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Curarse con buena letra

El Hospital Álvarez-Buylla de Mieres cuenta con una biblioteca para pacientes y profesionales con más de 2.000 títulos de narrativa

Ángel Mones coloca la biblioteca del Hospital Álvarez-Buylla. FERNANDO GEIJO

No es el robot capaz de repartir las medicinas para cada paciente, ni un nuevo sistema de radiología que evita derivaciones a otros centros. Hay otro servicio en el Hospital Álvarez-Buylla de Santullano (Mieres) que lo pone a la cabeza en el cuidado de sus pacientes: una biblioteca con documentación científica para los sanitarios y, este es el recurso menos conocido, más de 2.000 títulos de narrativa para pacientes y profesionales. Al frente de la sala está Ángel Mones, un entusiasta de la lectura y de la investigación.

Es vienes y Mones está colocando las estanterías por títulos: "La verdad es que pocos saben de este servicio y está algo parado, sobre todo desde que nos trasladamos aquí", explica. El traslado comenzó en el año 2014, de Murias a Santullano. "Desde entonces hemos bajado mucho en el número de préstamos a pacientes, aunque el personal sí que lo utiliza con más asiduidad".

La biblioteca del Hospital Álvarez-Buylla empezó a funcionar en 1993. Entonces, sólo había cinco salas de lectura entre los hospitales de toda España. Surgió de un convenio de colaboración entre el Ministerio de Sanidad y Consumo y el Ministerio de Cultura. "Este catálogo responde a los fondos de las bibliotecas. Sus sugerencias serán de máximo interés, un libro le ayudará", se presenta el catálogo en la primera página.

¿Puede ayudar? Ángel Mones considera que sí. El problema es que muchos pacientes no saben de la biblioteca y, además, hay pocos ingresos de larga duración en el Álvarez-Buylla. Los que se interesan por el servicio, según Mones, "suelen pedir lecturas amenas y entretenidas, nada profundo". La fórmula para el préstamo es muy sencilla. Los pacientes deben ponerse en contacto con el personal de planta para que se les facilite el catálogo. La labor de Mones es buscar y entregar el libro. En caso de indecisión, él puede sugerir títulos a los lectores: "Tenemos libros de distintos géneros y temáticas, desde romántica hasta suspense, pasando por ciencia ficción o libros divulgativos", señala.

Los pacientes no pueden acceder a la biblioteca porque la sala está muy frecuentada por los sanitarios que los atienden: "No sería una situación cómoda", consideran en el hospital. Los médicos, enfermeros y técnicos acuden con frecuencia a Ángel Mones para interesarse por artículos sobre investigaciones o avances médicos.

La sala es sobria, con un pequeño mostrador tras el que se sienta Mones. Llama la atención un lienzo: es un dibujo del recientemente fallecido José Curto, entregado dermatólogo en el área sanitaria del Caudal (nombrada área sanitaria VII). "Lo pintó el otorrino Maldonado", explica el responsable de la sala. Era un entusiasta de la investigación. De hecho, entre las anécdotas del bibliotecario, siempre aparece Curto: "Venía mucho, incluso ya jubilado, y solicitaba muchos préstamos". Amaba su profesión tanto que estaba interesado en la historia, en los avances y en otras áreas relacionadas (pediatría y medicina de familia, sobre todo). En cuanto Mones vio el cuadro, no tuvo duda de dónde habría que colgarlo: "No podría estar en otra parte, en la biblioteca Curto era feliz".

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