En cada rostro de un minero preocupado por su hijo, aún delineado el ojo por el carbón, José Espiño siempre veía la cara de su padre cuando le prometía esfuerzo: "Pepe, te dejaré un prao menos, pero tu vas a ir a la universidad". Quizás por eso José Espiño, director el instituto desde el año 1992, encajó rápido en el valle aunque nació en un pueblo de Pontevedra. Este es su último curso antes de jubilarse y sus compañeros, los alumnos y las familias le rindieron un homenaje imposible de olvidar. Le dijeron que fuera al salón de actos para preparar las graduaciones, pero allí estaba preparado un encuentro para despedirlo: "Esto no se hace", susurró emocionado, cuando abrió la puerta.

Allí, sentados en la mesa presidencial, estaban otros compañeros que se jubilan este año. También el alcalde de Mieres, Aníbal Vázquez (IU) y un amigo que siempre le recuerda: Genaro Alonso, Consejero de Educación y su compañero en la Facultad de Filología. Hablaron familias y alumnos, luego el responsable regional. "Ten en cuenta que nada se detiene aquí. El momento es merecido, pero es más que una pausa, un punto y seguido más allá del cual seguirás escribiendo tu vida, renglón a renglón".

El Alcalde destacó la implicación de Espiño no sólo en el instituto sino también en el valle. Qué menos que dos placas, una de ellas recordará para siempre a Espiño porque le dará nombre al salón de actos del IES. Y entonces, entre nervioso y con las lágrimas cerca, tomó la palabra. Y viajó a 1992, incertidumbre en el valle y un problema en el instituto: el anterior director ya no estaba y hubo un claustro improvisado. Le propusieron a él: "Dije que bueno... muy a la gallega", sonrío ayer.

Pero fue a casa y la respuesta de su mujer le dejó un poco preocupado: "Pepe, tu no sabes dónde te has metido. Despídete de los paseitos por la plaza, de tus amigos para discutir el enfoque interactivo de la metáfora... Olvídate". "Eché cuentas, dije que si recibía tres tercios de apoyos que me quedaba". El resultado habló a gritos: 19 "sí" de 22 votos.

"Y aquí estamos". A pesar de todo y de todos, también de una compañera que le dijo "Pepe, no das el perfil", recordó entre risas. Dice que echa de menos a la familia minera, a los padres que llegaban de la mina "con rastro del carbón en los ojos por la prisa", y que tanto se desvivía por la educación. "A ellos los tenemos que imitar en todo". Cuando las lágrimas amenazaron, Espiño se despidió del público. Sus alumnos le hicieron un pasillo de aplausos que duró dos pisos. Y al llegar a la puerta tuvo que rendirse, sacar un pañuelo y secar los ojos.