A Amadeo Gancedo igual le daba entrevistar a Manuel Fraga Iribarne que a Manolo Escobar. De hecho, ambos se enfrentaron a su desgastada grabadora. Pero era la gente de Mieres la que realmente le interesaba, ya fuera el alcalde o el cartero del barrio: "Un periodista necesita hacer relaciones, no estar sentado en una oficina esperando que lleguen las noticias", afirmaba. Él nunca tuvo problemas para ganar afectos.

Durante los aún recordados Concurso Artístico de Otoño del desaparecido Teatro Capitol que él ayudo a organizar en su juventud, Amadeo Gancedo conoció a un infante cantante que se apuntó al certamen con el nombre de San José. Aquel tímido chico que tocaba la armónica casi llega a la final en la edición de 1963. Con el tiempo sería conocido por todos como Víctor Manuel. Amadeo Gancedo recordaba que probablemente no ganó el concurso debido a que en semifinales actuó con catarro. Con el tiempo ambos entablaron amistad, hasta el punto de que el cantante, según cuenta él mismo, llegó a recurrir a Gancedo para que le diera su opinión sobre un tema que había compuesto. La canción era el "Abuelo Víctor". "Yo la escribía y lloraba, y se la puse a mi amigo Amadeo y también se emocionaba", explicó en su momento a este diario el cantante mierense.

Amadeo Gancedo escribió y habló mucho. Ambas cosas las hacía bien debido que tenía la facultad de saber escuchar. Además, tenía facilidad para "escurrirse" hasta el meollo de cada cita. Otra anécdota con un conocido cantante local certifica su capacidad para situarse cerca de los protagonistas de cada historia. Siendo aún un adolescente coincidió con Juanín de Mieres en el popular restaurante "Casa Urbano". Aquel día llovía y el "Almirante" de la canción asturiana reburdiaba debido a que no quería mojarse. Pocos cantantes de la época cuidaban la voz como Juanín. Aquella tarde, Amadeo Gancedo acabó en casa del mito de la canción asturiana tras recibir el encargo de ir a buscarle la gabardina. El cronista contaba en ocasiones, medio en broma, que pese a sus limitaciones físicas atravesó Mieres tan raudo que llegó a tiempo de disfrutar de una charla con Juanín. Hasta el final le gustaron las tertulias.