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ALFONSO ZAPICO | Historietista, ilustrador y Premio Nacional de Cómic

"Se lanza a la gente a los extremos, no se puede dialogar ni compartir espacios"

"Viviendo en Francia se ve que en España no se tienden puentes, se va en dirección contraria, hacia una polarización, y es necesaria una reflexión"

Alfonso Zapizo. IRMA COLLÍN

Alfonso Zapico (Blimea, 1981) es autor de una decena de novelas gráficas, la primera "La guerra del profesor Bertenev", en 2006, que se publicó primero en Francia. Luego llegó "Café Budapest", ya con su editorial española actual, Astiberri, y luego vendría "Dublinés", por la que fue galardonado con el Premio Nacional del Cómic. "La Balada del Norte" narra la Revolución del 34 en Asturias, y en noviembre salió su tercer tomo.

-"La Balada del Norte" llega al tercer episodio, ¿en qué parte de la historia está?

-Llega el final de la Revolución de Octubre. El primero fue como una introducción de los personajes, el segundo salía el inicio de la Revolución. Ahora estamos en el final, y en el cuarto, que saldrá dentro de dos años, será el desenlace de los personajes. Aquí se termina la revuelta, pero su historia tiene que tener un desenlace.

- ¿Tenía previsto, cuando dibujó las primeras viñetas de "La Balada", que tuviera esta extensión?

-En principio iba a ser un libro solo. Pero al trabajar en él, ya vi que debían ser dos. Luego me di cuenta de que debían ser tres. Cada vez que pasaba a limpio el guión, aparecían más diálogos, más personajes, más anécdotas. De hecho, incluso añado cosas que la gente me dice en las presentaciones, como la historia del "Cristo rojo de Bembibre", que me parece maravillosa.

-Durante su trabajo con "La Balada", ha publicado otras obras, como "Los puentes de Moscú".

-Al final tengo como vidas paralelas. Nunca abandono del todo el proyecto grande, que en este caso es "La Balada del Norte", al que dedico más tiempo. Luego tengo trabajos de principio y final, más intermitentes, como fue "Los puentes" o "Diamanteak", un cómic para el Athletic de Bilbao. Ahora he empezado a dar clases en Francia y he decidido dedicarme íntegramente a concluir "La Balada". En las horas libres retoco el guión y las viñetas.

-¿Dónde da clase?

-Empecé este curso a dar clase de español en un pequeño colegio cerca de Burdeos, en Archiac, un pueblo de productores de coñac.

-¿Cómo funciona en ventas "La Balada del Norte"? Astiberri, la editorial, ha apostado por este tercer volumen con diez mil ejemplares, una edición muy alta para el cómic español...

-Está funcionando muy bien, de los otros libros ya hay 50.000 en circulación. Unos libros van tirando de otros. Mucha gente va a las presentaciones con el primer libro, y está bien, porque unos van arrastrando a los otros, metiendo a la gente en la historia. Y como me ha quedado más larga que una serie de Netflix, se van enganchando. Estoy teniendo una respuesta muy buena, pese a que la temática a priori no parezca la ideal.

-¿Cómo reaccionan los lectores que no son asturianos ante la Revolución de octubre del 34?

-En Asturias la historia "presta" porque es parte personal, incluso familiar, es un relato propio. Pero fuera es más curioso, mucha gente no conoce qué es la Revolución, las cuencas mineras, también el oficio de minero. Siendo de Blimea, para mí los mineros es algo natural, algo que estaba ahí. Pero fuera despierta mucha curiosidad, hay un aura místico, romántico, como si fuesen un anacronismo. Y es cierto que fuera de Asturias, los mineros son un anacronismo. Y este libro resucita un poco esta sociedad y la gente está entendiéndola. Es una forma de explicarnos a nosotros mismos.

-Volviendo a "Los puentes de Moscú". ¿Cómo surgió la oportunidad de estar con Eduardo Madina y Fermín Muguruza, de hacer un libro que en realidad es un reportaje periodístico?

-Sí, es un documental dibujado. En "La Balada del Norte" soy más autor, porque es una novela dibujada. En "Los puentes" hago la crónica de un día, del encuentro entre Madina y Muguruza, añadiendo información histórica, de su vida, de su trayectoria. Al final es un retrato de dos generaciones de vascos con el contexto de ETA, de este conflicto. Es un retrato optimista, aunque a veces sea complicado, porque hay mucho que solucionar todavía.

-Madina había hecho previamente una entrevista a Muguruza para el digital "Jot Down"...

-Fue una iniciativa de Eduardo Madina, siempre había querido conocer a Muguruza pero nunca tuvo la ocasión, estando en el parlamento y siendo víctima de ETA. Muguruza estaba en la izquierda abertzale e ideológicamente parecía que estaban lejos, pero ya en el contexto actual, y hace tres años, que fue cuando se juntaron, Madina descolgó el teléfono y le propuso hablar de música. Y Fermín dijo que sí. Todo es muy simbólico.

-La música une...

-Es el simbolismo de las cosas sencillas, de tomar un café en la cocina de casa, o comer un menú del día con alguien, pequeños detalles que para los vascos antes eran inimaginables. La música acaba siendo una excusa para buscar un lugar común pese a las diferencias ideológicas.

-¿Son puentes lo que falta en la política actual?

-En todos los lados. El País Vasco curiosamente parece que lleva la dirección inversa, se está haciendo un esfuerzo grande para tender puentes. Pero lo que veo de España, viviendo en Francia, es precisamente que se va en dirección contraria, hacia una polarización, a lanzar a la gente a unos extremos en los que no se puede dialogar ni compartir espacios. Y esto creo que merece una reflexión.

-En 2009 se fue a Francia, a la "Casa de los autores" den Angulema. ¿Encontró allí un ambiente que no había en España?

-Angulema es una ciudad pequeña, no es un gran centro de creación como Madrid o París. Pero es la ciudad especializada en el cómic, en la imagen, lo audiovisual, los videojuegos, el manga. Atrae a un montón de profesionales, y encontré tal vez algo que me faltaba en la Cuenca, que es gente con la que compartir la parte profesional, el trabajo.

-Fue también una zona castigada por la reindustrialización.

-Sí, supieron reinventarse, siendo una ciudad en medio de Burdeos y Poitiers, con el tema de la imagen y el cómic. Logró traer a mucha gente de muchos lugares, y se formó una especie de microcosmos muy creativo, propicio para hacer libros, cómics.

-Está centrado en "La Balada", pero ¿tiene ya alguna otra historia en mente?

-Aún no, pero lo que sé seguro es que no voy a parar. Cuando acabe el libro cuarto, será el punto final, no puede alargarse más. No estoy seguro de temática, personajes... Pero creo que se va a parecer más a el estilo de "Los puentes de Moscú", con el dibujo en blanco y negro, casi un cuaderno de viaje. Es una forma de contar cosas densas y complejas de forma ágil. Con "La Balada" el proceso de trabajo es como picar carbón.

-¿Por qué?

-Es complicado, hay que meter muchos grises, mucha documentación, reconstruir las fábricas, las minas. Es una reconstrucción fiel, me apetece salir de la mina para coger aire.

-¿Cómo ve su evolución desde que publicó "La guerra del profesor Bertenev" en 2006?

-Veo que no hay tanta diferencia en lo que cuento. Estas Navidades se reedita precisamente este cómic. El lector podrá ver el cambio, pero en el fondo dicen que los autores siempre cuentan la misma historia, aunque de forma distinta. Es verdad que siento un poco eso, aunque en las formas cambié mucho. Ya no estoy preocupado por parecerme a un autor, o por encajar en un estilo. Ahora me permito dibujar como me sale.

-Como autor de cómic, recomiende alguna historia.

-Es muy interesante "El vecino", de Pepo Pérez y Santiago García, del que han hecho ahora una serie. Mucha gente no sabe que viene de un cómic con cuatro volúmenes. Desde que publicaron el primero, hace diez años, hasta ahora, la manera de ver los cómics por parte de la gente ha cambiado mucho. Ahora puedes hacer una serie de un tebeo y nadie echa las manos a la cabeza.

-¿Tan grande ha sido el cambio?

-Sí, yo cuando empecé a dibujar ni me planteaba publicar en España, y de hecho mi primer libro "La guerra del profesor Bertenev" salió en Francia, no había otra opción. Era el mantra entre los autores, había que publicar en Francia. Pero fueron apareciendo más autores, más historias, y es verdad que yo ahora estoy muy cómodo publicando en España. No me considero un autor francés, aunque me traduzcan los libros. En España se están generando lectores y se está llegando a un público generalista, que es lo que necesitábamos. Soy optimista.

-Precisamente su editorial, Astiberri, tiene parte de la culpa de esta evolución...

-Sí, llevan la bandera de lo que es acercar el cómic a la gente, y además desde Bilbao, un lugar que no es Madrid ni Barcelona. Es otro de los mantras que había antes, para publicar o hacer cómic había que estar en estas grandes ciudades. Pues bueno, desde Bilbao, publican a un montón de autores españoles, a contracorriente, igual que otros editores. Tiene mucho mérito.

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