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Ciencia que se difunde en la red

Investigadores del campus de Mieres ofrecen charlas por internet, la última, de Germán Orizaola, sobre el resurgir de la fauna en Chernobyl

Germán Orizaola, ofreciendo la charla a través de internet, al tiempo que muestra una imagen tomada durante su investigación en Chernobyl.

La investigación continúa a pesar del confinamiento por el coronavirus. En la Unidad Mixta de Investigación en Biodiversidad (UMIB), con sede en el campus de Mieres, incluso ofrecen charlas, aunque sea a través de internet. Este es el caso del investigador Germán Orizaola, que ofreció una conferencia sobre la fauna de Chernobyl 34 años después del desastre nuclear. El ponente, que está ligado al programa "Ramón y Cajal", afirmó que tras el paso de los años, "Chernobyl no es el desierto para la vida que se esperaba", sino que cuenta con abundante fauna, con animales que, incluso, "no estaban en la zona cuando se produjo el accidente en la central nuclear".

El trabajo en Chernobyl es una de las principales líneas de investigación de Orizaola, que comenzó en Suecia y continúa desde hace dos años en la UMIB. El investigador comenzó su charla analizando el contexto. El accidente ocurrió a unos 2.825 kilómetros de Oviedo en el año 1986. "Fue durante unas pruebas rutinarias en las que todo salió mal, explotó un reactor y todo el material radiactivo quedó expuesto", señaló. Comparándolo con la bomba de Hiroshima, "en Chernobyl fue como varios cientos de bombas nucleares". Se formó una zona de exclusión en Bielorrusia y Ucrania "que cubriría a escala española casi todo el centro de Asturias" y fueron evacuadas 350.000 personas. La zona, como explicó, "sigue prácticamente deshabitada en la actualidad, con una población de unas 3.500 personas".

"El impacto inicial sobre la naturaleza fue considerable; está como caso más claro el bosque rojo, una zona de pinos cerca de la central nuclear que recibió el impacto de la radiación y toda la zona se volvió roja, la fauna quedó muy afectada y se pensaba que esa zona iba a convertirse en un desierto para la vida, un paisaje marciano que no se podría recuperar hasta que pasasen 20.000 años", destacó. Sin embargo, como explicó, "la radiación decae con el tiempo y en Chernobyl ha caído de forma considerable". Orizaola explica que "hay varios efectos de la radiación: primero que no haya tal efecto, pero también está la muerte, el daño no letal y, por último, que genere mutaciones beneficiosas, algún tipo de respuesta adaptativa".

"Cuando fuimos a trabajar nos encontramos con un paisaje que estaba lejos de un desierto para la vida, hay grandes bosques de pino, abedul y roble que suponen más del 60 por ciento de la zona de exclusión", destacó, señalando también la existencia de "praderas, abundantes lagos y charcas, y toda la flora y la fauna asociadas".

En cuanto a la fauna, que es lo que ocupa su investigación, "si hiciésemos caso de lo que se predecía, deberían ser mutantes, que es lo que asocia la gente cuando dices que trabajas en Chernobyl, pero no". Aquí el experto hace alusión a un proyecto de instalación de cámaras de fototrampeo formado por Mike Wood (Universidad de Saldford), Nick Beresford (CEH, UK) y Sergey Gaschack (Chornobyl Centre) denominado Tree Project. "Se preveía que no iban a encontrar nada, o en tal caso mutantes, pero cuando recuperaron las cámaras aparecieron diversos animales". Así, se podían apreciar lobos europeos y linces boreales "en número bastante alto"; osos pardos, "que no estaban antes en esa zona, pero llegaron hace cuatro o cinco años y hay entre cinco y seis individuos"; bisontes europeos, "con un número bajo de individuos"; alces europeos, "que se reproduce con normalidad y es una de las especies más fáciles de ver en Chernobyl"; jabalíes; caballos de Przewalski, "que fueron liberados en 1998 en esa zona unos treinta individuos y ahora hay más de 150 caballos", y más de 200 especies de aves y anfibios, como la ranita de San Antonio Oriental.

Aumento poblacional

Orizaola explica que la población de mamíferos "ha ido incrementándose año tras año y no existe relación entre la abundancia de estos animales y los niveles de radiación; eso sí, por ejemplo, la abundancia de lobos era siete veces mayor en la zona de exclusión que fuera de ella, y probablemente esté asociado a la ausencia de humanos".

El investigador no está solo en este proyecto, sino que cuenta con el ya citado Sergey Gaschack, "que es el mayor experto en naturaleza dentro de Chernobyl"; Jean Marc Bonzom (IRSN Francia), y Pablo Burraco (Universidad de Glasgow, UK). En su caso, "trabajamos con anfibios como modelo de estudio para analizar los efectos de la radiación". Cuando entran en la zona de exclusión, "no salimos de ella en diez días, pero no acumulamos una radiación importante, entre 100 y 210 unidades. Por ejemplo, someterse a una mamografía supone 400 unidades y un escáner cerebral son 2.000 unidades, con lo que el nivel de radiación es bajo". Los investigadores trabajan por la noche en búsqueda de los anfibios, que son trasladados al laboratorio. Allí "hacemos un cálculo de la radiación individual e intentamos cubrir el mayor número posible de rasgos biológicos".

Los resultados de la investigación, como destacó, "son preliminares, porque es ciencia que se hace con calma". Aun así, sacan como principales conclusiones que hay gran abundancia de anfibios "cuando se pensaba que iba a ser un gran desierto; además son anfibios normales, no mutantes". La única diferencia apreciable "es la coloración, son más oscuros, y probablemente sea producto de la mutación, una mayor presencia de melanina para poder hacer frente a la radiación". Orizaola señaló que la investigación sigue adelante, ya que "queremos ver aspectos con más detalle, como la genómica, o atender a la diversidad microbiana".

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