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De lo nuestro | Historias heterodoxas

Manolo Pilares, un escritor furtivo

Lenense de nacimiento, también trabajó en el cine, donde hizo amigos como Fernán Gómez o José Luis Garci

Manolo Pilares, un escritor furtivo

Les confieso que esta semana no tenía previsto escribir sobre Manolo Pilares. Buscando otra cosa encontré su nombre entre los fundadores de "Amigos del bable", allá por 1969, y me llamó la atención porque mi tío Julián Burgos también estuvo con aquellos pioneros y nunca me habló de él; por otro lado, releyendo su extensa obra, a pesar de las constantes referencias a Asturias, tampoco encuentro en ella ninguna querencia especial por nuestra llingua, más allá de las referencias habituales que siempre hacen todos los escritores de esta tierra, pero sí así lo dan por bueno quienes se ocupan de estas cosas, así debe de ser.

Manolo Pilares nació en Vega del Ciego el 28 de agosto de 1921 y aunque figura en el libro de bautismos como Manuel Fernández Martínez, sus conocidos aseguran que eligió firmar sus libros con el seudónimo de "Pilares" en recuerdo a algunas novias de juventud que habían llevado ese nombre: Se non è vero, è ben trovato.

Sin embargo no cabe duda de que fue un alumno aplicado, ya que cuando concluyó el bachillerato estudió magisterio y astronomía, pero aunque las dos materias le sirvieron para andar por la vida mirando más alto que el común de los mortales, ninguna le dio de comer y tuvo que buscar trabajo en otros menesteres, a veces lejos de España; así fue soldado, minero, estibador en el puerto de Marsella y por fin ferroviario durante cuarenta años, lo que le sirvió para ir recorriendo el escalafón de RENFE y a la vez inspirar algunos de sus mejores escritos en el mundo de las vías férreas.

Porque Manolo Pilares tuvo tiempo para dedicarse a la literatura desde distintos frentes. Se movió con soltura entre la poesía, los cuentos y la novela breve, colaboró con éxito en la prensa escrita y destacó como guionista de programas de radio, televisión y largometrajes cinematográficos.

Escribió mucho y bien, publicando en verso "Poemas mineros"; "Sociedad limitada"; "Primer libro de antisueños"; "Segundo libro de antisueños", y cuando faltaban menos de dos años para su muerte un "Tercer libro de antisueños. Y en prosa "El andén"; "Historias de la cuenca minera"; "Cuentos de la buena y la mala pipa" y narraciones como "Los Ángeles neutrales" con la que obtuvo el premio "Juventud". De manera que hay quienes lo consideran como uno de los mejores cantores de la mina y quienes hacen lo propio situándolo en el Olimpo de los que han tratado el mundo de los ferrocarriles, porque supo reflejar bien estas dos profesiones que conoció de cerca.

Entre su obra inédita está un diario, que llevó desde 1952 hasta el momento de su muerte procurando no dejar ningún día en blanco, lo que le llevó a agrupar todos sus apuntes en más de cincuenta volúmenes. Sin haberlo visto, podemos suponer que a pesar de la dificultad que supone abordar una edición tan compleja, debe de tratarse de un documento muy interesante para conocer el contexto literario del franquismo y la transición, puesto que fue un personaje conocido y querido por muchos de los intelectuales que destacaron entonces y con los que compartió inquietudes y proyectos.

Manolo Pilares sentía admiración por todo lo relacionado con la Unión Soviética, hasta donde viajó en varias ocasiones y hacía notar en su vestimenta esa querencia llevando siempre una boina con insignias relacionadas de alguna manera con aquel país, lo que combinado con su hábito de fumar en pipa conformaba una imagen fácilmente reconocible en el mundillo de las tertulias madrileñas que frecuentó con asiduidad.

Primero fue a la del Restaurante Gambrinus, que estaba abierto en la calle Zorrilla, y después al emblemático Café Gijón, literario por excelencia, donde en las mesas vecinas se reunían otros grupos de escritores y artistas. En la suya compartía la cabecera con el gallego Ramón Cid Tesouro, a quien había conocido como enemigo en la guerra civil y con el que mantuvo años más tarde una estrecha relación.

También tuvo fama de bibliófilo experto y su pasión por los libros le hizo reunir una magnífica biblioteca con los que adquirió en sus viajes para vestirlos después aquí según su gusto con las mejor encuadernaciones que le permitía su economía. Nos gusta pensar que tal vez, su facilidad para recordar donde y cuando los había comprado fue muchas veces tema de conversación en sus encuentros con don Pío Baroja.

Otra de sus costumbres fue la de felicitar las Navidades con unos christmas que adornaba con sus dibujos y poesías en los que se ven reflejados todos sus intereses literarios y que de poder recopilarse justificarían su publicación. Uno de los destinatarios de esas felicitaciones navideñas fue el asturiano Ignacio Gracia Noriega, quien lo trató bastante e hizo públicas algunas de sus anécdotas, entre ellas la frase que le gustaba repetir y que suele recogerse en las escasas reseñas biográficas que se han hecho sobre él: "En España, aunque haya socialistas, no hay rojos. Solo hay el Rojo, y ese soy yo".

Se trataba sin duda de una afirmación pensada para hacer crecer al personaje con el que quería envolverse, porque si en algo están de acuerdo todos los que lo conocieron es en que fue un hombre bondadoso que quiso fomentar su fama de personaje heterodoxo, aunque sin acercarse nunca a la excentricidad.

Como guionista cinematográfico trabajó para Eduardo Manzanos en "El andén" (1953) y "Buenas noticias" (1954); hizo con Fernando Fernán Gómez "La vida por delante" (1958) y "La vida alrededor" (1959); con Jesús Franco "Labios rojos" (1960) y escribió para Manuel Mur Oti "Milagro a los cobardes" (1962). También colaboró con Carlo Campogalliani y Piero Pierotti en la coproducción hispano-italiana "El puente de los suspiros" (1964) y supo pasar de la comedia más popular en "Los extremeños se tocan" (1970), de Alfonso Paso, al cine más experimental de Jaime de Armiñán en "Mi general" (1986).

Según los críticos, entre todas estas películas destaca en las antologías "La vida por delante", tal vez por la compenetración que tuvo con Fernando Fernán-Gómez más allá del mero trato profesional, como lo quiso hacer constar el mismo actor y director en sus memorias "El tiempo amarillo", dedicando una cariñosa referencia al lenense.

Ya en lo local, tenemos que recordar la pequeña polémica que se suscitó en Turón por unos versos suyos en los que definía al valle con una licencia poética que no fue bien entendida en un momento en el que la sensibilidad por el tema minero estaba a flor de piel: "Turón es un taladro / Turón es sólo un rudo / paisaje hecho a destajo". Seguramente hoy nadie repararía en esta afirmación, e incluso a algunos les parecería acertada, pero aquellos eran otros tiempos.

Manolo "Pilares" falleció en Madrid el 23 de enero de 1992 y algunos amigos se acordaron de su figura publicando necrológicas en los principales diarios españoles. La más emotiva fue seguramente la que firmó en ABC el director de cine José Luís Garci titulándola "Adiós Polesu". En ella dió algunos apuntes personales sobre su biografía, resaltando la buena relación que siempre le había unido al gijonés Juan José Plans, quien siempre le espoleaba para que llevase a buen término sus compromisos laborales.

Plans fue también el encargado de ir recopilando sus escritos dispersos por revistas y periódicos para la edición de "Cuentos", que luego catalogó el mismo Pilares antes de que la Caja de Ahorros de Asturias la llevase a la imprenta en 1990.

Por su parte, en la reseña que publicó el diario El País Eduardo Haro Tecglen recordó su querencia por la Rusia comunista escribiendo que en su esquela no había cruz, aunque bien pudo haber una hoz y un martillo o una estrella de cinco puntas, e hizo públicas las palabras de la dedicatoria de aquellos "Cuentos", que le había enviado poco antes de su muerte, donde se calificaba a sí mismo como "un escritor furtivo y de tercera regional". Tal vez acertase con el primer adjetivo, en el segundo es seguro que le pudo la modestia.

Aunque sigue siendo un escritor casi ignorado hasta para sus paisanos, en los últimos años el Ayuntamiento de Lena ha recuperado la memoria de Manolo Pilares dando su nombre a una pequeña calle de Pola y publicando en 2002 el libro "Relatos", que incluye sus dos novelas cortas más cincuenta y siete cuentos, de los cuales diez permanecían inéditos. Les recomiendo su lectura.

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