De lo nuestro | Historias heterodoxas
El terrible final de Manuel Suárez, "Berbeo"
Natural de Olloniego, perpetró todo tipo de fechorías y llegó a apuñalar al alcaide de la cárcel: fue ejecutado y se le cortó la mano derecha

El terrible final de Manuel Suárez, "Berbeo"
Ernesto BURGOS
Entre los personajes más lamentables de la historia de España, Fernando VII ocupa un lugar de honor, con un listado de malas acciones y desastres, que ni su propia muerte pudo frenar, ya que cuando dejó este mundo, acompañó su tránsito dejando al país enfilado hacia una guerra civil. En la disputa por la herencia del trono, los españoles empuñaron las armas defendiendo en una orilla a su hermano Carlos y en la otra a su hija Isabel. Así se iniciaron las guerras carlistas, que aunque en realidad ocuparon con mayor o menor intensidad todo el siglo XIX, según los libros fueron tres.
La primera, que comenzó en 1833 y duró siete años, hasta 1840 llegó hasta la Montaña central, donde se levantaron algunas partidas a favor del pretendiente, que las autoridades identificaron en muchas ocasiones como grupos de bandoleros para restarles importancia política.
En uno de los libros de defunción de la parroquia de San Juan de Mieres figura un apunte fechado en pleno conflicto, que les transcribo al pie de la letra: "En ocho de abril de mil ochocientos treinta y cinco se dio sepultura eclesiástica en el cementerio de esta parroquia de Mieres de mi interino cargo al cadáver de don Facundo Victoria, que murió el mismo día fusilado en esta villa por caudillo de carlistas. Era de edad de veinte y ocho años poco más o menos. Confesose solamente por no haber dado lugar a más. Era natural de La Losa en la provincia de Segovia y de estado soltero según manifestó. Y para que conste, lo firmo: Manuel Antonio Fernández de Calienes".
Llevo décadas buscando inútilmente más datos sobre este personaje, que en el margen figura con su apellido sin la letra "c", por lo que debe verse más correctamente como Facundo Vitoria, pero hasta ahora no había encontrado nada en las hemerotecas ni en los documentos carlistas, y cuando escribí en los años 80 al cura de La Losa pidiéndole una partida de nacimiento tampoco obtuve respuesta. Pero ahora Rolando Díez -al que de nuevo expreso mi agradecimiento por su colaboración con esta página-, me ha pasado copia de uno de los primeros números del Boletín Oficial de la Provincia de Asturias -el 28-, fechado el mismo día de la defunción, que nos permite conocer un poco las circunstancias que rodearon a este suceso.
Se trata de un breve informe de la Plana Mayor de la Comandancia General del Principado de Asturias en el que se recoge el informe enviado por el Comandante de la Milicia Urbana de Mieres don Vicente Sampil dando parte de que el sargento 1º de la misma don José Díaz Rivera, con los urbanos don Alonso Álvarez, don Manuel Álvarez Robles, don Juan Molleda, don Juan Cuesta y don Fernando Miranda persiguieron a Facundo Victoria (de nuevo con c) y a un tal "Berbeo", arrestando al primero, mientras que el segundo, aunque herido, pudo escapar aprovechando la oscuridad de la noche.
A continuación el Comandante General manifiesta su agradecimiento a los urbanos e informa de que hace llegar la noticia a la Reina Gobernadora para que los recompense, ordenando que Facundo Vitoria sufra la pena señalada por los Reales bandos después de recibir los auxilios espirituales.
La información ya es valiosa por lo que se refiere al cabecilla segoviano, pero además aporta el dato de su relación con "Berbeo", un alias que en este caso aparece siempre escrito con dos bes, a pesar de que todo indica que procede de la expresión "ver veo". Este personaje es algo más conocido porque ya se ocupó de él hace años la imprescindible divulgadora Arantxa Margolles, calificándolo como uno de los últimos bandidos asturianos.
"Berbeo" fue ejecutado el 18 de octubre y las circunstancias de su muerte también tuvieron publicidad en otro número de aquel Boletín Oficial casi recién nacido, para que sirviesen de ejemplo y escarmiento, acompañándolas de una reseña biográfica en la que se dieron especial importancia a sus delitos sin vincularlos en ningún caso a la actividad de las partidas carlistas.
Sabemos que Manuel Suárez, "Berbeo", era natural de Olloniego y había iniciado su carrera criminal cuando desertó para unirse al tambor de Mieres con el que cometió toda clase de tropelías por la Montaña Central hasta que fue detenido, juzgado y condenado a diez años de trabajos forzados en el penal de La Gomera. Pero cuando se encontraba en el correccional de Valladolid esperando que se formase la expedición para su traslado a la isla, entró en la ciudad castellana el cabecilla Zariátegui, quien ofreció a los presos unirse a él, y con esa disculpa fue liberado, aunque en cuanto pudo también lo abandonó y retornó a Asturias para seguir con sus fechorías.
A partir de este momento, el BOPA volvió a recoger en varias ocasiones sus andanzas haciendo que su fama fuese creciendo hasta que se puso precio a su cabeza. De este modo, el Gobierno Civil forzado por la presión popular, ordenó que en los concejos de Lena, Langreo, Laviana, Tudela, Aller, Morcín, Riosa, Ribera de Arriba y Abajo se leyese a la hora de la misa una circular obligando a los vecinos a capturarlo vivo o muerto, a la vez que se estableció una multa de cien ducados para quien lo dejase pasar sin dar parte a la autoridad.
Berbeo no tardó en volver a caer en manos de la justicia, esta vez definitivamente, y varios vecinos recibieron una recompensa por su colaboración; luego fue juzgado por siete causas que había acumulado y condenado a muerte en una sentencia que se confirmó a pesar de que él apeló al Tribunal Superior. Finalmente se decidió que debía ser puesto en capilla a las once de la mañana del 16 de octubre de 1838, pero él, en vez de resignarse a morir, quiso matar por última vez.
Cuando llegó el momento, siguiendo el procedimiento habitual, un mozo llavero fue a comunicarle la sentencia. Berbeo estaba en el patio y lo mandó subir a la sala de costumbre, pero este proclamando su inocencia se negó a acompañarlo; entonces el alcaide don Fernando Díaz Pedregal decidió ir a dar la orden en persona. Mala idea, porque cuando parecía que lo había convencido y caminaban los tres -alcaide, reo y mozo- hacia el rastrillo de la puerta interior, el bandido lo acometió con un puñal de doble filo (que nunca fue encontrado), causándole cuatro heridas gravísimas.
Díaz Pedregal era un hombre popular y querido, un patriota que gozaba del cariño del pueblo, así que en cuanto se conoció el crimen, la multitud rodeó el edificio de la Audiencia pidiendo un escarmiento ejemplar. Desde el primer momento, las autoridades dispusieron la incomunicación de otros presos que pudiesen haber tenido alguna implicación en el suceso, y el tribunal decidió no levantar la sesión hasta haber clarificado los hechos.
Por fin, después de 24 horas de deliberación, se leyó la sentencia: Berbeo sería arrastrado hasta el patíbulo llevando un cartel en el pecho, y a las cuatro horas de la ejecución se le cortaría la mano derecha, que habría de quedar expuesta en el palo del patíbulo hasta el anochecer y todo el día siguiente en la fortaleza; al mismo tiempo debería indemnizar al alcaide con 500 ducados si quedaba herido, o a su familia con 1000 si se producía el fallecimiento. Una multa que no pasó de ser un requisito legal, ya que hasta el momento no se conoce que nadie haya podido pagar sus deudas económicas después de muerto.
El acusado fue informado a las 7 de la tarde del día 17 y no manifestó ningún arrepentimiento, negando siempre haber sido el autor de las puñaladas; rechazó las exhortaciones de varios religiosos que acudieron a ofrecerle su consuelo, e incluso cuando ya tenía la argolla puesta al cuello y casi en su último momento profirió unas palabras "que escandalizaron a los mismos ministros del santuario que le acompañaron hasta el suplicio. Mientras tanto, el público que solía acudir a los terribles espectáculos compadeciéndose de los desgraciados que morían en el patíbulo, en esta ocasión dio muestras de complacencia por ver el castigo a la maldad de Berbeo, quien dejó este mundo voceando su inocencia.
La ejecución del rebelde asturiano fue recogida fuera de nuestras fronteras por "La Gaceta de los Tribunales" de París en un artículo en el que el periodista dio rienda suelta a su imaginación situando el escenario en la villa de Lugones y novelando el suceso al gusto francés con el añadido de una retahíla de expresiones y tópicos españoles puestos en boca de los guardianes que asistieron a la ceremonia fatal.
Y es que las circunstancias que rodearon la muerte de Berbeo son un buen ejemplo de aquella España negra que ya hemos dejado atrás.
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