Miriam Cabanillas viajó a finales de febrero a Madrid para acompañar a su padre, que debía someterse a intervención de hipertensión pulmonar en un hospital de la capital. Surgieron complicaciones posoperatorias, por lo que Ángel Cabanillas tuvo que ser ingresado en la UCI. Todo se desarrollaba dentro de unos parámetros habituales, hasta que el coronavirus se cruzó en las vidas de esta familia de Langreo. Ángel no contrajo la enfermedad, pero la sensación de su mujer y sus hijas es que también se lo llevó por delante. "Aquello se convirtió en un caos total. Sacaron a mi padre de la UCI, pese a que le habían dicho que debía seguir allí diez o doce días más", explica Miriam. Ángel Cabanillas falleció el 27 de marzo por una septicemia, pero la pesadilla no acabó ahí. Su cuerpo fue trasladado a la morgue de Palacio de Hielo sin conocimiento de su familia que, una semana después, no sabe cuándo podrá tener sus restos para poder incinerarlos.

La intervención a la que fue sometido Ángel Cabanillas tuvo lugar el 26 de febrero y durante la convalecencia estuvo acompañado por su esposa María Teresa y por su hija Miriam. "Se operó en Madrid porque era necesario emplear una técnica quirúrgica que solo hay en ese hospital. Hubo algunas complicaciones tras la intervención y tuvo que ingresar en la UCI", relata la hija, que añade: "El 19 de marzo nos dijeron que todavía debía permanecer en la UCI diez o doce días más, hasta que le retiraran los tubos y las sondas y fuera capaz de comer de forma autónoma. Pero al día siguiente lo trasladaron a planta. Fue, en concreto, a un ala que se infectó y tuvieron que desalojar, por lo que hubo que trasladarlo de nuevo".

Y en cada traslado, lamenta Miriam Cabanillas, su padre, que tenía 68 años, era atendido "por médicos diferentes que no eran especialistas en su caso" y "sin los medios necesarios". "Mi sensación es que lo abandonaron, porque se dio prioridad absoluta a atender el COVID-19 dejando a un lado a los demás pacientes. A mí llegaron a decirme que a mi padre no le pondrían respirador y que tendrían preferencia una persona que estuviera más sana que él".

El hospital se convirtió en un "caos total", según rememora Miriam Cabanillas: "Fueron unos días horribles. Se trata de una situación extraordinaria y entiendo que una enfermera o un médico tarden más en atenderte, pero no me explicó que no puedan disponer del material necesario para combatir todo esto". Finalmente, su padre falleció el 27 de marzo a consecuencia de una septicemia (una infección generalizada). Le hicieron la prueba del coronavirus y dio negativo: "El único consuelo que nos queda es que, al menos, pudimos estar a su lado".

El mismo día del fallecimiento de Ángel Cabanillas su familia inició los trámites para trasladar el cuerpo a Langreo. "Nos dijeron que estaba todo en regla y regresamos a Asturias". Sin embargo, los días fueron pasando y la familia langreana seguía sin noticias de cuándo llegarían los restos mortales del hombre. Se sucedieron las llamadas y las gestiones con la aseguradora y la funeraria, pero "cuando conseguíamos dar con ellos todo eran buenas palabras, pero sin darnos ningún tipo de soluciones".

Finalmente, Teresa Martín y sus hijas Miriam y Vanessa decidieron empezar a llamar a todos los tanatorios de Madrid con lo que trabaja la funeraria que debía hacerse cargo del traslado del cuerpo a Asturias. En uno de ellos les dijeron que el langreano fallecido no tenía expediente abierto, lo que significaba que sus restos seguían en el hospital o habían sido llevados al Palacio de Hielo. Una llamada a la sanidad madrileña confirmó que la UME había llevado el cuerpo al Palacio de Hielo. Allí permanece una semana después.

"El seguro nos dice que debemos aportar documentación, pero no aclaran cuál. Y que el traslado debe hacerlo la funeraria designada por ellos, pero no sabemos cuándo. Es una situación angustiosa", concluye Miriam.