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El legado social de la mina

La tasa de estudios, como hace medio siglo: solo dos de cada diez habitantes tienen formación superior

Expertos ligan la baja formación al trabajo con el carbón y a la emigración | "Saber es mejor siempre", dice la vecina más longeva de Nembra

Luisín Alonso, María Gutiérrez y Virtudes González, en Nembra. FERNANDO GEIJO

Virtudes González tenía 41 años cuando enviudó. Era el año 1966, tenía siete hijos y un bar que atender en Nembra (Aller). "No tuve miedo por mí, pero sí por ellos. Supe que haría todo lo posible porque estudiaran y porque tuvieran todos un futuro", dice ahora, 94 años vivarachos, mientras termina un tapete de ganchillo con dedos ágiles.

Virtudes González es la vecina más longeva de la parroquia de Nembra, conocida por su tesón y su trabajo incansable. También por una vocación innata por aprender que lega en vida: logró que varios de sus hijos fueran a la universidad, dos son maestras igual que una de sus nietas. Se sorprende cuando sabe que el porcentaje de vecinos con formación superior en las Cuencas no ha variado mucho desde su época: solo dos de cada diez habitantes de las comarcas del Nalón y el Caudal tienen estudios superiores (un 83,2%, frente al 81% de la media regional). Los expertos consultados por este diario aseguran que es una herencia de la mina, cuando estos territorios tenían una salida laboral asegurada y que no requería de formación. También de la emigración de los jóvenes más formados.

"Pues a mí me parece mal que la gente no haga más por estudiar ahora que cuando yo era nena, porque ahora hay de todo", dice Virtudes sin perder punto de su labor. Tiene las manos ágiles y una memoria inmensa para el pasado. A veces se le nublan los datos nuevos, pero sus hijos y sus nietos se lo recuerdan con cariño. Trabajó en la cocina del Bar González, ahora dirigido por su hijo, hasta que sopló más de ochenta velas. "Trabajar, trabajé mucho. El mi marido murió de silicosis, yo quería que los guajes fueran a la escuela", dice.

Quizás porque a ella le gustaba mucho. Se une a la conversación Luisín Alonso, 87 años ya cumplidos. "¿No te acuerdas cuando bajabas desde Arnizo hasta El Campu?", le pregunta. Y entonces él cuenta como cantaban el "Cara al Sol" y el libro con el que aprendió a leer: "El Catón". Llevaban todos los días el pizarrín bajo el brazo.

"¿Ahora como os arregláis?", le pregunta a su nieta María Gutiérrez, profesora de Primaria que la visita muy a menudo. Y ella le explica que trabajan con "una pizarra digital". Y que los chavales usan a veces mini portátiles o tablets en el aula. "¿Ves? Es que ahora hay de todo", afirma Virtudes, asintiendo con la cabeza.

Parece que no es suficiente. Una investigación europea, encabezada en España por el IES Valle de Aller, desveló que un 20 por ciento de los alumnos de las Cuencas no están a gusto con su vida escolar. Y ese descontento es uno de los principales motivos para el abandono escolar temprano. "Eso pasa porque saben que cuando acaben de estudiar no van a encontrar un trabajo. Eso ye así", sentencia Luisín Alonso.

Y da en el clavo. Al menos, este es uno de los factores a los que apuntan los expertos a nivel nacional. Pero la realidad en las Cuencas es un poco distinta. Explica Esteban Vázquez, profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Oviedo e investigador de RegioLab, que la diferencia en el nivel de estudios entre las comarcas mineras y el resto de Asturias es la oportunidad laboral que brindó el sector extractivo durante tantos años. "En un estudio más pormenorizado que el que estamos analizando (los datos del Observatorio de Salud de Asturias) podrían verse los porcentajes por edades", explica. Cuanto más jóvenes, mayor formación.

- ¿Si ahora fueran jóvenes, les gustaría estudiar?

Dice Luisín Alonso, entre risas, que él era "muy burro" y que no llegó a coger apego al pupitre: "Para qué ibas a querer aprender, si tenías que ir por la tarde a les vaques". Virtudes González deja la labor del tapete a un lado y levanta la vista: "Yo fui a la escuela hasta los 14 años, pero nunca me hubiera cansado de aprender. Se lo dije a todos los guajes, saber es siempre mejor". La mejor lección para sus siete hijos, para sus once nietos y para sus siete bisnietos siempre estuvo en casa.

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