La caída de natalidad en España se refleja en cifras preocupantes. El número medio de hijos por mujer no pasa de 1,3 y los colegios se están amontonan pupitres vacíos. Los hogares son cada vez más solitarios, más silenciosoS. La nueva "normalidad" familiar, con todo, tropieza en ocasiones con las raíces que sustentan un tronco robusto que desentona en el bosque de finos juncos. El matrimonio mierense formado por Fátima Jiménez y Manuel Vargas ha tenido una descendencia impropia de los tiempos que corren. Esta familia cuenta con más miembros que habitantes tienen la mayoría de los pueblos situados en la zona rural del concejo, donde el imparable despoblamiento se hace más obvio.

La pequeña Valeria nació el pasado 1 de enero. Fue el primer bebé del año en la comarca del Caudal. Su madre, Isabel Jiménez, afirma que el parto, sin llegar a ser placentero, resultó tranquilo. Y es que en esta familia los nacimientos son motivo de regocijo, pero el júbilo se afronta desde una cotidiana naturalidad. Hay costumbre. A Valeria Vargas no le faltará quien la cuide cuando sus padres tengan algo que hacer. La niña tiene, entre otros muchos familiares, doce tíos carnales, casi todos residiendo en Mieres. Sus bisabuelos tienen apenas 60 años.

Fátima Jiménez y Manuel Vargas tienen, respectivamente, 60 y 62 años. Llevan juntos 46 años. Este matrimonio de etnia gitana ha tenido 5 hijos, que les han dado, de momento, doce nietos. Desde hace 7 años son, además, bisabuelos. La pequeña Valeria es, de hecho, su cuarta bisnieta. Pronto llegará el quinto. "Es cierto que hoy en día ya no se ven familias tan numerosas, pero nosotros estamos encantados. En navidades hay problemas para reunirnos todos, pero al final nos arreglamos", explican.

El origen de esta familia está en Gijón, donde nacieron y se conocieron Fátima y Manuel. Allí nació su primer hijo, Fran Vargas. El resto de la familia ya nació en Mieres, aunque la primera parada fue en Aller: "Me salió un trabajo en la obra de la carretera de Nembra. Era 1976 y se convocó una huelga en el sector que duró tres meses. Lo pasamos muy mal". Manuel Vargas ha desarrollado muchos trabajos, en especial en la construcción, también estuvo varios años en el lavadero del Batán, con una subcontrata de Hunosa. Fue también barrendero.

Los hijos de Fátima y Manuel han luchado por integrarse en un mercado laboral que en ocasiones ensambla mal con la cultura gitana. "Somos gente trabajadora, seria, que intenta integrarse y buscar su espacio en la sociedad", apunta Manuel Vargas nieto. Este joven se encuentra actualmente en paro: "Estoy realizando varios cursos para, mejorar mi formación".

El mayor de los hijos de Fátima y Manuel, Fran Vargas, trabaja como encargado en un taller de Riaño: "Por desgracia todos los gitanos debemos cargar con la mala imagen que generan unos cuantos. En esta familia nos esforzamos por salir adelante". Respetan la cultura de su pueblo, pero no se sienten atados a tradiciones anacrónicas. De hecho, la nueva generación de los Vargas no parece dispuesta a soportar el peso que crear un hogar al poco de abandonar la adolescencia.

La nueva generación

Noemí Vargas Salazar tiene ya 25 años y trabaja para la cadena comercial Masymas. "Nadie me va a decir lo que tengo que hacer. Casarse y tener hijos es una decisión que debe tomarse con calma", apunta esta joven, arquetipo de un nuevo patrón de mujeres dentro de la comunidad gitana.

El grueso de la familia Vargas reside actualmente en Nuevo Santullano, un barrio que arrastra desde los noventa reputación de conflictivo. "Desde hace un tiempo todo está muchos más tranquilo", explican. La comunidad les aprecia: "Son muy buena gente, estupendos vecinos", afirman en el barrio. Este clan siente Mieres como propio y percibe con claridad los problemas que enfrenta el concejo: "El municipio se está quedan vació, con poco empleo, y los jóvenes lo tienen difícil", apunta Manuel Vargas. Ahora bien, en su casa son ciertamente muchos, en eso la modernidad, con su tendencia a contener la natalidad, no ha calado. Eso no significa que en este hogar mierense el estereotipo del gitano encerrado en su comunidad y preso de tradiciones rancias haya quedado caduco. "Somos una familia trabajadora, integrada y preocupado por lo que sucede en Mieres". Es el legado de Fátima y Manuel, una pareja de jóvenes bisabuelos.