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Una mujer recibe el alta tras un atropello "por falta de personal", afirma su familia

Pilar Fernández tiene una costilla rota, una fractura en un pie y el golpe pudo agravar su demencia: "Necesita cuidados médicos", dicen sus hijos

Pilar Fernández, en el sofá de su casa de Vega de Arriba. C. M. B.

La vida de Pilar Fernández se torció en un segundo. Hasta hace unos días, esta mierense de 75 años era totalmente independiente. Un ictus le había dejado secuelas, una leve demencia que ella superó con esfuerzo. El miércoles salió de su casa de Vega de Arriba, cruzó fuera del paso de peatones, y un coche la arrolló. Resultado: fractura en un pie, una costilla rota, quince grapas en la cabeza y el posible avance de esa demencia que estaba controlada. Ya no puede hacer nada por ella misma, reposo absoluto y ni un día de ingreso. Sus hijos denuncian que "la falta de personal" en el hospital Álvarez-Buylla, con motivo del puente de la Constitución, ha "forzado" el alta de la mujer. "No está para estar en casa, nosotros no tenemos los conocimientos sanitarios suficientes para atenderla mientras se recupera", lamentan. Hoy mismo, presentarán una queja en atención al paciente.

Pilar Fernández está recostada en el sofá de su casa, mira por la ventana. Pidió a sus hijos, José María y Vicente Martínez, que la movieran con mucho cuidado porque ya no aguantaba más en la cama. "A veces, el dolor de la costilla no la deja ni hablar", explican. Ella dice poco, solo tres palabras: "Fue una burla".

Su hijo José María matiza rápido: "Queremos dejar claro que no tenemos nada contra los sanitarios que la atendieron ni contra el hospital, nuestra queja va dirigida a los que están arriba -a la Administración-. Tienen que darse cuenta de que es necesario más personal", afirma. El día del accidente, Pilar Fernández fue trasladada al Álvarez-Buylla en la UVI-Móvil: "La miraron y nos dijeron que, al día siguiente, recibiría el alta. Nosotros ya respondimos entonces que nos parecía que la situación era más grave de lo que ellos estaban diciendo, que tenían que mirarla mejor", explica.

Una doctora le llamó esa noche y le dijo que su madre tenía una fractura en el pie que no se había visto con anterioridad. Los resultados del escáner tampoco fueron alentadores: la lesión que le dejó el ictus en el cerebro parecía más grande tras el golpe. La doctora, según José María, reiteró que le darían el alta al día siguiente. La llevaron a casa y la situación fue a peor: "Se desmayó dos veces, tenía vómitos y mareos. Volvimos a llevarla al hospital, por Urgencias, el viernes".

Un nuevo examen desveló más daños: secuelas por la pérdida de sangre y una infección. Esta última dolencia puede no estar relacionada con el accidente. "Ese día sí nos admitieron que mi madre no estaba para recibir el alta, pero que no podían derivarla al Adaro, ni a otro lugar adecuado para los cuidados que necesita, porque no estaba la asistenta social".

Las dos veces que fue a Urgencias, matizan sus hijos, "estuvo doce horas en un 'box' de urgencias, con la puerta abierta". Y José María añade que "entendemos que los profesionales tienen derecho a descansar cuando toque, pero la Administración debería de sustituirlos para garantizar que la sanidad no pierda calidad". Dicen que dan este paso al frente no solo por su madre, "que merece la mejor atención posible", sino también por "todos los que están en la misma situación". "El mantenimiento de nuestro sistema de salud debe ser una prioridad para todos, deberíamos unirnos y luchar para no perderlo".

Pilar Fernández sigue la conversación atenta, pero no interviene. Dice que se encuentra "bien". Mira por la ventana hacia el lugar en el que sufrió el accidente: "¿Ves? Hay mucho tráfico". Sus hijos temen que, sin la ayuda que necesita, nunca vuelva a ser la de antes.

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