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Sin culto en la catedral de la sidra

Los hosteleros de Requejo siguen cerrados ante la falta de un protocolo para la popular bebida: "No podemos garantizar la seguridad"

Jonathan Hernández sirve un vino a Mariano Pérez y Maximino Suárez en su terraza de la calle Jerónimo Ibrán de Mieres. D. M.

Los devotos de la sidra deberán esperar para retomar el culto en Requejo. La denominada catedral del escanciado era ayer al mediodía un espacio despejado y en calma, un páramo que desentonaba con el latente bullicio que se percibía en otras zonas hosteleras de la ciudad, sobre todo las ligadas a los principales ejes peatonales, donde las terrazas afloraron, si no masivamente, si al menos en buen número. Pero en la plaza de Requejo no se colocó ni una mesa. Daba un poco el sol y corría la brisa. Nada más. Los cinco establecimientos que integran este concurrido enclave hostelero tomaron la decisión conjunta de mantener los negocios cerrados.

"No nos sentimos seguros. No podemos poner en juego la vida de los camareros y de los propios clientes", explica Pili Martínez, de El Rinconín. "No tenemos un protocolo para el manejo de la sidra. No somos cafeterías y hay demasiadas dudas sin despejar", apunta Pedro Sixto, de Casa Fulgencio.

Los incondicionales de Requejo tuvieron ayer el consuelo de tener abierta, al menos, una de las sidrerías que se encuentran anexas a la plaza, en concreto, El Corredor: "Yo no tengo empleados y vivo encima del local. Vamos a ir poco a poco a ver como avanza todo", señala Andrés Pierna, propietario del local. Pero la popular plaza de San Juan permanecerá despejada, sin sus características mesas de madera, aún durante algún tiempo.

"En estas condiciones es imposible abrir. Es un locura plantear que los camareros escancien con guantes y que se laven las manos cada vez que toquen una botella o un baso", indica Pedro Sixto. "Las sidrerías requieren de una normativa específica y clara. Una cosa tan simple como no poder ir al baño es casi incompatible con beber sidra". Pili Martínez argumenta de manera similar: "Aquí somos de tocarnos y más cuando se ha bebido un poco de sidra. En estas condiciones no podemos garantizar el cumplimiento de unas medidas de protección que, además, no están nada claras". Los clientes, aún ávidos de sidra, entienden a los hosteleros: "No se puede aplicar el mismo criterio a una sidrería de Requejo que a un bar del centro de Madrid", remarca Ana García, asidua de la plaza.

Los mierenses, con todo, disfrutaron ayer de un dichoso reencuentro con las terrazas: "Los hemos pasado mal. Abrir no ha sido una opción, ya que si vendes 200 euros y te quedan de ganancia 5, pues ya tienes para comprar el pan", explica Julio Moreno, porpietario del Yarakuy. "La gente se está portando muy bien con las propinas. Parecen sensibilizados con nuestra situación". Hasta los concejales del gobierno local salieron a media mañana a tomar un café en una terraza. "Hay que consumir y ayudar a nuestro comercio y hostería". Las terrazas volvieron ayer más acogedores los viales de la comarca del Caudal.

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