El pozo Funeres, como nunca antes se había visto. El Grupo de Investigación Histórica de Laviana "Los Bribones" presentó hace unos días un mapa en 3D de esta sima natural, de veinte metros de profundidad, para dar a conocer el interior del pozo. Pero, ¿por qué este interés? Como destacan en el documento que argumenta su investigación, el pozo situado en la zona de Peña Mayor lleva atrayendo la tradición oral de los concejos limítrofes desde antaño: "Es un lugar donde cohabitan leyendas y realidades funestas ritualizadas por las gentes de las comarcas como ejemplo de tragedia, de amenaza o de infierno", destacan. Y no solo eso, también forma parte de la historia más reciente: a su interior fueron arrojadas, en 1948, por las brigadas fascistas, un número aún indeterminado de personas con ideas socialistas.

Tal y como exponen "Los Bribones" en su documento, la leyenda más longeva sobre el pozo Funeres llega desde el concejo de Piloña, limítrofe con Laviana. En el año 722, tras las escaramuzas del último reducto visigodo en la Batalla de Covadonga, los sarracenos en retirada quemaron la casa torre de Beloncio en Piloña, llevando consigo a mujeres como funesta prenda. Hermensinda, hija del señor de aquellos lares, fue capturada por Abdallah con la intención de llevársela a sus tierras sureñas. El diezmado grupo de soldados moros acamparon en las lindes del pozo Funeres, momento en el que ella aprovechó para arrojarse al vacío en las entrañas de aquella misteriosa sima que llamaban "de los muertos".

Abdallah, temeroso de que se pensara que él la había ejecutado, dejó a un prisionero maniatado en dicha zona, quien contó la historia. "Se dice que, en las noches de primavera y verano, se escucha la voz de Hermensinda perdiéndose en los abismos". En esta leyenda, como apuntan en el escrito del Grupo de Investigación Histórica, ya se indica que el pozo era famoso "por ocultar un palacio en sus profundidades y llegar a los abismos".

En la Edad Media

El lavianés Eladio García Jove recuperó a finales del siglo XIX otra leyenda sobre el pozo Funeres. Está ambientada en la Edad Media y habla de un señor feudal poco querido por su pueblo, pues gobernaba con mano de hierro y locura sus tierras de Tiraña. Algunos lo marcan como el último de los Álvarez de Asturias, cuyo solar en ruinas aún es visible. Dicho Conde, que estableció el derecho de pernada sobre las doncellas y no dudó en atravesar con una saeta a un sacerdote que empezó la misa sin él por llegar tarde de la caza, fue castigado por el mismo rey al enterarse éste de sus desmanes. Sus huesos fueron arrojados al pozo Funeres por ser la entrada a los infiernos, único lugar donde debería estar.

Esta leyenda se adornó con la aparición de una bandada de cuervos que, en el lugar hoy denominado Peñacorvera, arrebataron el cuerpo fúnebre del séquito que lo transportaba para llevarlo a dichas profundidades. Su perro también saltó al pozo dos días después para reunirse con su amo, según esta historia.

Otro de los relatos sobre el pozo Funeres también está ambientado en la Edad Media. Relata como un pastor bajó al pozo con una soga para recuperar un cencerro de gran valor que tenía la mejor vaca de su señor, cuando se despeñó a las profundidades. Otros dos compañeros estaban arriba izándolo, pero no lo conseguían. El pastor les gritó desde el abismo: "Dejadme aquí, pues llevo tanta ponzoña y gafuras encima que llenaría el mundo entero". La soga subió vacía, sin poder recuperar el pastor.

La siguiente historia se centra en la Edad Moderna. En torno al siglo XVII, dos pastores que jugaban en las inmediaciones del pozo "cometen la imprudencia de envalentonarse, la niña pierde el paso y cae a las profundidades". Dice la leyenda que su collar y un pendiente apareció en una fuente del pueblo de Muñera (Laviana). De hecho, hoy es denominada la Fuente del Collar.

Uno de los últimos hechos está situado sobre las revueltas mineras de 1934 o sobre el desarrollo de la Guerra Civil, ya que no está claro su origen. La protagonista es una mujer que, en las inmediaciones del paraje, descubrió a dos militares "moros" robando gallinas en su gallinero. Con una valentía desmedida, narra la tradición oral recogida por "Los Bribones", mató a ambos con una fesoria (azada) de la huerta. Cuando llegaron los hombres de la casa ocultaron los dos cadáveres bajo una carga de hierba, a lomos de una mula, y arrojaron a los muertos uniformados a las entrañas de la sima para ocultar lo sucedido. Funeres, un pozo de leyendas y muerte.