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Sin tajo no hay boda: los matrimonios caen a la mitad con el final del sector minero

Los sociólogos apuntan a otras "hipótesis", además de la económica, como una "mayor tradición laica" que lleva a "uniones informales"

Mari Flor del Peño y Nicanor Alonso, en su piso de Cabañaquinta. JUAN PLAZA

Quizás la vida de Mari Flor del Peño y Nicanor Alonso hubiera sido muy distinta sin el "turullu" de la mina. Se casaron en 1989, justo en el "boom" nupcial de las Cuencas: ese año, casi cinco de cada mil habitantes de las comarcas del Nalón y el Caudal se dieron el "sí, quiero".

Esa tasa se ha reducido con el paso de los años, al mismo ritmo que la caída del sector extractivo, hasta casi la mitad: actualmente, solo 2,71 de cada mil habitantes se casan cada año. Y sin ir tan atrás, hablando en cifras: en 2001, se formaron 611 matrimonios. En el último ejercicio, según SADEI (Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales), solo 379. Los sociólogos consultados por este diario apuntan a causas económicas, pero también a otros posibles factores sociales, como una mayor tradición laica que lleva a "uniones informales".

No eran posibles esas "uniones informales" cuando Mari Flor y Nicanor (los dos tienen 52 años ahora) se conocieron. "Estábamos en una discoteca, en Las Vegas Tres de Cabañaquinta. De ahí salieron muchas parejas". Tenían dieciséis años, estuvieron cinco de novios y luego pasaron por el altar: "Es que entonces era la única forma de estar juntos. No podías ir de vacaciones o a pasar el fin de semana con tu novio, eso no estaba bien visto ni en casa ni fuera de casa", explica ella riéndose. Y añade él, con sorna: "A las diez en casa, si no había problemas".

Era o boda, o nada. El sociólogo Jacobo Blanco apunta a las "muchas opciones" que existen actualmente para formar una pareja: "Aunque no manejo los datos exactos, creo que en las Cuencas han aumentado las parejas de hecho. Quizás por la tradición laica de la zona. También las uniones informales, que no quedan registradas en ninguna estadística". Son solo hipótesis, matiza, porque "no hay ningún estudio sobre la caída de la nupcialidad en las Cuencas". ¿Influye la agonía del sector minero? "Seguro que sí, no se pueden descartar las razones económicas. Seguramente obligan a retrasar el dar el paso en el proyecto de familia de muchas parejas".

"Cuando nosotros nos casamos había más trabajo, pero tampoco era un camino de rosas, ¿eh? Pasamos lo nuestro", afirma, rotunda, Mari Flor. Cuando decidieron fijar la fecha de la boda, él había pasado el reconocimiento médico para trabajar en la mina. "Suponíamos que sería un trabajo estable, pero ya entonces los mayores que estaban en el tajo decían que aquello no iba a durar para siempre".

Le llamaron para trabajar un año después de casarse y su primera nómina fue de 69.000 pesetas. Unos cuatrocientos euros: "Tuvimos nuestro primer hijo y nos vimos obligados a apretarnos mucho el cinturón. Trabajo había, pero también vivíamos de otra forma". Nada de cenar fuera de casa, adiós a las vacaciones y compras muy ajustadas para no pasarse del presupuesto.

Una forma de vida distinta, hacia la que también apunta Jacobo Blanco: "Ahora la soltería ya no es un estigma. Mucha gente decide no casarse y no pasa nada, antes era casi una obligación social", destaca el experto.

El "miedo" a la soltería explicaría la caída desde los años ochenta, pero no ya en el siglo XXI. De hecho, a partir del año 2008 -cuando la crisis económica global se unió a la fecha límite de la minería- la tasa de nupcialidad cayó en picado en los valles del Nalón y el Caudal: de 3,6 de cada mil habitantes casados a una tasa de 2,87. Desde entonces, sigue a la baja.

En el último año, según el informe del SADEI, hubo 379 matrimonios. La comarca del Nalón está a la cabeza: 213 parejas se dieron el "sí, quiero". En el Caudal, solo 166. Como curiosidad, septiembre fue el mes que más parejas escogieron en el valle del Nalón. En el Caudal, prefirieron junio para formalizar legalmente la relación. No gustan las bodas de invierno en las Cuencas: los meses con menos casamientos fueron enero, febrero y diciembre.

Mari Flor y Nicanor Alonso tienen tres hijos de entre 29 y 16 años. El más joven sigue estudiando y la mediana -técnico de rayos-, que ha pintado casi todos los cuadros que adornan el bonito salón de la familia, está actualmente en búsqueda activa de empleo: "Sabemos que lo tienen más difícil que nosotros, porque antes o ibas a la mina o la construcción. Pero también que no quieren renunciar, ni ellos ni nadie de su generación, a un estilo de vida que nosotros ni siquiera conocíamos".

"Lo que hay que tener claro a la hora de formar una familia es que siempre, esté como esté la economía, tendrás que priorizar el bienestar del hogar a todo lo demás", matiza ella. Él asiente. ¿Se casarían si hoy fueran esos chavales de 21 años que pasaron por el altar? "Sí", responde ella de inmediato. Él matiza: "Casarme sí, pero quizás no me atrevería a tener hijos por la inestabilidad laboral. Mires donde mires, ahora hay muy poco tajo".

Los nacimientos también han caído en picado y Jacobo Blanco hace una última observación: "Otro dato que habría que estudiar es el incremento de divorcios en las Cuencas desde mediados de los noventa (cuando se aprobaron las prejubilaciones)". Mejor pasar de puntillas, al menos de momento, porque así se despide Mari Flor a la puerta de su piso de Cabañaquinta: "Oye, no lo pongas muy feo. Que casarse y tener hijos ye muy guapo, hay que animar a los jóvenes".

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