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De lo nuestro | Historias heterodoxas

El brigadista chino

Chen Agen, nacido en Shanghái en 1917, combatió en Asturias junto a los republicanos y fue detenido en Mieres en octubre de 1937

El brigadista chino

Entre el 17 y el 25 de diciembre de 1935, en plena Larga Marcha, el Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de China se reunió en Wayaobu, al norte de la provincia de Shaanxi, para fijar la estrategia de combate contra quienes eran en aquel momento sus principales enemigos: el imperialismo japonés y el gobierno nacionalista de Chiang Kai-shek. Mao Zedong consideró que lo primero era expulsar a los japoneses de China y por ello planteó la tesis de un Frente Nacional para unir a todos sus compatriotas contra la amenaza exterior. Desde aquel momento fue aumentando la tensión entre ambos países, que tuvo su culminación cuando el 7 de julio de 1937 comenzó la denominada Segunda Guerra chino-japonesa.

Un año antes, una parte del ejército español se había levantado contra la legalidad republicana iniciando una guerra civil en la que ambos bandos contaron con apoyos exteriores. Desde Alemania, Italia, Irlanda y otros lugares llegaron tropas regulares y simpatizantes nazi-fascistas para reforzar al general Franco, pero a la vez miles de internacionalistas de izquierda acudieron desde todo el mundo a combatir junto a sus correligionarios españoles.

En mayo de 1937, el propio Mao Zedong escribió una carta abierta de apoyo a los republicanos donde decía: "Si no fuera por el hecho de que tenemos el enemigo japonés frente a nosotros, seguramente nos uniríamos a sus tropas". Desconocemos lo que hubiese sucedido de haber sido así, pero es seguro que esa hipotética intervención habría afectado no solo al destino de España, sino al transcurso de la II Guerra mundial que ya estaba fraguando.

A pesar de todo, China tampoco fue ajena a la solidaridad internacional y un puñado de combatientes, unos cien, aunque algunos elevan la cifra hasta los doscientos, decidieron dejarlo todo para defender nuestras libertades.

En 2013 se publicó en nuestro país el libro "Los brigadistas chinos de la Guerra Civil. La llamada de España (1936-1939)", que ya había sido editado en Taiwán en 2001. Estaba firmado por Hwei-Ru Tsou y LenTsou, un matrimonio de científicos taiwaneses residentes en Estados Unidos, que se interesó por este asunto al descubrir que algunos de sus compatriotas aparecían en un listado de la Brigada Lincoln, en la que se integraron los norteamericanos que combatieron en el bando republicano.

El libro fue bien acogido porque aborda un tema novedoso para los investigadores, y posteriormente tuvo una magnífica secuela porque partiendo de la información que aparece en sus páginas se pudo organizar una exposición itinerante que ya ha podido verse en varias capitales y sería interesante traer también hasta aquí, ya que uno de sus episodios de esta historia tuvo a Mieres por escenario.

Después de rebuscar durante trece años en archivos americanos y españoles, los Tsou pudieron encontrar las historias de doce jóvenes chinos, que habían luchado junto a los republicanos. De ellos dos ya residían en España cuando se incorporaron al combate y el resto fueron llegando desde Estados Unidos, Francia, Alemania e Indonesia. Solo uno lo hizo desde la propia China y es a él a quien hoy nos vamos referir. Se llamaba Chen Agen, aunque en algunos documentos españoles su nombre se transcribió con otras variantes, como Chang Aking o Chan Acking.

Se sabe que nuestro hombre había nacido en Shanghái en 1913 y que era militante del Partido Comunista, aunque tuvo que abandonar esa ciudad porque fue perseguido por los nacionalistas del Kuomintang cuando se vio implicado en el intento de formar un sindicato. Entonces decidió embarcarse rumbo a Europa y para pagar su pasaje se empleó como pinche de cocina en un barco. Según explica el matrimonio taiwanés allí tuvo noticias de lo que estaba ocurriendo en España por las informaciones de un cocinero vietnamita, políglota, culto y también comunista, que posteriormente uno de los compañeros de cautiverio de Chen Agen acabó identificando con Ho Chi Minh, seguramente con un poco de imaginación.

El caso es que entre fogones y proclamas acabó convencido de que su deber como internacionalista proletario le obligaba a ponerse del lado de sus hermanos españoles y, a pesar de su desconocimiento del idioma, al llegar a La Coruña -entonces bajo el control de las tropas franquistas- desembarcó con la intención de cruzar el frente y adentrarse en Asturias, sin saber que en aquellos momentos este territorio ya se encaminaba inevitablemente hacia la derrota. Poco después, a finales de octubre de 1937, fue detenido en Mieres junto a miles de milicianos que entregaron sus armas derrotados por el avance de las tropas sublevadas.

Alguna vez les he contado a mis alumnos una anécdota que ahora resulta difícil de entender. Fue a mediados de los años 60, cuando los niños de Mieres nos sorprendimos por la presencia en el mercado dominical de un chino que paseaba entre los puestos vendiendo unas corbatas de colores, supuestamente de seda, que mostraba empleando su brazo extendido como expositor; luego tardé años en saber que nuestro chino hacía su verdadero negocio surtiendo de condones a los parroquianos.

En aquellos años los niños de la cuenca minera solo conocíamos a los chinos por el dibujo de las enciclopedias, la hucha del Domund y los malvados de las películas, que siempre eran occidentales maquillados, por lo que el aspecto de aquel vendedor, que no lucía coleta ni perilla y llevaba las uñas recortadas, no acabó de convencernos del todo.

Les he contado esto porque incluso teniendo en cuenta a los artistas asiáticos que pasaron por aquí a principios del siglo XX formando parte de algún espectáculo, Chen Agen debió de ser uno de los primeros orientales en pisar estas comarcas y su presencia tuvo que llamar la atención tanto de sus compañeros de trinchera como de quienes los derrotaron.

Desde Mieres el brigadista chino fue llevado hasta Santoña en enero de 1938, una ciudad históricamente vinculada al penal del Dueso, donde llegaron a crearse cuatro campos de concentración para albergar a soldados republicanos y gudaris del Ejército vasco. Allí hizo algunas amistades, entre ellas un marroquí que le enseñó a coger cangrejos entre las rocas y a cocinarlos después, y también un brigadista americano de casi dos metros, con el que volvió encontrarse en el campo de San Pedro de Cardeña.

Otra estación del vía crucis penitenciario de Chen Agen fue el Batallón Disciplinario de Trabajadores que se había creado en Palencia a partir del llamado "depósito de transeúntes" levantado por los legionarios italianos del Corpo di Truppe Volontarie (CTV) en las afueras de la ciudad, donde su labor paradójicamente consistió en atender las necesidades de aquellos soldados, también extranjeros, pero pertenecientes al bando que él había venido a combatir.

Chen Agen También pasó por el Campamento Penitenciario de Belchite y los campos de concentración de Miranda de Ebro y San Pedro de Cardeña.

En Belchite trabajó bajo el control de la Dirección General de Regiones Devastadas y Reparaciones ayudando a construir un nuevo pueblo después de que el antiguo hubiese quedado arrasado durante la contienda. Pero su experiencia más dura estuvo en la provincia de Burgos.

El campo de Miranda de Ebro, destinado en un principio a recibir todo tipo de prisioneros, llegó a triplicar su capacidad, por lo que el Gobierno tomó la decisión de ir trasladando poco a poco a los españoles a prisiones civiles o a batallones disciplinarios para convertirlo en un lugar destinado especialmente a los brigadistas internacionales y a los franceses y judíos que cruzaron la frontera huyendo de los nazis, de forma que en 1943 llegó a albergar 3.500 extranjeros.

Por esta característica, su gestión estuvo a cargo de Paul Winzer, amigo personal de Himmler y responsable de la Gestapo en España, al que Franco dejó libertad para aplicar los métodos nazis con lo que se convirtió en uno de los lugares más siniestros de la posguerra.

La prisión de San Pedro de Cardeña, también fue elegida en abril de 1.938 para concentrar a los presos de nacionalidad extranjera. Por allí pasaron desde el final de 1936 hasta el principio de 1940, 10.000 prisioneros entre los que hubo unos 1.000 brigadistas internacionales con 40 nacionalidades diferentes, que en su mayor parte fueron intercambiados por otros prisioneros fascistas italianos o alemanes. Otros tuvieron menos suerte y fueron fusilados, entregados directamente a la Gestapo o llevados hasta Miranda de Ebro.

Chen Agen, después de haber pasado cinco años en ellos trabajando como un esclavo para el régimen que había venido a combatir, fue liberado en Madrid en 1942. Desde entonces no se supo más de él. Tampoco hubo noticias de Paul Winzer, quien fue uno de los inspiradores de la Brigada Político Social española. Su pista también se perdió para siempre en el Madrid de 1945.

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