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DE LO NUESTRO | HISTORIAS HETERODOXAS

Unas banderas sin historia

La mayoría de los concejos cuentan con enseñas recientes, como en las Cuencas; la de Langreo es de las más antiguas y data del año 1983

Unas banderas sin historia

Hay pocas cosas tan atractivas como las banderas, con sus colores y sus emblemas, pero a la vez también hay que decir que pocos objetos han causado tantas muertes como estos pedazos de tela aparentemente inofensivos. De manera que no me extraña que un número creciente de aficionados dedique su tiempo a la vexilología, que es como se llama la disciplina que las estudia, de la misma forma que la heráldica lo hace con los blasones.

Yendo a la distancia corta, tengo para mí que la gran mayoría de los habitantes de Mieres o Langreo son incapaces de dibujar de memoria el escudo de sus concejos, y lo mismo pasa con el resto de los municipios de la Montaña Central, de otras partes de Asturias o del resto de España. Esto parece lógico porque es difícil representar en una sola pieza las armas de las familias que un día fueron poderosas en la zona, aunque a veces ya se hayan mudado y no tengan ninguna relación con sus raíces.

En 2010, conté en una de estas historias heterodoxas titulada "Señas de identidad" como fue el proceso para elegir el escudo de Mieres. Si les interesa, aún pueden ustedes consultar el original por internet o ver el correspondiente plagio ampliado que incluyó siete años más tarde este Ayuntamiento en su página sin hacer ninguna referencia a mi sufrida persona. En fin, salvando pocas excepciones, la historia de todos los escudos asturianos es muy parecida, y lo mismo sucede con sus banderas, que en general son poco aceptadas por los vecinos.

Ahora voy a darles algunas pistas para que entiendan por qué es así, adelantando que tampoco la enseña que representa a nuestra comunidad autónoma tiene mucha solera, ya que no fue aprobada hasta el 19 de diciembre de 1990.

Déjenme recordar en relación con este asunto como en los años 70 un grupo de jóvenes mierenses decidimos llevar a la fiesta de los Mártires una bandera de Asturias y a falta de más indicaciones la elaboramos siguiendo lo que pudimos leer en los estudios históricos que habían tratado este asunto. Nos encontramos con fondos rojos y azules, vírgenes de Covadonga y cruces de la victoria. Y casi acertamos, porque elegimos una enseña azul con una cruz en su centro, pero de color negro. Queda por ahí alguna fotografía que prueba esta anécdota. Después los especialistas decidieron que el símbolo quedaba mejor en amarillo pantone 109, y así quedó establecido por ley.

Asturias tiene actualmente 78 concejos, 55 de los cuales lucen su propia bandera mientras que el resto se lo está pensando o no lo considera necesario, como sucede en el caso de San Martín del Rey Aurelio. Entre las que vemos en los balcones de nuestros ayuntamientos algunas siguen la sencilla pauta de limitarse a colocar el escudo del lugar sobre un color de fondo. Esto sucede con la de Lena, que lo centra sobre un azul claro. Sin embargo Laviana prefiere el azul de tono oscuro y su vecino Sobrescobio ha elegido el verde para acompañar un castillo amarillo sobre una cruz de Santiago roja fileteada en blanco.

También en el Alto Nalón, la de Caso es más elaborada y se divide en tres franjas verticales de igual tamaño, azul la superior, blanca la del centro y verde la de abajo, llevando sobre el blanco 22 estrellas amarillas de cinco puntas y el correspondiente escudo concejil.

Esta, que destaca por su originalidad, fue aprobada por el Consejo de Gobierno del Principado de Asturias, el 16 de mayo de 1991 y las demás no son mucho más antiguas, porque su elección se debió a la herencia del posfranquismo cuando el país se dividió en autonomías que necesitaban símbolos de referencia, por lo que cuando no existían hubo que inventarlos con rapidez y alevosía.

En aquel ambiente de afirmación de la identidad territorial, los ayuntamientos no quisieron ser menos y vieron de repente la necesidad de contar con banderas propias, pero en vez de consultar a los historiadores convocaron concursos públicos a los que concurrieron especialistas de toda España sin ninguna relación con aquellos territorios a las que debían dotar de una seña que representase su esencia más íntima.

Se inició entonces un gran momento para los aficionados y especialistas en el estudio de las banderas y así por ejemplo Eduardo Panizo, fundador de la Sociedad Española de Vexilología y autor entre otras de la bandera de Morcín, publicó en 1995 un libro en el que proponía sus diseños para la mayor parte de los concejos asturianos que aún no habían tomado su decisión.

Siempre teniendo en cuenta que todas son recientes, la de Langreo está entre las más antiguas porque se aprobó oficialmente el 6 de diciembre de 1983 colocando el escudo del concejo en un fondo con sus colores: la parte superior es azul y la inferior se divide entre el verde en la parte más cercana al asta y el blanco al batiente, que es como se denomina técnicamente al extremo contrario.

La de Mieres se eligió por uno de estos concursos el 21 de enero de 1988. Solo hubo diez propuestas, lo que ahora parece imposible, y el ganador fue Mario Ruiz Gutiérrez, un gijonés también miembro de la Sociedad Española de Vexilología. Guardo el boceto que presentó mi tío Julián Burgos, uno de los rechazados, combinando los colores típicos de esta tierra. Ya saben, el verde de las montañas y el negro del carbón, separados por una línea sinuosa que representa al río Caudal, pero el jurado se decidió por algo más alegre, con tres franjas horizontales, la superior blanca de doble ancho y con el escudo en un lateral, la intermedia azul y la inferior amarilla: los mismos colores de las Islas Canarias.

El día de la decisión el jurado estuvo presidido por el alcalde Misael Fernández Porrón, asistido por el secretario municipal y lo formaban concejales de los partidos que componían la corporación de entonces: Clementina Carreño por Izquierda Unida, María Teresa Zapico por el Centro Democrático y Social y Julio Ferreiro por Alianza Popular. Faltó Miguel R. Muñoz del Movimiento Comunista. También hubo una buena representación de la cultura local con cuatro mierenses ya fallecidos que todos echamos de menos: Carmen Castañón, César Rubín, Marino Fernández Canga y Julio León Costales, quien fue la única abstención seguramente por la amistad que lo unía con mi tío.

No sé si ustedes son de la misma opinión, pero creo que estas banderas, seguramente por su origen, no acaban de arraigar entre la ciudadanía. Las vemos en los actos oficiales, entregas de premios, festivales y eventos varios, pero con menos frecuencia en los balcones y desde luego nunca en las manifestaciones y actos reivindicativos. Aunque en Asturias encontramos dos excepciones. Una ni siquiera representa a un municipio, sino al barrio gijonés de Somió y tal vez porque se trata de una zona de las zonas más privilegiadas de la región, los residentes la llevan desde el año 2003 allá donde quiera que van, seguramente para presumir de pedigrí.

La otra está en la Montaña Central. Se trata del concejo de Aller, cuyos vecinos acostumbran a lucir con orgullo en muchos vehículos particulares tanto su escudo como su bandera y aprovechan cualquier ocasión para exhibirlos sin falta de que nadie les empuje a ello.

Este es un fenómeno de difícil explicación, porque se trata de una enseña muy reciente, estrenada el 14 de diciembre de 2006 con un diseño hecho también por alguien foráneo, el ovetense Luis Francisco González, pero ahí está y debemos recordar que aunque ahora sea aceptada por todos, el primer día que se izó en el ayuntamiento también resultó polémica. Para la historia local queda la postura del grupo municipal del Partido Popular que no quiso estar presente porque en el diseño se dejaban en el olvido dos de los blasones familiares que lucen en el escudo allerano: los Bernaldo de Quirós y los Castañón.

Tenían razón, pero buscando más la estética que el compromiso con las raíces al parecer se acertó de pleno, porque ya nadie ha vuelto a plantear esta cuestión. Y es que al fin cabo, también la mayor parte de los escudos municipales, aunque son más antiguos, obedecen a una invención personal de los eruditos del siglo XIX.

La cuestión está en pensar si hace falta tanta simbología. No lo sé, pero como tampoco causa ningún perjuicio, si a alguien le gustan estas cosas y se siente identificado con los emblemas de su concejo merece todo nuestro respeto. Para gustos hay colores. Y banderas.

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