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De lo nuestro | Historias heterodoxas

La misteriosa muerte de José María Martínez

El conocido dirigente regional de la CNT apareció muerto en Gijón el 12 de octubre de 1934, pero nunca se supo la procedencia de las balas

La misteriosa muerte de José María Martínez

El 11 de octubre de 1934, en plena insurrección de Asturias, el avance de las tropas del Gobierno era imparable; todo indicaba que la lucha ya se había perdido y prolongarla solo podía servir para debilitar la organización de un segundo movimiento revolucionario, que debía planificarse mejor en todo el Estado. Por ello, el Comité Regional tomó el acuerdo de que los combatientes abandonasen sus posiciones y los hombres más comprometidos se pusiesen a salvo después de avisar a los dirigentes locales, y así se hizo, tras forzar las cajas de algunos bancos para que los huidos financiasen su salida al extranjero.

Fueron horas de tensión y enfrentamientos entre los propios revolucionarios, ya que la Federación Anarquista Ibérica (FAI) por un lado y el Partido Comunista por otro, se opusieron a esta decisión e incluso estos últimos decidieron tomar por su cuenta el control del movimiento, de manera que pocas horas más tarde, quienes ya se encontraban camino del exilio, dieron la vuelta para evitar que la rebelión obrera se transformase en otra cosa y el desastre fuese aún mayor.

En medio de esta confusión, en las primeras horas del día 12 de octubre, viernes, unos niños de la aldea de Sotiello, cerca de Gijón, encontraron un cuerpo junto a la vía del tren, con un fusil máuser al lado y una pistola con varios cargadores entre su ropa, algo que no tenía porque llamar demasiado la atención en aquellos días de violencia, salvo por el hecho de que el muerto era un personaje muy conocido: José María Martínez, dirigente regional de la CNT, y uno de líderes de la revolución, de quien Manuel Buenacasa había escrito que "lo hace todo y bien, organiza, ejecuta, habla y escribe con gran competencia".

Según un testigo, estaba boca arriba, paralelo a la vía, y tenía un rictus de sonrisa que hacía que no pareciese un cadáver; desde allí lo trasladaron en una ambulancia de "Paz y Caridad" para hacerle la autopsia y después fue expuesto sobre una mesa de mármol ante la que desfilaron militares y Guardias Civiles para confirmar su muerte antes de enterrarlo en el cementerio de Ceares.

José María Martínez, nacido en 1884 en Prunales de Castiello, un lugar de Parres, figuraba entre los fundadores del primer sindicato anarquista de mineros asturianos "El Despertar del Minero" y había trabajado en Duro Felguera hasta que por culpa de un enfrentamiento con la fuerza armada tuvo que refugiarse en Argentina y Portugal donde permaneció un año, desde allí pasó a Bilbao y a finales de 1916 estableció su residencia en Gijón, donde se había empleado en el servicio de transporte de caballerías y como corresponsal de El Comercio firmando paralelamente otros artículos en la revista El Libertario con el seudónimo de José María Riestra.

Lo cierto es que a pesar del tiempo transcurrido desde aquel día, las circunstancias que rodearon su muerte siguen siendo un misterio y aunque seguramente nunca se aclaren, hoy les voy a dar a ustedes varias piezas para que puedan ir componiendo su propia explicación.

Lo primero es descartar que, como se ha escrito en alguna parte, muriese combatiendo contra las tropas enviadas desde África para sofocar el levantamiento proletario, y rechazar también la posibilidad de un suicidio, puesto que según la autopsia presentaba un orificio de entrada de proyectil en el centro del pecho, entre ambas tetillas, con una trayectoria que le atravesó el corazón, con salida por el omóplato izquierdo, pero no había quemaduras de pólvora en la ropa que señalasen un tiro cercano y además las armas que portaba tenían el seguro echado

Otro anarquista muy conocido, Ramón Álvarez Palomo, escribió que la Federación Local de la CNT formó años después una comisión para investigar el caso, dando por bueno el testimonio de Aquilino Roces, compañero de militancia y amigo personal de José María, quien contó que en la noche del 11, este llegó a Sotiello desde La Felguera y se dirigió hasta la casa de unos familiares suyos donde acababa de celebrarse una esfoyaza, allí se dispuso a descargar el fusil y unos proyectiles cayeron entre las hojas de las panoyas que inundaban el suelo, entonces intentó recuperarlos y al agacharse, la pistola que llevaba al cinto se disparó causándole la muerte. Luego, quienes habían contemplado la escena se deshicieron del cuerpo alejándolo del lugar para evitar complicaciones e interrogatorios policiales.

Aunque esta es la versión que aceptó la CNT, las conclusiones de la autopsia nos obligan también a desecharla porque la pistola que portaba aún tenía el seguro puesto, la trayectoria era inverosímil para un disparo accidental de esas características y un disparo tan cercano debería haber dejado también marcas en la ropa; pero además, según se dijo más tarde, la bala que lo había matado procedía de un fusil.

La mayor parte de los historiadores manejan entonces la hipótesis del asesinato, bien por motivos políticos o para robarle aquel dinero que supuestamente llevaba encima porque se lo había entregado el Comité para facilitar su huida.

José María Martínez tenía adversarios comunistas y también dentro de la misma FAI, con los que al parecer había discutido en La Felguera horas antes, pero a pesar de sus diferencias, nada indica que ni unos ni otros quisiesen eliminarlo, porque era un hombre conciliador entre las diferentes tendencias obreras y una figura respetada por su historial intachable.

Así que nos queda la posibilidad del crimen económico, negada por quienes afirman que cuando llegó a La Felguera no le dijo a nadie que le hubiesen dado ningún dinero en la reunión del Comité Revolucionario; entre estos figura Ramón Álvarez Palomo, quien estuvo en aquella última reunión en su condición de Secretario General de la Regional cenetista y lo afirmó así en su biografía de José María Martínez publicada en 1990, añadiendo que tampoco había sido insultado ni acusado por sus compañeros, sino felicitado por su comportamiento, por lo que había salido camino de Gijón sin ningún enfado.

Por su parte Paco Ignacio Taibo en su trabajo sobre octubre de 1934 recogió los testimonios de Florentino Fonseca y Onofre García Tirador, quienes estuvieron aquella noche en La Felguera, sin que pudiesen aportar ninguna pista sobre el asesinato. Florentino contó que "venía vestido con un chaquetón azul marino y una boina. Se entrevistó con el Comité de Guerra y con Herminio Prieto. Dijo: Jugamos y perdimos, pero cumplimos nuestro compromiso de Alianza Obrera. Que Dios nos coja confesados porque a Lerroux yo lo conozco y es capaz de fusilar a la madre que nos parió".

Por su parte, Onofre confirmó que lo acompañaban Aquilino Roces y otro al que llamaban "Pichón" junto a otro grupo de compañeros de Gijón y que el encuentro se realizó en la escuela de los frailes: "decía que la Revolución estaba acabada, que habría que esperar la "segunda vuelta", y en lo inmediato, la llegada del fascismo".

El 21 de octubre de 1984, "Manolé" Grossi Mier expuso su testimonio en una carta publicada en el diario La Voz de Asturias que contradecía estas informaciones poniendo por testigos a otros dos cenetistas presentes en la reunión que el Comité Revolucionario había celebrado a las dos de la madrugada del día 11 en Oviedo, y que aún vivían en aquel momento: José María Martínez había asistido al reparto de dinero que se había sacado de los bancos para ayudar a escapar a los compañeros que más se habían significado en la revolución; el mismo había cogido su participación, luego sabía bien lo que estaba diciendo.

Martínez había salido de allí a las tres de la mañana con unos miles de pesetas anunciando que iba hacia La Felguera para comunicar a sus compañeros la decisión de dejar las armas, y así lo hizo, ocasionando una fuerte discusión en la que llegaron a acusarlo de traidor; entonces abandonó la reunión diciendo que "se encaminaba hacia Gijón, que lo haría haciendo frente a la muerte, con el corazón oprimido, pero con la frente alta, orgulloso de haber cumplido con su deber de hombre integral de la Confederación Nacional del Trabajo". Otro autor, Manuel Villar "Ignotus", confirmó que José María fue visto por última vez en La Felguera donde comunicó que el Comité había decidido dejar las armas, y después dejó el lugar para dirigirse hasta Gijón.

Lo único cierto es que José María Martínez apareció muerto con el pecho taladrado, al parecer por una bala de máuser, no de pistola, y sin ningún dinero encima. Yo no conocí a Ramón Álvarez Palomo, pero sí a Manuel Grossi, y sé que nunca mentía, pero en este caso todas las hipótesis quedan abiertas.

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