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De lo nuestro | Historias heterodoxas

A dos bandas

La división entre músicos y sus conflictos en el Ayuntamiento de Mieres, que se vienen repitiendo periódicamente desde finales del siglo XIX

A dos bandas

En septiembre de 1868, se inició en España una revolución a la que el pueblo llamó "La Gloriosa", que obligó en pocos días a la reina Isabel II a hacer las maletas y tomar el camino del exilio; entonces el general Prim pronunció una frase lapidaria que la historia pronto convirtió en humo: "Borbones en España, jamás, jamás, jamás". Y como siempre sucede en estos casos, se produjo un relevo de cargos públicos a todos los niveles, que en Mieres afectó a los representantes municipales: fue nombrado alcalde don Manuel Suárez y secretario del Ayuntamiento don José Palacio, quien falleció al poco de tomar posesión de su cargo recibiendo el homenaje de sus correligionarios el día de su sepelio, martes 24 de noviembre de aquel año.

Según escribió Fausto Vigil, el entierro fue suntuoso y en el funeral solemnísimo, celebrado en la parroquia de San Juan, la Banda de Música interpretó el Miserere y el himno de Riego, produciéndose un ligero rifirrafe cuando el sacerdote celebrante protestó porque se estuviese tocando en el interior del templo y uno de los compañeros del fallecido le replicó en voz alta, aunque la sangre no llegó al río.

Es una anécdota que tiene la importancia de confirmarnos que en aquel momento ya existía una banda en Mieres, antes de la fecha de 1884 que suele darse siempre como la de su fundación. Julio León Costales también la anotó en su libro "Las Bandas de Música de Mieres y otros aspectos del folclore" identificándola con una agrupación llamada "La Mierense", de la que conocemos pocos detalles. Lo que sí sabemos es que, pasados unos años y con la monarquía restaurada, esta agrupación no debía de llevarse bien con el Ayuntamiento, ya que cuando Alfonso XII visitó Mieres en 1877, en vez de contratar su actuación para el recibimiento, prefirió traer a una pareja de tambor y gaita y ocho músicos de la Banda del Hospicio de Oviedo, que entonces dirigía Teodoro Cuesta.

El caso es que a finales del año 1880, esta vez con ayuda económica del Consistorio, que financió parte de sus instrumentos, nació una segunda banda, la del "Teatro Orfeón". Ambas agrupaciones convivieron en una villa cuya población era mucho menor de la actual, aunque todo indica que fueron rivales, puesto que en el mes de junio de 1891 la banda de la sociedad "Teatro Orfeón" se convirtió en municipal y cinco años más tarde "La Mierense" solicitó lo mismo aduciendo que la mayor parte de los pueblos de la provincia tenían una buena banda sostenida por sus municipios, mientras que la de ese Ayuntamiento de Mieres no llenaba las necesidades de esta culta villa.

Por lo que parece, la política también estaba detrás de esta división, ya que "La Mierense" acabó siendo la preferida de los ciudadanos conservadores, mientras que los liberales se inclinaron más por la del "Teatro Orfeón" que dirigió muchos años don Genaro Palacio.

Seguro que ya saben por dónde voy: de nuevo se repite la historia y Mieres vuelve a tener dos bandas de música que tampoco se dan muchos besos. Yo apoyo a una, porque tengo en ella amigos y conocidos, pero no por eso desprecio a la otra, ya que estimo que aquí lugar para ambas, e incluso, siendo egoísta, debo decir que gracias a esta competencia se ven y oyen ahora conciertos que disputan en originalidad y calidad en un nivel muy alto. Aunque como el horno no está para clarinetes, y cualquier cosa que escriba puede interpretarse mal, prefiero callar y volver a lo mío, que es rescatar cosas de nuestro pasado.

Para situar la anécdota que quiero contarles debo recordar que en la España de finales del siglo XIX funcionó desde noviembre de 1885 un sistema de turnos pactado entre liberales y conservadores, que iban alternándose pacíficamente en el Gobierno, aunque cuando mandaban los unos marginaban a los otros, y al revés. Más arriba he citado a don Genaro Palacio, figura clave de nuestra historia musical, ya que dirigió a la vez tanto a la Banda y al Orfeón, e incluso en agosto de 1889 fue nombrado por unanimidad profesor de la Academia de Música que se creó para que pudiesen formarse en ella los hijos, hermanos o sobrinos mayores de doce años, de los socios del Teatro Orfeón, dejando un cupo de cinco plazas de solfeo para pobres de solemnidad.

Genaro Palacio también sufrió las consecuencias del turno político y así lo hicieron público trece de sus músicos en una carta dirigida al director del diario El Noroeste que se publicó el 25 de agosto de 1897, en la que expusieron su solidaridad con su maestro.

Genaro Palacio dirigía a la agrupación municipal de esta villa de Mieres, cuando en 1895 el Ayuntamiento liberal dio paso a uno nuevo de matiz conservador, entonces tan pronto como se hizo cargo de la Alcaldía don Manuel Gutiérrez fue declarado cesante en aquel cargo por razones políticas y sin pérdida de tiempo se nombró a otro individuo para sustituirlo; pero don Genaro se había ganado el afecto de sus discípulos y estos no quisieron aceptar el cambio a pesar de los repetidos ruegos y promesas que el flamante alcalde les hizo en una reunión celebrada para que reconsiderasen su postura, de modo que el desacuerdo se enquistó y la Banda municipal terminó perdiendo la protección de las autoridades locales.

Luego, los meses fueron pasando mientras al nuevo profesor le era imposible reorganizar un conjunto con los músicos veteranos, por lo que don Manuel Gutiérrez no tuvo más remedio que buscar el entendimiento con Genaro Palacio para que la primitiva banda volviese a vincularse al Ayuntamiento.

Una vez ganado este pulso, los músicos se vieron con fuerza para exigir un aumento en los presupuestos que se estaban elaborando para el año siguiente y cuando consiguieron confirmar este compromiso, a principios de aquel 1897 volvieron profesores y alumnos a pertenecer a la banda municipal sin saber que todo había sido una mentira, ya al llegar el momento de hacer realidad la promesa, esta quedó olvidada en el tintero. En este estado de cosas, los músicos exigieron que se cumpliese la palabra dada y lógicamente se dirigieron a su director para que fuese él el encargado de recordárselo personalmente al Alcalde, encontrándose con la desagradable sorpresa de que don Genaro, olvidando que les debía el puesto a sus pupilos, les dio esta respuesta: "Hacedlo vosotros. Para lo que trabajáis bastante os pagan, y mucho cuidado que al hacerlo empleéis buenas formas".

El enfado fue mayúsculo, hasta el punto de que para castigar a su maestro los comunicantes decidieron dejar de tocar en los habituales conciertos dominicales hasta que el profesor se decidiese a arreglar el asunto con el regidor municipal, pero en El Noroeste leemos que su reacción fue aún más inesperada: "el domingo último y hora de las seis de la tarde, llegaron a esta villa ocho músicos, lo más selecto de la banda municipal de Oviedo, quienes bajo la dirección de don Genaro tocaron admirablemente en el sitio de costumbre, durante las horas de reglamento".

Los firmantes de la banda mierense se preguntaban en su misiva quién había llamado a los ovetenses y si estos se habrían conformado con su mismo salario, diciendo con ironía que con esta medida ganaban ellos, ya que aunque perdiesen un sueldo tan insignificante, en cambio tendrían el gusto de oír siquiera una vez cada ocho días a los músicos de Oviedo, y en caso contrario, si les pagaban más ¿saldría de las dietas de don Genaro o les pagaría el señor alcalde de su pecunio particular o por el capítulo de fondos imprevistos o calamidades?

Y concluían su escrito anunciando que renunciaban a continuar yendo a la academia "porque no debemos ir, y además por creer hoy fracasada la caballerosidad y cortesía que en las personas sensatas siempre debía de existir".

Ya ven que después de tanto tiempo seguimos siendo los mismos, pero eso no justifica la situación actual. Al contrario, debemos fijarnos en otros ejemplos en los que la convivencia primó sobre cualquier circunstancia: entre las fotografías que suelen acompañar a los artículos que se publican sobre nuestro pasado musical, destacan dos del coro "Santarrosino", una en Polio en 1929 y la segunda en Ciaño en 1930, donde aparecen pasándolo bien personajes que desarrollaron su actividad política en todo el espectro de aquella época, desde el Bloque Obrero y Campesino o los partidos Comunista y Socialista, hasta la Unión Patriótica, de Primo de Rivera.

Luego, cuando vinieron la Revolución y la Guerra, todos se respetaron entre sí y mantuvieron su amistad. Fue así porque la música los había unido de manera inseparable. En ese espejo debemos mirarnos.

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