así ha sido en época reciente, pero a la vez debemos tener en cuenta que, primero en el siglo XIX, por su condición de cristiano evangélico, y ya avanzado el siglo XX, para que la imagen de esta familia no sufriese ningún menoscabo, han sido frecuentes tanto las ocultaciones intencionadas como las interpretaciones interesadas que alteran la realidad de sus acciones.

Juan Carlos García Palacio se ha encargado de ir abriendo dos caminos en este bosque, primero contrastando lo ya publicado con la información original de hemerotecas y archivos, y al mismo tiempo poniendo luz en los episodios oscuros que venían convirtiendo en un Guadiana el río vital de nuestro empresario, y lo ha hecho de una manera tan poco convencional y heterodoxa que esta página no podía dejarlo pasar.

Esta es su tercera biografía sobre personajes mierenses, tras recuperar al aventurero de Urbiés Diego Suárez Corvín y al dominico fray Paulino Álvarez. Ninguno de estos trabajos se ha publicado ni ha tenido más divulgación que las pequeñas ediciones artesanales que el autor se costea para regalar a los amigos o a otros investigadores, reservando siempre algunos ejemplares para las instituciones locales y las bibliotecas más próximas.

Ahora todo indica que el caso de Numa Guilhou puede ser diferente y es probable que su biografía pase por la imprenta y llegue así a muchos más lectores, pero de cualquier forma, esta presentación en la que Juan Carlos va a exponernos un resumen de sus aportaciones es un buen complemento para su trabajo en el que se descubren detalles sobre la propia marcha de la fábrica y se revela a nuestro empresario como un industrial progresista que encontró su paraíso particular en Mieres, donde quiso vivir y morir

Aquí tuvo que superar la desconfianza de una parte de la sociedad asturiana y la oposición de la Iglesia católica por sus creencias religiosas que mantuvo hasta al final, aunque por una paradoja de la historia sus descendientes se caracterizaron después de su muerte como protectores de las órdenes religiosas y fueron quienes las introdujeron en el concejo para confiarles la educación de los hijos de sus trabajadores, e incluso una de sus bisnietas acabó profesando como monja en Francia.

Con paciencia y jugando bien sus cartas, Numa supo acercarse al mundo de la burguesía asturiana y tocar los resortes precisos para introducir a su familia en este círculo endogámico; sin embargo nunca llegó a ganarse la confianza de la jerarquía eclesiástica, a pesar de que hizo construir en los terrenos de su fábrica una hermosa capilla pública, que se bendijo en diciembre de 1872 bajo la advocación de Santa Marta de Betania: quince años más tarde, el sacerdote don Francisco Suárez Castiello seguía diciendo y escribiendo pestes en el Libro de Matrícula de la Rebollada contra la impiedad que reinaba en su parroquia.

Numa Guilhou fue un hombre sencillo, incluso descuidado en el vestir, y conciliador, tanto a nivel personal como en esferas más altas, en este sentido Juan Carlos García Palacio ha dedicado varias páginas a rastrear su posible labor de mediador en 1870 a instancias del general Prim para favorecer la candidatura del príncipe Leopoldo de Hohenzollern a la corona de España, vacante desde la revolución de 1868. Finalmente no ha podido confirmar la realidad de esta misión, pero a mí me gusta reseñar que por otra casualidad, el único hijo de Numa llevaba entre sus nombres el de este pretendiente: Santiago María Leopoldo Ernesto Guilhou.

Sabemos también de su empeño por la buena marcha de la fábrica, que se vio obstaculizado en varias ocasiones por problemas financieros, llegando a afectar a su posición personal en la última etapa de su vida, cuando fue relevado durante unos meses de la presidencia para ser reelegido el 30 de abril de 1890. Pocos días más tarde, en el curso de una huelga, después de pedir a las fuerzas del orden que se retirasen, el anciano Numa que se había ganado el respeto de sus obreros por su cercanía, se dirigió hasta el piquete que impedía el paso a los hornos, escuchó sus peticiones, les habló con tranquilidad y consiguió cerrar el conflicto entre vítores.

Conocer que en aquel momento ya estaba muy enfermo y que iba a fallecer el 22 de octubre de aquel año nos da una idea de su talla moral, como también lo hace una anécdota rescatada por Juan Carlos, quien escribe como en 1869 fue noticia que un tal Hugelman, que ya había engañado anteriormente a Numa, fue descubierto por este cuando pretendía cobrarle 12.000 francos con letras falsificadas, pero poniéndose de rodillas supo encontrar lágrimas y apiadar a Guilhou, quien zanjó la cuestión tirándole los pedazos de las letras a la cara.

Otro apartado interesante es el que analiza sus relaciones personales con otros personajes conocidos como Alejandro Van Straalen o Jerónimo Ibrán, quien fue posiblemente su mejor amigo y con seguridad su hombre de confianza, y sobre todo con el abogado republicano y administrador delegado de la Compañía del Ferrocarril de Langreo en Asturias José María Celleruelo, al que según Juan Carlos "Numa debía considerarle, en cierto modo, como a un hijo".

En fin, seguramente más pronto que tarde ustedes podrán leerlo todo.

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