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De lo nuestro | Historias heterodoxas

Carta de un soldado francés

La misiva enviada por Prosper Noubel desde Mieres en 1811 dirigida a su padre, que era librero e impresor en Agén, ciudad de Lot-et-Garonne

Carta de un soldado francés

Me pasa siempre que veo documentales sobre guerras antiguas, sobre todo -no sé por qué- con los de la Gran Guerra, porque tengo la seguridad de que todos los que aparecen en pantalla ya están muertos. Son cientos de rostros que van desfilando con el arma al hombro, disparan en las trincheras o descansan ya rotos en las camas de los hospitales, y entonces pienso que cada uno tenía un nombre, una familia, amigos, tal vez también un amor y un paisaje de infancia en su memoria; hasta que de repente los mandaron a morir, amenazando con destrozar su vida e insultando su honor si no ponían empeño en ello, para que otros engordasen su escalafón y su cartera con su sangre.

No hay mayor agravio para una persona que robarle su identidad y eso fue lo que hizo conscientemente el gran Goya dejando sin rostro a los soldados franceses que pintó fusilando a los madrileños el 3 de mayo de 1808. Los convirtió en una máquina de matar quitándoles así su esencia humana.

Sin embargo, también aquellos invasores fueron hombres y seguramente se diferenciaban en bien poco de sus enemigos españoles. El 1 de diciembre de 1811 uno de ellos llamado Prosper Noubel escribió desde Mieres una carta en la que encontramos más referencias a los asuntos cotidianos que a los acontecimientos bélicos que estaba viviendo. Que nos perdone ahora por fisgar en su intimidad, pero a veces estas cosas nos ayudan a recordar que la historia la hace el pueblo aunque en los libros solo aparezcan los nombres de los reyes y los generales.

La carta iba dirigida a su padre, el librero e impresor Raymond Noubel, con dirección en el número 3 de la calle Garonne en Agén, una ciudad del Departamento de Lot-et-Garonne situada en la orilla derecha del este rio, que cuenta en su historia con algunos vecinos interesantes, como Montesquieu, quien vivió aquí en su niñez, o el médico italiano del Renacimiento Julius Caesar Scaliger, que tuvo aquí su casa donde enseñó sus artes al famoso adivino Michel de Nostradamus.

Allí la familia Noubel llevaba varias generaciones dedicada al negocio de los libros. El destinatario de la misiva, François Abraham Raymond Noubel, era un hombre culto, miembro de la Sociedad Académica de su villa, que en 1789, cuando la Revolución hizo entrar al mundo en la Edad Contemporánea, había fundado Le Journal patriotique de l'Agenois, un diario que fue suspendido durante el Terror y volvió a editarse en 1806 con la cabecera de Journal de Lot-et-Garonne.

Raymond se hizo cargo de la imprenta familiar el 17 de noviembre de 1797 y compaginaba su trabajo con la política, ya que fue también administrador del departamento de Lot-et-Garonne y presidente de la Asamblea electoral desde el año siguiente hasta 1800, cuando entró a formar parte del Consejo General del Departamento hasta 1816. También presidió el Tribunal de Comercio de su ciudad y llegó a diputado en 1815.

De su matrimonio con Élisabeth Cruzel, hija de un capitán, tuvo seis hijos: Pierre Charles, Jeanne Angélique, que murió con solo dos años, Raymond, Pierre Edmond, Élisabeth y Prosper, nuestro soldado, quien fue el tercero de los hermanos.

Prosper Noubel había nacido el 29 de junio de 1795 (o si prefieren el calendario republicano francés, empleado entre 1792 y 1805 en el que los nombres de los doce meses del año estaban relacionados con fenómenos naturales y de la agricultura, el 11 de mesidor del año II). El caso es que cuando se sentó a escribir su carta en Mieres solo tenía 16 años, aunque de una de las frases que le dedica a su padre -lógicamente traducida del francés- deducimos que llevaba tiempo vistiendo el uniforme: "No he visto una letra tuya desde hace seis meses, debe de ser que se han perdido".

En el curso de la Guerra los franceses ocuparon Mieres en cuatro ocasiones: desde el 19 de mayo de 1809, cuando entraron las tropas de Ney y Kellerman, hasta el 14 de junio del mismo año; desde el 27 de abril de 1810, cuando entraron las de Bonet hasta el 13 de junio de 1811; desde el 6 de noviembre de 1811, otra vez con las mismas tropas, hasta el 24 de enero de 1812, y por último, desde el 17 de mayo de 1812 hasta su evacuación definitiva el 14 de junio de dicho año de 1812. Prosper Noubel estuvo aquí en el tercero de estos periodos.

Sabemos que el general Bonet llegó ese 6 de noviembre hasta Oviedo sin encontrar oposición en su camino, pero para prevenir riesgos fue dejando guarniciones en los mismos lugares que ya había ocupado con anterioridad. Nuestro soldado lo hizo constar así en su carta: "La división ha vuelto a entrar en Asturias y nosotros ocupamos los mismos acantonamientos. Los españoles nos dejan muy tranquilos. Nuestra entrada en esta provincia no tiene nada reseñable que contar".

Después de estas frases, casi de compromiso, dedicó el resto de la misiva a cuestiones más prosaicas, relacionadas con su situación económica y la petición de que su progenitor hiciese frente a los préstamos que había tenido que pedir a otros compatriotas en León. Una vez expuesto esto, la despedida tampoco fue muy cariñosa: "Perdona si está carta está garabateada, te la estoy escribiendo con prisa".

Como se sabe, durante la Guerra de la Independencia funcionaron en España dos administraciones paralelas con sus propias normas. El correo militar francés usaba marcas propias en su correspondencia, con la nomenclatura común "Arm Française en Espagne", precedida de un número.

Nuestra carta, que lleva el nº 7, está ahora en la colección particular de Orlando Pérez Torres, profesor luarqués, conocido filatélico, conferenciante y autor de numerosos artículos sobre historia postal.

Este investigador ha firmado un trabajo en el nº 16 de la revista Academus -el órgano oficial de la Real Academia Hispánica de Filatelia e Historia Postal- donde aborda el tema "El correo en Asturias durante la intervención francesa (1808-1813)". En él detalla las marcas del ejército invasor documentadas en nuestra región, que llevan los números 43, 3 y 7; aunque también se citan en la bibliografía otras dos que en el momento en que se publicó el artículo aún estaban pendiente de estudio: una con el Nº 1, fechada en Oviedo en 1811 y otra del 3 de septiembre de 1810, pero que está estampada en Portugal.

Según explica, la marca Nº 43 se correspondía con la oficina de los ejércitos en Santander, mientras que la Nº 3 muy probablemente era la de los ejércitos en Asturias. De estas dos se conservan varios ejemplos, sin embargo la de Mieres es la única que se conoce con el Nº 7, lo que aumenta su interés filatélico. Otro detalle que anota Orlando Pérez Torres en su artículo es que presenta un porteo a pluma de 5 décimos de franco, establecido según la tarifa de 1806 para satisfacer la tarifa de las cartas de menos de 6 gramos que debían recorrer una distancia de entre 200 y 300 kilómetros.

No sabemos cómo se portó el joven Prosper Noubel en el combate, por lo que debemos aplicarle aquello que nos ponían en la cartilla militar a los que hicimos el servicio militar en el siglo pasado: "Valor se le supone", pero lo cierto es que cuando acabó la contienda y pudo regresar a la vida civil hizo buena carrera: se formó en Burdeos antes de hacerse cargo de la imprenta y de la librería familiar en 1817, y según parece debió de llevar bien el negocio, puesto que el 26 de noviembre de 1828 fue nombrado impresor del rey.

Al igual que su padre, destacó en su comunidad y actualmente se conserva parte de su correspondencia personal. Entre las cartas que le mandaron sus amigos encontramos una que le escribió en 1827 don Bernardo Mozo de Rosales, marqués de Mataflorida, citado en varias ocasiones en los Episodios Nacionales de don Benito Pérez Galdós como destacado partidario de Fernando VII, y a quien pudo conocer cuando este se exilió para huir de los liberales durante el Trienio de Riego entre 1820 y 1823.

Prosper Noubel tuvo una larga vida que le permitió trabajar sesenta años y murió en posesión de la Cruz de Honor el 3 de enero de 1877 dejando dos hijos de su matrimonio con Louise Cassaigneau llamados Henri y Jules. Henri también fue un personaje conocido en su comunidad: diputado, alcalde de Agén, senador y oficial de la Legión de Honor, pero como no consta que haya visitado nunca la Montaña Central no tiene interés para esta página.

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