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El cortejo mierense de Rodrigo Cuevas

La actuación de Rodrigo Cuevas, junto al castillete del pozo Barredo, en Mieres.

Estaba claro. El galán de la villa, en estos inciertos tiempos, solo podía ser él. Rodrigo Cuevas asumió el reto de poner música a la atípica noche de San Xuan, en la que estaba prohibido el fuego, los bailes y el contacto directo. Y lo hizo desde el primer momento, cuando después de tres meses, público y artista "se volvieron a encontrar" como dice la letra de "Namás s´acaba lo que nun se cuenta", toda una declaración de intenciones.

El Pozu Barredo fue el escenario escogido por el Ayuntamiento de Mieres para acoger el concierto central de "Esto no ye San Xuan", una valiente propuesta que reivindica el papel de la cultura, "lo único que nos puede mantener cuerdos en esta locura" en palabras del propio Cuevas. Un momento que recibió abundantes aplausos de los 300 privilegiados espectadores que consiguieron asiento, gracias a un sorteo ante notario. Y que estuvieron sentados a dos metros de distancia, lo que provocaba una extraña sensación, que por momentos, transmitía frialdad y aislamiento, pero en otros la agradable sensación de que el "cortejo" del artista iba dirigido directamente a cada persona.

Adelantando la nueva normalidad, en el concierto enmarcado en su gira "Trópico de Covadonga", el cantante dejó atrás el monopolio del cabaret festivo y profundizó en el discurso folclórico, dejando claro que lo suyo es un compromiso absoluto con el saber tradicional y con la libertad, la frescura y la autenticidad. Tres ingredientes con los que fue seduciendo al público, al que se acercó en dos ocasiones, respetando la distancia social, para decirles "rezo para que me llegue notificación al whastapp", mantra de la canción "Ronda de Robledo de Sanabria" que resume su propuesta de absoluta modernidad, al mezclar acertadamente investigación, vanguardia, tradición oral y contextos sonoros.

Rodrigo siempre reivindica lo colectivo, así que se presentó en el escenario con vestuario de Constantino Menéndez, fotos animadas por Txus Plágaro y la presencia de Tino Cuesta tocando sintetizadores y programaciones, Juanjo Díaz a las percusiones, Rubén Bada a la guitarra eléctrica y bajo y Mapi Quintana a los panderos y coros. Ésta última, probablemente imbuida por el espíritu del histórico espacio minero, estuvo a punto de activar una nueva revolución al pedir al público que se pusiera en pie para bailar una canción. "Nun se pue que nos manden pa casa" fue la fulgurante respuesta de Cuevas y, claro, nadie se movió de su silla.

Avanzada ya la media noche, llegó el momento colectivo de respeto y pureza. Se intuía que habría un guiño local, que finalmente llegó a través de "El Galán d´esta villa", con Rodrigo actuando como guía y con el público respondiendo a una sola voz. La otra mención a la noche mágica llegó con la "Muñeira a filla da bruxa" completada, otra vez con los gritos de los asistentes. Al presentar "El Toro Barroso", única concesión a su anterior etapa, dijo que se iba a ahorrar contar la historia, pero se encontró con un espectador de Torrelavega que no la conocía y que comentó que había venido desde Cantabria solo por el concierto. Cosas del azar notarial. Mandó saludos a Angelita Caneiro, "la mejor pandereteira de Asturias", a Degaña, a la gente de Piloña, a los espectadores de la TPA, a todo Mieres y a "los que tenéis entraes y no vinisteis" en una clara amonestación a la gente insolidaria que no hizo uso de las solicitadísimas sillas para el espectáculo.

Y con las nuevas regulaciones institucionales sobre playas y las autoimpuestas por el agitador folclórico, no hubo hueco para el ritmo de Verdicio. Pero no hizo falta, casi dos horas de historias, rondas, xiringüelos, baile, imágenes, archivo oral y algo de humor consiguieron que se consumara el cortejo en una diferente noche de San Xuan.

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