La crisis sanitaria del coronavirus ha servido para aprovechar instalaciones de las Cuencas que estaban infrautilizadas, como es el caso de la residencia de estudiantes del campus de Mieres; o que ni siquiera habían abierto sus puertas, como es el caso del centro de discapacidades neurológicas de Barros (Langreo).

Ambas instalaciones están ahora a disposición de la Consejería de Salud para atender a pacientes leves con un uso distinto para el que fueron originalmente desarrolladas, algo que aplauden los propios regidores. Este es el caso de Aníbal Vázquez, alcalde de Mieres, quien destacó que "estamos en una situación excepcional y va a llegar un momento con muchas personas afectadas, por eso hay que echar mano de los recursos que tenemos y la residencia de estudiantes es un buen sitio". Carmen Arbesú, alcaldesa de Langreo, se mostraba "satisfecha por que el concejo pueda abrir sus puertas para acoger a quien lo necesita". La regidora dio cuenta de la "tradición solidaria de las Cuencas, somos vecinos de cuidarnos, de mirar los unos por los otros y así seguiremos".

La Universidad de Oviedo ya había anunciado días atrás que se ponía a disposición del Principado ante esta crisis y por eso cedió la residencia de estudiantes. Una instalación que, a pesar de los intentos de impulsarla por parte de la entidad académica, siempre ha estado infrautilizada. Las instalaciones abrieron sus puertas en septiembre de 2012 ofertando 112 plazas -aunque la disponibilidad actual será algo menor para pacientes con coronavirus-. Empezó con seis residentes, pero la previsión era llegar al 50% de ocupación en su tercer año. No fue así, moviéndose siempre con unas cifras bastante bajas, lo que hizo que la residencia se ofertase para usos distintos, como acoger a personal ligado a la Universidad en verano o ser sede de congresos y certámenes de distinta índole. Su construcción costó 4,1 millones de euros procedentes de fondos mineros.

En el centro de discapacitados neurológicos de Barros hacía unos días que habían entrado los primeros trabajadores, cuya misión era revisar que todo el equipamiento estuviera listo para la apertura del centro de día, mientras que no había fecha para la parte residencial. Sin embargo, ésta última ha sido la primera en abrir, con 60 plazas, para pacientes de coronavirus. Según la previsión inicial, el centro tenía que haber abierto en el año 2012, pero las obras no terminaron hasta 2017. Costó 14 millones.