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La térmica de La Pereda se convertirá en una planta de biomasa a finales de 2022

Hunosa acometerá en el primer semestre de ese - año las labores de transformación para quemar combustible forestal, algo "sencillo" y "poco costoso"

La central térmica de La Pereda, propiedad de Hunosa.

La térmica de La Pereda, propiedad de Hunosa, se convertirá en una planta de biomasa en un periodo de dos años. En el segundo semestre de 2022 estará en disposición de quemar residuos madereros propios y ajenos, tras una rápida transformación desde la combustión carbón y estériles de mina a residuos ecológicamente más aceptables. Estos son los planes de la empresa estatal, que ya cuenta con plazos establecidos para una térmica que, junto al lavadero de El Batán (ambas instalaciones ubicadas en Mieres) son consideradas clave para el futuro de Hunosa como firma energética.

Los plazos están ya establecidos por la dirección de Hunosa y sobre ellos se trabaja con celeridad. La planta de La Pereda sólo podrá continuar activa hasta finales del próximo año, según la nueva normativa europea que limita la vida de las térmicas alimentadas con combustibles sólidos altamente contaminantes. En diciembre 2021, deberá ser cerrada, si no reconvierte su funcionamiento.

El presidente de Hunosa, Gregorio García Rabanal, ya anunció en dos ocasiones -en los Cursos de La Granda, en agosto; y en unas jornadas organizadas por el SOMA, en Langreo, a finales de octubre- la intención de convertir La Pereda en una planta de biomasa, incluso adelantó que se podría conseguir con un procedimiento "relativamente sencillo" y "poco costoso".

En realidad ya se trabaja de forma acelerada en el proyecto técnico, que estará preparado para acometer los trabajos de conversión de la térmica, que se ejecutará durante el primer semestre de 2022, una vez la planta sea paralizada en diciembre de 2021.

Si estos plazos se cumplen, en el segundo semestre de 2022, la planta entraría de nuevo en servicio, pero esta vez con la biomasa como combustible. La actividad de La Pereda es considerada "vital" para la supervivencia de Hunosa, pues de la venta de su energía se obtienen el 95 por ciento de los ingresos de la compañía.

Otro nicho de negocio importante para los próximos años es el Lavadero de El Batán, que en la actualidad lava el carbón que sigue extrayendo el único pozo activo de Hunosa, Nicolasa (Mieres). Pero además ha comenzado a preparar mineral de importado por terceras empresas que tiene su puerta de entrada por El Musel.

Para mantener activa la térmica de la Pereda con biomasa, Hunosa requerirá de sus 4.000 toneladas de producción propia, además de otra importante cantidad ajena. La empresa dispone de una masa forestal de 2.400 hectáreas potencialmente productora de combustible vegetal. Pero el informe europeo "Playing with fire", publicado por el grupo Sandbah de expertos en cambio climático, considera que una térmica de biomasa de Hunosa requeriría consumir anualmente 0,19 millones de toneladas (190.000 toneladas), el equivalente a 14,3 kilómetros cuadrados de superficie arbórea.

Sean acertados o no los datos de este informe, la futura térmica de biomasa de La Pereda será la piedra angular de la división energética de Hunosa para su futuro. La compañía no desdeña otros proyectos en estudio, como el aprovechamiento hidroeléctrico del agua del interior de sus pozos cerrados, o parques eólicos o fotovoltaicos instalados en las cimas de los montes de su propiedad por las Cuencas.

La puesta en marcha de la térmica se comprometió en el plan de Hunosa 1986-1990, si bien no se inició su construcción hasta 1990. Finalmente, el grupo termoeléctrico se inauguró el 30 de noviembre de 1993, pero no fue hasta mayo del año siguiente cuando empezó a producir la totalidad de la energía prevista y enviarla a la red eléctrica, alcanzando los 50 megavatios, que es su máxima potencia.

La térmica, que precisó una inversión de más de 107 millones de euros (17.830 millones de pesetas entonces), fue construida por la empresa Babcok Wilcox Española mediante un contrato "llave en mano". Además, la central recibió casi 30 millones de euros (5.000 millones de pesetas) en subvenciones por parte de la Unión Europea para su desarrollo.

La planta aplica una tecnología de lecho fluido que la hizo única en el país. Y de hecho, su objetivo era producir electricidad quemando carbones de muy baja calidad, residuos de escombreras y restos de madera, reduciendo al máximo las emisiones contaminantes.

También se dedicó a la investigación. De hecho, relacionado con la reconversión que sufrirá la planta está el proyecto "Pelet-in", desarrollado en colaboración con la Fundación Asturiana de la Energía (FAEN) y Pellets de Asturias. La térmica consiguió sustituir el 30% del carbón por biomasa sin perder rendimiento. Otra iniciativa relacionada con la investigación fue la puesta en marcha de una planta piloto de captura de CO2 que también obtuvo muy buenos resultados en su desarrollo.

También tuvo proyectos que cayeron en saco roto, como la central de ciclo combinado que se planeaba junto a Endesa en el entorno de la actual térmica.

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